Iron¨ªa con la dosis justa de irreverencia
Ambiente festivo para una noche bailable con ritmos inteligentes. Es lo que se espera de gente como Pet Shop Boys y Fangoria, dos formaciones que tienen un grado de seguimiento que se acerca al culto. No digamos en la noche de Reyes, donde un p¨²blico agradecido acude al Palacio de los Deportes con las expectativas casi aseguradas. Aparece en el escenario un individuo con chaqueta de chandal amarilla y una gorra blanca. Tambi¨¦n un elegante caballero vestido de frac y chistera. ?Los Pet Shop Boys!, se inquieta el personal. Pero no, aunque lo parezca. Salen otros dos vestidos igual y luego otros dos. Finalmente, uno de los de la chistera parece ser Neil Tennant, cantante, y uno de los de chandal, su compa?ero Chris Lowe. S¨ª, estos s¨ª que son los Pet Shop Boys, se aclara el personal cuando oyen al cantante abordar los primeros compases de la canci¨®n Left to my own devices, con la que iniciaron su actuaci¨®n. Estos se?ores son unos bromistas. Es m¨¢s, han hecho del humor una etiqueta. Forman parte de esos grupos que llevan el signo de marca grabado a fuego. Se lo han ganado durante 20 a?os. En disco y en directo, Pet Shop Boys tienen se?as tan concretas que sus seguidores conocen hasta el ¨²ltimo rinc¨®n de sus discos. Poco antes, hab¨ªa actuado Fangoria. Y hab¨ªa ocurrido lo mismo. El nivel de adhesi¨®n fue absoluto: es la feligres¨ªa de Olvido Gara. No hay dudas con ella. Su puesto no admite dudas en la escala de jerarqu¨ªas del pop espa?ol. Siempre est¨¢ en el nivel superior.
Alaska se transmut¨®: pas¨® del blanco al negro en medio del fervor general
Olvido Gara, Alaska en una reencarnaci¨®n anterior del pop, admira a los Pet Shop Boys, y es probable que Neil Tennant y Chris Lowe sientan lo mismo por la artista espa?ola a poco que la conozcan. Est¨¢n hechos los unos para la otra, o al rev¨¦s. Artistas inteligentes, de largo recorrido, con un fino olfato para hacerse un sitio dentro, pero no demasiado dentro, de las modas, o fuera de ellas, pero no demasiado fuera. Pod¨ªa ser una gran noche.
Vestida de blanco, y con una guitarra del mismo color, la cara visible de Fangoria se esforz¨® por mostrarse asequible ante un recinto que, si bien no se abarrot¨® como en otras ocasiones, s¨ª parec¨ªa t¨¦cnicamente casi lleno: la pista, repleta y apretada; en las gradas del fondo, contrario al escenario, se apreciaban algunos huecos.
Los dos grupos principales de la noche, abanderados del pop electr¨®nico espa?ol y brit¨¢nico, es decir, esa m¨²sica tan proclive al petardeo, lograron acercar a m¨¢s de 10.000 personas al recinto. Alaska es, para parte de esa gente, hedonista y divertida, un modelo a imitar, y no era raro vislumbrar entre la multitud pelucones rojos, malvas y rubios con los mismos cortes que ha lucido la divina mexicana a lo largo de su carrera, y daba lo mismo el sexo de quien lo luciera. Fangoria hizo una actuaci¨®n marcada por una primera parte con toda la parafernalia esc¨¦nica de blanco y una segunda trasmutada a negro. Se despidieron con el Rey del glam, una de sus canciones m¨¢s antiguas.
Los Pet Shop Boys ofrecieron un espect¨¢culo muy parecido al que llevaron este pasado verano al Cream Fields, celebrado en las playas de Almer¨ªa, aunque pasaron por su ¨²ltimo disco, Fundamental casi de soslayo. No falt¨®, como ¨²ltimamente hacen, su iron¨ªa hacia U2, al enlazar la canci¨®n del grupo irland¨¦s When the streets have no name, con el cl¨¢sico de Matt Monro Can't take my eyes of you, de la que siempre se ha dicho que fue copiado por los mesi¨¢nicos irlandeses. En realidad, esa revisi¨®n ir¨®nica del pop es saludable. Se trata de una manera de desacralizar a los ricos y famosos, a costa de ser casi iguales en la riqueza y en la fama. Que es lo que corresponde a Pet Shop Boys.
Babelia
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