El regreso a la libertad vigilada
Euskadi vuelve a llenarse de sospechosos para los que ya empezaban a vivir sin miedo
Se tapa la cara con las manos y se echa a llorar. Hace nueve meses, y despu¨¦s de toda una d¨¦cada viviendo escoltado, este hombre sali¨® de su portal por primera vez a cuerpo gentil. ETA acababa de declarar el alto el fuego y ¨¦l decidi¨® no darle ni un d¨ªa de tregua al miedo. Dice que al salir no pudo reprimir el tic de otear el horizonte. Pero, por primera vez en tanto tiempo, el joven que paseaba por la acera, aquel otro que arreglaba un cuadro el¨¦ctrico o el obrero cubierto con un mono azul dejaron de ser sospechosos. Luego, al volver a casa, se encontr¨® con que su hija, que estudia en Madrid, hab¨ªa cogido sin decirle nada un autob¨²s y hab¨ªa recorrido casi 500 kil¨®metros para fundirse con ¨¦l en un abrazo de alegr¨ªa. Es al recordar ese momento cuando este hombre, Ram¨®n Etxezarreta, concejal socialista de San Sebasti¨¢n, se tapa la cara con las manos y se echa a llorar.
El silencio se nota en las calles tras un tiempo en que los ciudadanos hablaban m¨¢s
Los guardaespaldas reviven escenas que se hab¨ªan dejado de ver poco a poco durante la tregua
La hija de dos concejales tiene siete meses. Es preciosa, pero naci¨® para vivir en una paz ya rota
Sin grandes alharacas, Euskadi hab¨ªa vivido una alegr¨ªa creciente hasta el mazazo
Un empresario: "?sta ha sido la Nochevieja m¨¢s amarga de mi vida. Estoy hecho polvo"
Guti¨¦rrez Arag¨®n rueda una pel¨ªcula en el Pa¨ªs Vasco sobre los que miran para otro lado
Qu¨¦ poco les importan a los que pegan tiros dos pobres ecuatorianos muertos
I?aki Gabilondo: "Yo he visto en Gaza a un pueblo oprimido. La chulada de aqu¨ª me ofende, me irrita"
La ciudad ha vuelto a llenarse de sospechosos. Y, dentro de unas horas, la hija del concejal volver¨¢ a sus estudios en Madrid sabiendo que su padre, un hombre amable que nunca pierde la sonrisa, estar¨¢ cruzando San Sebasti¨¢n en un coche con los cristales ahumados y un dispositivo para enga?ar a las bombas. La vieja bicicleta que Ram¨®n rescat¨® del garaje volver¨¢ a llenarse de polvo, y tambi¨¦n se quedar¨¢ aparcado, por motivos de seguridad, el coche que se compr¨® para ir al pueblo los fines de semana. Se acab¨® el placer de quedarse extasiado ante los escaparates de las librer¨ªas, de espaldas a los viandantes, porque uno de ellos, un vecino de San Sebasti¨¢n, baj¨® a la calle muy temprano el pasado d¨ªa 30, se meti¨® en una cabina de tel¨¦fonos y, en nombre de ETA, avis¨® de que una furgoneta cargada de explosivos estaba a punto de estallar en el aeropuerto de Madrid.
-Estamos viviendo una situaci¨®n extra?a -explica el concejal socialista-, como cuando se muere alguien de la familia. Durante un tiempo vives como si siguiera viviendo. No te lo quieres creer. Porque en lo pol¨ªtico es f¨¢cil verlo: hab¨ªa un proceso y se ha roto. Pero en lo personal te resistes hasta que algo, el miedo, te acucia. El instinto de supervivencia te dice que tienes que volver a otear el horizonte. Y te das cuenta por tu entorno. Es terrible el primer d¨ªa que tu mujer te dice: "Oye, Ram¨®n, haz el favor de andar con cuidado". Yo me intento resistir, seguir viviendo como si en Madrid no hubieran puesto una bomba, como si ETA no hubiera matado a esos dos muchachos, pero s¨¦ que ya nada ser¨¢ igual.
O, peor a¨²n, el concejal teme que todo vuelva a ser igual que antes. De hecho, al tiempo que los sospechosos regresan a su retina, en la ciudad aparecen de nuevo los s¨ªntomas inequ¨ªvocos de que ya no es un lugar en paz. El jueves mismo, mientras el concejal repasaba la vieja vida que se le vuelve a aparecer como un fantasma, un perro marr¨®n de la polic¨ªa olisqueaba los matorrales donde unos momentos despu¨¦s iba a celebrarse una concentraci¨®n de repulsa a ETA. Y una decena larga de guardaespaldas reproduc¨ªa en la puerta del Ayuntamiento una escena que se hab¨ªa dejado de ver en los ¨²ltimos meses porque, aunque no todos ni de forma total, muchos de los mil ciudadanos vascos que viv¨ªan escoltados cuando ETA declar¨® el alto el fuego se hab¨ªan ido relajando poco a poco. Uno de ellos es Ram¨®n G¨®mez, concejal del PP en San Sebasti¨¢n. La ¨²ltima vez que acudi¨® a una cita con este peri¨®dico fue la primavera pasada y se parec¨ªa bastante a un hombre feliz.
Aquella tarde, Ram¨®n G¨®mez cont¨® con la sonrisa escap¨¢ndosele de la boca y en presencia de Vanesa V¨¦lez, su mujer: "Vamos a tener una ni?a en junio. Llevamos 10 a?os de novios y m¨¢s de cinco casados, pero hasta ahora ni nos lo hab¨ªamos podido plantear. Yo llevo 10 a?os con escolta, desde que cumpl¨ª los 20 hasta los 30 que tengo ahora. Y ella, que es concejal del PP en Lasarte, tambi¨¦n tiene que ir protegida. Habr¨ªa sido m¨¢s f¨¢cil si s¨®lo uno de los dos llevara escolta, pero con los dos as¨ª, ?qu¨¦ ¨ªbamos a hacer si a la ni?a le apetec¨ªa salir o si hab¨ªa que ir corriendo a la farmacia? ?Llamar a los escoltas y esperar a que vinieran?". Ram¨®n se dej¨® fotografiar para la portada de EPS acariciando la barriga de Vanesa, en el palacio de Miramar, con la bah¨ªa sirvi¨¦ndoles de fondo.
La ni?a se llama Elena y ya tiene siete meses. Es preciosa y duerme de un tir¨®n, pero naci¨® para vivir en una paz que se acaba de romper.
Ram¨®n G¨®mez dice que ¨¦l tambi¨¦n se siente roto. Y, aunque ya entonces coincid¨ªa con la desconfianza de su partido hacia el proceso emprendido por Rodr¨ªguez Zapatero, nunca se molest¨® en ocultar su esperanza de que su hija fuese por la calle acompa?ada de su padre y de su madre, y no de otras cuatro personas m¨¢s con pistolas escondidas bajo las chaquetas.
-En la ¨¦poca anterior -explica el concejal del PP-, y a fuerza de tanto terror continuado, hab¨ªamos terminado por enfrentar la muerte de una forma fr¨ªa. Est¨¢bamos metidos en una espiral que nos hac¨ªa afrontar el ritual de la muerte -los entierros, las manifestaciones de repulsa- con una cierta distancia, como no queriendo asumir que el pr¨®ximo pod¨ªas ser t¨². Y eso pasaba hasta cuando el asesinado era amigo tuyo, como en el caso de Joseba Pagazaurtundua... Pero ahora, volver a eso, despu¨¦s de este tiempo de tranquilidad, imagin¨¢ndote ya una vida sin escolta, es terrible... Yo, desde luego, estoy roto.
Hay una frase de Jorge Luis Borges, contenida en La biblioteca de Babel, que refleja con gran precisi¨®n los sentimientos experimentados por muchos vascos durante las horas posteriores al atentado de Madrid: "A la desaforada esperanza sucedi¨®, como es natural, una depresi¨®n excesiva". Aunque sin grandes alharacas, impropias del car¨¢cter de la tierra, el alto el fuego de ETA se ha vivido en Euskadi con una alegr¨ªa creciente, basada en la creencia de que cada d¨ªa que pasaba sin atentados hac¨ªa m¨¢s dif¨ªcil el retorno de la violencia. Hay un tiempo, acotado por dos fotograf¨ªas con el alcalde de San Sebasti¨¢n como protagonista, en el que la ciudad -y con ella el resto del Pa¨ªs Vasco- se ha ido sacudiendo un miedo cultivado durante d¨¦cadas. La primera de esas fotograf¨ªas corresponde al 22 de marzo de 2006. Se ve a Od¨®n Elorza brindando con cava tras la noticia del alto el fuego. La otra es del pasado 22 de diciembre. Un Elorza pensativo observa un autob¨²s articulado, valorado en m¨¢s de 300.000 euros, quemado por una pandilla de j¨®venes radicales que, tras la fechor¨ªa, corrieron a refugiarse en la Parte Vieja de la ciudad sin que nadie se interpusiera en su camino. Durante esos meses acotados tan gr¨¢ficamente por las fotograf¨ªas y las palabras de Borges, la ciudad vivi¨® una ¨¦poca casi feliz de la que da fe el director de cine Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n. Durante la tregua, ha estado rodando la historia de un profesor amenazado y de un terrorista que pierde la memoria. La pel¨ªcula, Todos estamos invitados, habla de amenazas de miedo... De todo lo que hace unos meses empezaba a sonar a ficci¨®n, a pesadilla, y que ahora de nuevo cobra actualidad.
-Yo hab¨ªa estado otras muchas veces en la ciudad, y siempre dec¨ªa, en tono de broma: qu¨¦ bien se est¨¢ en San Sebasti¨¢n, nadie habla de pol¨ªtica, coges un taxi y el taxista no pide la pena de muerte para todo, entras en un bar y nadie le llama fascista a Rajoy ni gilipollas a Zapatero. Qu¨¦ pa¨ªs tan estupendo. Esa broma de San Sebasti¨¢n como para¨ªso en el que nadie habla de pol¨ªtica y s¨®lo se habla del tiempo empezaba a perder vigencia. ?ltimamente se notaba que la gente iba perdiendo el miedo y se atrev¨ªa a hablar un poco m¨¢s. Y, claro est¨¢, ahora volver¨¢ la omert¨¤.
Una ley del silencio que ya ha resurgido, como activada por el mismo detonador que hizo explotar la bomba de Madrid. Un empresario guipuzcoano que a mediados de la semana pasada acept¨® hablar con este peri¨®dico a nombre descubierto -"estoy rabioso con lo que ha pasado y ya est¨¢ bien de que nos anden callando esos cuatro hijos de puta"- revis¨® el jueves por la tarde su decisi¨®n. "Mantengo lo que dije", se excus¨®, "pero, ya sabe, la familia est¨¢ asustada. No ponga mi nombre, h¨¢game el favor". Lo que dijo fue que, cuando ETA declar¨® el alto el fuego, ¨¦l estaba a punto de ceder por primera vez a la extorsi¨®n. Hab¨ªa recibido tres cartas en 10 a?os exigi¨¦ndole el llamado impuesto revolucionario, amenazas que mantuvo ocultas a su familia y a la polic¨ªa hasta que una bomba destruy¨® parte de su negocio. "He vivido feliz durante estos nueve meses, y aunque no le digo que no haya recibido alg¨²n aviso de los amigos de ETA, me sent¨ªa razonablemente seguro. Pero ahora... No s¨¦ lo que dir¨¢n los expertos, pero yo aplico el sentido com¨²n y la experiencia de toda una vida trabajando aqu¨ª. Si ETA ha decidido volver a las andadas, necesita dinero, ?y qui¨¦n cree usted que le tiene que dar el dinero? Estoy hecho polvo, con la familia por los suelos. No exagero si le digo que ¨¦sta ha sido la Nochevieja m¨¢s amarga de mi vida... As¨ª que, le insisto, haga el favor de no poner mi nombre ni ning¨²n dato que me pueda identificar".
Guti¨¦rrez Arag¨®n conoce bien ese susto que paraliza voluntades: "La pel¨ªcula que he estado rodando en San Sebasti¨¢n trata sobre todo de los que miran para otro lado. Y s¨ª, yo he notado que la gente empezaba a mirar menos para otro lado, que se hab¨ªa perdido un poquito el miedo. Aun as¨ª, hubo mucha gente que no quiso participar en ella de t¨¦cnicos y actores. Me dec¨ªan esa frase tremenda que oyes en todos los ¨¢mbitos y que es: "Manolo, es que yo vivo aqu¨ª". Y es verdad, tienen raz¨®n, viven ah¨ª, tienen hijos, no quieren tener a alguien que est¨¦ perseguido en el segundo porque ellos viven en el tercero y te dicen: "Tengo hijos, mis hijos son lo primero, y los escoltas atraen no s¨¦ qu¨¦...". De todas formas, esos "Manolo, que yo vivo aqu¨ª" se iban dulcificando. Y por eso el atentado de Madrid ha sido un topetazo tremendo. La situaci¨®n que se crea es peor que la de antes de la tregua, porque antes hab¨ªa una semitregua no declarada. Ahora hay una ruptura que entra?a una incertidumbre terrible.
Cuando ETA empez¨® a matar, el periodista I?aki Gabilondo ten¨ªa 17 o 18 a?os. La noticia del asesinato de Melit¨®n Manzanas le cogi¨® en Par¨ªs, adonde hab¨ªa llegado procedente de San Sebasti¨¢n, su ciudad. El mi¨¦rcoles pasado, mientras preparaba el primer informativo despu¨¦s de unos d¨ªas de descanso, le iban llegando de su tierra noticias de un cansancio infinito. Un cansancio que ¨¦l comparte acompa?ado de un enfado terrible.
-Y no s¨¦ si porque lo cre¨ªa o porque lo quer¨ªa creer, pero, sinceramente, ten¨ªa la sensaci¨®n de que ahora est¨¢bamos m¨¢s cerca del final del terrorismo. Yo tengo 64 a?os y ten¨ªa la ilusi¨®n de poderlo ver antes de hacerme muy viejo. Tengo la sensaci¨®n de estar en una noria infinita, vueltas y vueltas y m¨¢s vueltas, y siempre en el mismo sitio, pero cada vez m¨¢s viejos, con el est¨®mago m¨¢s revuelto, con m¨¢s dolor de cabeza, con m¨¢s ganas de devolver...
Dice Gabilondo que fue durante el juicio a los secuestradores de Ortega Lara cuando ¨¦l percibi¨® en toda su crudeza el drama moral que sufre su tierra:
-Eran unos t¨ªos como de mi edad, y recalco el dato porque yo hablo siempre de esto en t¨¦rminos del fracaso de nuestra generaci¨®n. ETA empez¨® con gente de 17 a?os cuando yo ten¨ªa 17 a?os, y se han ido haciendo mayores a la vez que yo. Y aquellos t¨ªos -insisto, de mi edad- estaban metidos en esa jaula de cristal, con una camiseta que pon¨ªa no s¨¦ qu¨¦. Le hab¨ªan tenido a Ortega Lara como ya todos hab¨ªamos visto que le hab¨ªan tenido, y estos se?ores, mientras, hab¨ªan estado viviendo su vida normal. Iban a casa y le dec¨ªan al ni?o: "As¨ª no le hables a la ama, oye, coge el cubierto con la mano derecha", y el domingo, a ver a la Real a Anoeta. ?sa es para m¨ª la imagen de la cat¨¢strofe moral que esta historia significa y que se pone de manifiesto cuando estos pr¨®jimos se han acostumbrado a creer justificada una historia que no aguanta dos minutos seguidos un an¨¢lisis serio. Que en un pueblo opulento, rico, pr¨®spero, econ¨®micamente potente, con libertades, con sus s¨ªmbolos, con sus idiomas, haya una parte de la sociedad que aspire a m¨¢s me parece leg¨ªtimo, pero que crea que esa aspiraci¨®n tiene entidad de opresi¨®n popular como para matar...
-Eso me irrita porque ofende los dramas que el mundo tiene de verdad. Yo este a?o he estado en Gaza, all¨ª he visto lo que es que un pueblo se sienta oprimido; yo he visto en ?frica a gente que no tiene para comer, que tiene que caminar 10 kil¨®metros a por agua... Y que un pueblo como el m¨ªo se est¨¦ permitiendo la fantasmada, la chulada de darse la importancia que se est¨¢ dando, convirtiendo un problema que es sencillamente un problema pol¨ªtico como en el mundo hay millones, en un drama de este calibre, jugando batallas de vida o muerte, me parece una ofensa para los asuntos reales de vida o muerte. No puede ser, no puede ser que dediquemos la energ¨ªa que estamos dedicando a este asunto, que estemos obligando a toda Espa?a a tener la paciencia superlativa de dedicar millones de horas de un tiempo que lo necesita para millones de problemas que tiene de verdad. Sencillamente, me parece un insulto, me siento ofendido como vasco y me siento irritado. Me parece que deber¨ªa haber un problema de categor¨ªas. ?Que esos pobres chicos ecuatorianos est¨¦n muertos ahora en nombre de no s¨¦ qu¨¦ anhelo...! Vamos, hombre, hay que ver el problema real de estos dos ecuatorianos que hab¨ªan venido a sacarse la vida adelante al quinto pino de su pa¨ªs y que les hemos matado porque nosotros creemos que una organizaci¨®n del Estado as¨ª es peor que una organizaci¨®n del Estado as¨¢... Es que esto no resiste la comparaci¨®n. No banalicemos hasta este extremo las cosas y, sobre todo, si las estamos banalizando, pong¨¢monos colorados, que nos d¨¦ verg¨¹enza por lo menos.
Hay una esperanza, pese a todo, al fondo del drama que vuelve. Tiene, una vez m¨¢s, nombre de mujer. Se llama Manoli Uranga y es concejal socialista en Azpeitia. Es dif¨ªcil arrancarle una frase de su sufrimiento, que ha sido y sigue siendo mucho. Ha sido atacada, insultada, la pared de su casa ensuciada con amenazas de muerte. No se esconde ni mira para otro lado. Tiene una fortaleza inquebrantable contra el miedo.
-Todo esto es duro, pero bueno. Mi tierra es ¨¦sta, y tengo tanto derecho a ella como ellos. Habr¨¢ que resistir. No tenemos otro pa¨ªs nosotros.
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