Al final quemaron la casa de El Calvo
Cinco a?os de agresiones y amenazas, sin apenas denuncias, provocaron un estallido popular contra un vecino de Villaconejos
El Calvo es bajo, fuerte, musculoso. Seg¨²n la gente del pueblo, basta mirarle de frente para que estalle: "A mi novio le pas¨®: El Calvo, que iba con su hijo peque?o, vio que mi novio le miraba. Se cabre¨® por eso y le agarr¨® la cabeza rode¨¢ndola con el brazo. Sac¨® una pistola del bolsillo y pregunt¨® a su hijo: '?Qu¨¦? ?Matamos a ¨¦ste o no?' Mi novio sali¨® corriendo. Jam¨¢s se ha vuelto a cruzar con ¨¦l".
La chica que contaba esto el mi¨¦rcoles, que se niega a dar su nombre por miedo, se encontraba, junto a decenas de personas, en la plaza de Villaconejos, una localidad de 3.500 habitantes situada a 50 kil¨®metros de Madrid. Hab¨ªan acudido a dar testimonio a la Guardia Civil de las agresiones de Javier Bernuy, El Calvo, un hombre que durante cinco a?os ha tenido aterrorizado al pueblo sin que casi nadie se atreviera a denunciarle. Hasta el domingo pasado, en que este pueblo peque?o, aparentemente tranquilo, tambi¨¦n estall¨®.
La llamada al linchamiento circul¨® por todo el pueblo el domingo pasado
Ese d¨ªa, la gente decidi¨® tomarse la justicia por su mano: a las cuatro de la tarde, 400 personas se reunieron en la plaza con una consigna: "A quemar la casa de El Calvo para que no vuelva m¨¢s". La multitud se comenz¨® a mover en direcci¨®n a la carretera de Aranjuez: "?bamos andando, todos en masa, jam¨¢s he visto al pueblo tan unido en algo", recuerda un joven. Llegaron y se apostaron frente a la casa, una construcci¨®n blanca apartada del pueblo, decididos a reducirla a cenizas. Bernuy no estaba. Pero s¨ª parte de su familia: su mujer, embarazada de cuatro meses; su suegro Agust¨ªn Vilches, de 69 a?os; su suegra y la hermana de ¨¦sta, tambi¨¦n mayores. Todos tuvieron que escapar, protegidos por la Guardia Civil, campo a trav¨¦s.
Javier Bernuy, de 35 a?os, lleg¨® en 2001 a Villaconejos. Viv¨ªa, junto a su familia, en una vivienda considerada ilegal por el Ayuntamiento, compuesta de varias dependencias y una piscina peque?a, en un paraje al que se llega por una pista de tierra. Su hermana asegura que trabajaba de alba?il. Otros vecinos responden que viv¨ªa del trapicheo de droga y del robo. La Guardia Civil lo considera un delincuente habitual. Actualmente cumple condena -en r¨¦gimen de libertad condicional- por intento de homicidio: secuestr¨® y amenaz¨® de muerte a una mujer que le deb¨ªa 140 euros.
Casi cualquier habitante de Villaconejos conoce un incidente provocado por El Calvo. No tienen inconveniente en relatarlo, pero siempre sin nombres. "No es la primera vez que se presenta en un bar y suelta: 'Ponme un calimocho y la caja, y te quedas con las vueltas'. O, tambi¨¦n en un bar, que rompe el cristal de la maquinita de los mu?ecos porque a su hijo no le ha tocado uno", explica una mujer.
Para evitarle, los clientes decidieron hace tiempo salir por una puerta cuando ve¨ªan entrar a El Calvo por otra. "Esto ha tra¨ªdo la ruina a la due?a de un bar al que El Calvo iba los ¨²ltimos fines de semana. La mujer, llorando, al borde de la depresi¨®n, me ven¨ªa los lunes diciendo: 'Voy a cerrar", recuerda el alcalde, Lope Benavente, del PSOE, el ¨²nico en esta historia que da su nombre y la cara.
Hay ancianas de 85 a?os que aseguran que El Calvo estuvo a punto de atropellarlas: "Ven¨ªa con su coche por una calle prohibida, porque en verano se pone para colocar mesas y sillas, y si no nos levantamos nos pasa por encima". Y padres que sostienen que "ha ido al patio del colegio a amenazar a ni?os peque?os porque se han metido con su hijo". "A un ni?o lo cogi¨® de la pechera y la criatura se me¨®", a?ade.
"A m¨ª me ven¨ªa la gente y me dec¨ªa que qu¨¦ pasaba con El Calvo", recuerda el alcalde. "Y yo acud¨ªa a la Guardia Civil, pero ¨¦sta me dec¨ªa que sin denuncias no pod¨ªan hacer nada, y la gente no denunciaba por miedo. Todav¨ªa no me explico c¨®mo hemos podido estar as¨ª cinco a?os".
Durante este tiempo s¨®lo se registraron dos denuncias: la de la mujer a la que secuestr¨® (y que a la postre lo llev¨® a la c¨¢rcel) y la de un joven. "Pero la retir¨¦: me dio otra paliza y la retir¨¦, por miedo", confiesa este joven.
Todos estos vecinos an¨®nimos estaban enfrente de la casa blanca el domingo pasado, poco despu¨¦s de las cuatro de la tarde, dispuestos a echarla abajo. Sab¨ªan que El Calvo hab¨ªa sido detenido la tarde anterior y que parte de su familia se encontraba dentro. "Vinieron con la intenci¨®n de achicharrarnos vivos, con gasolina, y si no es por la Guardia Civil, que nos sac¨® por el campo...", ha declarado el suegro de Bernuy, Agust¨ªn Vilches. Hab¨ªa al menos cuatro agentes de la Guardia Civil que, una vez puesta a salvo la vida de la familia de El Calvo, miraron para otro lado. "Nos dejaron hacer; en cuanto la casa estuvo vac¨ªa, pudimos hacer lo que quisimos sin que nadie nos lo impidiera", explica una vecina.
"Entramos por la puerta peque?a, pero despu¨¦s tiramos el port¨®n grande, lo echamos abajo y entramos en el terreno de la casa de El Calvo, y prendimos fuego", dice otra. "Muchos, mientras tanto, lo grababan con sus tel¨¦fonos m¨®viles", a?ade.
"Han ardido hasta los libros del colegio de los ni?os y los regalos de reyes; a mi cu?ada no le ha quedado ni una triste braga", se quejaba el viernes la hermana de Bernuy, que niega la mayor¨ªa de las acusaciones de los vecinos respecto de su hermano.
Cuando recuerda el episodio, al alcalde a¨²n le tiembla algo la voz: "Cuando me avisaron ya era tarde. Cog¨ª el coche y baj¨¦. Desde lejos vi el humo y se me vino el alma a los pies. Pens¨¦: 'Se acab¨®: lo hemos hecho". "Alguien nos ha comparado con La jaur¨ªa humana, pero yo prefiero pensar en Fuenteovejuna", se explica Benavente. "No estamos orgullosos", confesaba un vecino, "pero tampoco arrepentidos".
Pod¨ªa haber sido peor: la v¨ªspera del incendio, el s¨¢bado, El Calvo lleg¨® al pueblo dispuesto a moler a palos a un chico que, d¨ªas atr¨¢s, por primera vez en cinco a?os, se le hab¨ªa enfrentado. Bernuy prometi¨® vengarse. Esa noche, acompa?ado de unos amigos que no eran de Villaconejos, busc¨® al chico en el bar de copas Cachete. No lo encontr¨®. Y lo pag¨® con el due?o del local, al que le abri¨® la cabeza de un banquetazo. Despu¨¦s rompi¨® a golpes las m¨¢quinas del bar, el equipo de m¨²sica y se fue a casa.
Los j¨®venes del pueblo decidieron entonces que hasta ah¨ª. Se conjuraron para acudir a la casa de El Calvo esa misma noche dispuestos a todo. La polic¨ªa, la Guardia Civil y el alcalde impidieron un linchamiento. "El Calvo nos recibi¨® pistola en mano. Acept¨® entregarse con la condici¨®n de que los del pueblo se fueran. As¨ª ocurri¨®. Todos se fueron a dormir. Y yo respir¨¦, porque cre¨ª que todo hab¨ªa acabado", recuerda el alcalde.
Se equivocaba. El pueblo no se conform¨®. La consigna "a quemar la casa de El Calvo para que no vuelva" comenz¨® a circular la ma?ana siguiente.
Ahora, la familia de El Calvo reside en viviendas de familiares, seg¨²n su hermana. La casa blanca al final de la pista de tierra est¨¢ inservible, tiene el port¨®n tirado, el interior destrozado y las paredes tiznadas de negro.
Y en el pueblo hay calma. Pero no paz. Nadie sabe qu¨¦ pasar¨¢ si El Calvo vuelve.
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