Cr¨ªtico de o¨ªdas
En la quinta corrida de la feria de Cali resultaron volteados de modo impresionante los tres matadores de la tarde: el colombiano Jos¨¦ G¨®mez, Dinast¨ªa, el espa?ol Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares y el franc¨¦s Sebasti¨¢n Castella. A Manzanares no le pas¨® nada. Dinast¨ªa sali¨® con un golpe tremendo en la rodilla que lo dej¨®, dicen, sin torear para dos meses. Lo de Castella fue cogida seria. Cito a un cronista: "los m¨¦dicos hablaron de costillas rotas".
Los toros, de la ganader¨ªa de C¨¦sar Rinc¨®n, eran, dicen, encastados unos, de nobletoner¨ªa mansa otros, bravo alguno, con dificultades los dem¨¢s. Lo habitual. Dinast¨ªa puso vistosos pares de banderillas, Castella se jug¨® la vida, Manzanares no tuvo suerte con su lote. Lo habitual.
Yo no vi nada de todo eso. No fui a la feria de Cali. Lo le¨ª en los peri¨®dicos. Por eso cuando lo cuento ahora digo "dicen". Esa es la funci¨®n de la cr¨ªtica: hacer visible lo que los dem¨¢s no hemos visto.
No hemos visto lo que la cr¨ªtica nos ense?a o nos revela porque no hemos asistido al espect¨¢culo en el teatro o en el circo, si se trata de un espect¨¢culo, o no hemos estado en la exposici¨®n o en el museo, si se trata de una pintura; o simplemente porque no lo hemos sabido ver. Pero ese "saber ver" es subjetivo y cambiante, y depende del momento y del cr¨ªtico. As¨ª la cr¨ªtica es voluble con respecto a las obras de arte que pueden ser visitadas una y otra vez. Un pintor pasa de moda, o un m¨²sico; pero decenios o siglos m¨¢s tarde, a lo mejor, cae otra vez en gracia. Por eso la cr¨ªtica taurina, que se refiere a cosas irrepetibles, que nunca m¨¢s pueden volver a ser vistas y son en consecuencia inverificables (pues todos los aficionados saben que los toros en la tele o en el v¨ªdeo no tienen absolutamente nada que ver con los toros en la realidad), debe ser considerada la cr¨ªtica por excelencia. No la mejor, quiz¨¢s: pero s¨ª la m¨¢s aut¨¦ntica. La que no puede ser revisada, la que no puede ser sustituida por una versi¨®n posterior. S¨ª, de acuerdo: es sin duda posible cotejar varias cr¨ªticas paralelas, y a¨²n buscar testigos oculares no profesionales para enriquecer la narraci¨®n con detalles in¨¦ditos (y cada testimonio ser¨¢ distinto). Se tendr¨¢n entonces varias cr¨ªticas diferentes y probablemente contradictorias, pero todas verdaderas. La principal caracter¨ªstica de las cr¨ªticas de toros es justamente ¨¦sa: que son ciertas.
O falsas. Pueden ser, por ejemplo, compradas, o estar equivocadas por razones inocentes. En el fondo eso da igual. Porque dentro del "dicen" de que hablaba m¨¢s arriba cabe todo. Dentro del "dicen" est¨¢, adem¨¢s de la opini¨®n del cronista o del cr¨ªtico, la del m¨¦dico de la plaza: pron¨®stico reservado, grave, etc¨¦tera. El que sea. Pero los m¨¦dicos, triste es decirlo, son tan falibles como los cr¨ªticos taurinos.
La semana que viene prometo escribir sobre algo que haya visto con mis propios ojos. Aunque no sobra recordar que en sus memorias el gran cronista taurino C¨¦sar Jal¨®n, Clarito, cuenta que sus mejores cr¨ªticas, o por lo menos aquellas por las que recibi¨® mayores elogios, trataban de corridas a las que no hab¨ªa podido ir.
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