Tambi¨¦n lo intentaron con el papa Wojtyla
El nombramiento y posterior dimisi¨®n de monse?or Wielgus y la sensaci¨®n que ha causado la confesi¨®n de su colaboraci¨®n con los servicios secretos polacos, me han hecho pensar en dos an¨¦cdotas que me ocurrieron hace algunos a?os.
Era el mes de junio de 1988 y me encontraba en Mosc¨² junto al cardenal Casaroli, con motivo de la celebraci¨®n del Millennium cristiano de Rusia. Hab¨ªan pasado s¨®lo tres a?os desde que Gorbachov llegara al poder, Wojtyla y su perestroika a¨²n no era m¨¢s que una hip¨®tesis. A las 16.30, recib¨ª una llamada en la habitaci¨®n del hotel Sovietskaya, donde me alojaba. Al principio la voz empez¨® a hablarme en ruso, pero despu¨¦s, ante mi petici¨®n de pasar al ingl¨¦s, o¨ª que me respond¨ªa: "?Niet!". Entonces le ped¨ª que me hablara en franc¨¦s, italiano o espa?ol, pero a cada una de mis propuestas la voz repet¨ªa: "?Niet!". La conversaci¨®n habr¨ªa terminado all¨ª si, en ese momento, no me hubiese pedido que hablara en lat¨ªn. Yo respond¨ª con cierto embarazo: "Intelligo". ?l continu¨® diciendo: "Ego episcopus ucrainum sum" [Soy un obispo ucraniano].
"No es peligroso", anotaban en sus apuntes. Pensaban que alg¨²n d¨ªa podr¨ªa colaborar
Una vez le o¨ª hablar sobre las veces que hab¨ªa sido convocado por la polic¨ªa
Me dijo que se llamaba Ivan Markitis. Me explic¨® que hab¨ªa le¨ªdo en Pravda un art¨ªculo sobre la presencia en Rusia de una delegaci¨®n cat¨®lica y que hab¨ªa viajado a Mosc¨² desde Ucrania para reunirse con nosotros. Yo pens¨¦ que seguramente el KGB hab¨ªa grabado la llamada. Dos d¨ªas despu¨¦s Gorbachov nos iba a recibir en el Kremlin, ocasi¨®n que fue la primera piedra del recorrido que condujo, un a?o m¨¢s tarde, al hist¨®rico encuentro con Juan Pablo II en el Vaticano. Luego comprob¨¦ el nombre que la persona me hab¨ªa dado y vi que no correspond¨ªa a ning¨²n obispo que conoci¨¦ramos. En ese momento, despu¨¦s de haber reflexionado largo rato, decid¨ª no reunirme con ¨¦l. Pens¨¦ que nuestro encuentro habr¨ªa supuesto su fin.
Tambi¨¦n en otra ocasi¨®n tuve una experiencia semejante. Era 1995 y yo estaba en Pek¨ªn para participar en la Conferencia Internacional sobre la Mujer, organizada por la ONU. En el Palacio de Congresos, donde ten¨ªa lugar la iniciativa, se me acerc¨® una joven china, quiz¨¢ fingiendo ser periodista, que hablaba un ingl¨¦s muy rudimentario. Me dijo que era cat¨®lica y que quer¨ªa informarme de que tres obispos underground [clandestinos] hab¨ªan sabido de nuestra presencia y quer¨ªan vernos.
Expliqu¨¦ a mi interlocutora que nosotros no tendr¨ªamos problemas para reunirnos con esos prelados, porque nos proteg¨ªa el estatus diplom¨¢tico, pero que esas personas habr¨ªan sido detenidas inmediatamente. Tambi¨¦n en aquella ocasi¨®n decid¨ª no mantener ese encuentro.
En definitiva, seg¨²n he aprendido, tambi¨¦n directamente, durante mis estancias en Polonia a principios de los a?os ochenta, hay que conocer bien la situaci¨®n de esos mundos para situar los hechos en su justa perspectiva. En este sentido, los motivos que ha dado el nuevo obispo polaco sobre la posibilidad de estudiar en el exterior o de garantizar su propia seguridad personal describen una situaci¨®n, una l¨®gica, que en ese momento estaba muy difundida en los pa¨ªses del Este. Wielgus nunca habr¨ªa podido obtener los visados para estudiar en la Universidad de M¨²nich si no hubiera aceptado el compromiso que le ofrec¨ªa el r¨¦gimen. Y esta condici¨®n era com¨²n a muchos otros conciudadanos suyos, sacerdotes o no.
En esos pa¨ªses, la situaci¨®n para muchos sacerdotes y obispos era muy dif¨ªcil de llevar y muy f¨¢cil de explicar: se viv¨ªa en una tensi¨®n continua entre el hero¨ªsmo y el compromiso. Y no era una lucha en la que hubiera que decidir una vez por todas: la decisi¨®n deb¨ªa renovarse al menos cada d¨ªa y a menudo varias veces al d¨ªa. Todo depend¨ªa del capricho ideol¨®gico del poder. Antes de 1957, muchos sacerdotes fueron torturados o desaparec¨ªan y eran asesinados. Despu¨¦s de 1957, primero con Gormulka y luego con Gierek, s¨®lo se arriesgaban al ostracismo, la soledad impuesta, la prohibici¨®n sistem¨¢tica de estudiar en cualquier universidad extranjera y la imposibilidad de tener un pasaporte de su propio pa¨ªs.
La percepci¨®n de toda esta realidad estaba muy clara tambi¨¦n para el hoy m¨¢s famoso sacerdote de Polonia: Karol Wojtyla. Pero ¨¦l nunca hab¨ªa aceptado ning¨²n compromiso con el r¨¦gimen comunista. Hay que decir que ten¨ªa una gran ayuda en su extrema pobreza, lo que le hac¨ªa inmune a cualquier chantaje: no ten¨ªa nada, no le pod¨ªan ofrecer nada. No deseaba nada; por lo tanto, no se le pod¨ªa chantajear. ?l nunca accedi¨® a implicarse, aunque conoc¨ªa a fondo las dificultades que hab¨ªa que afrontar para sobrevivir en Polonia.
Se puede decir que, en el fondo, su comprensi¨®n de las dificultades del pr¨®jimo formaba parte de su profunda espiritualidad, de su profunda libertad y, finalmente, de su misma vida de fe. Su reacci¨®n frente a los hechos que ve¨ªa era un ejemplo de su forma de ser y de su rica experiencia vital, muy comprensiva hacia los dem¨¢s. "Hay que aprender a perdonar", me dijo una vez refiri¨¦ndose a estos hechos. Y lo dec¨ªa ¨¦l, que no necesitaba ning¨²n perd¨®n por las "culpas" de tantos en aquellos a?os. Y esta actitud para justificar algunas elecciones de esos a?os permaneci¨® en ¨¦l tambi¨¦n cuando, a?os despu¨¦s, tuvo que ejercer el perd¨®n en nombre de toda la Iglesia.
Pero ¨¦l, ciertamente, hab¨ªa elegido otro camino. Wojtyla hab¨ªa vivido en el ecosistema de la mentira institucionalizada, desde el d¨ªa de su ordenaci¨®n como sacerdote hasta el de su elecci¨®n como Papa. Todos los a?os de su formaci¨®n y desarrollo de su personalidad hab¨ªan tenido como humus este ambiente social y cultural. Creo que s¨®lo las caracter¨ªsticas de su persona han sido el verdadero motivo por el que Wojtyla eligi¨® un camino distinto del de tantos otros.
Desde luego, tuvo que recurrir a pseud¨®nimos para publicar sus poes¨ªas, sus obras de teatro y sus ensayos de antropolog¨ªa personalista, incluso para realizar su estrategia de enfrentamiento al r¨¦gimen. Pero no recurri¨® al anonimato para esconderse o para aceptar subterfugios, sino para poner en pr¨¢ctica con mayor libertad su lucha, centrada en el sentido de la cultura, por la educaci¨®n y los valores en los que cre¨ªa, sin tener que exponer p¨²blica y oficialmente a la Iglesia a riesgos in¨²tiles.
Su elecci¨®n "diplom¨¢tica" fue en el fondo muy poco diplom¨¢tica, aunque al final se vio coronada por el ¨¦xito, por ser portadora de una visi¨®n m¨¢s rica en humanidad. En efecto, el profundo respeto que todos tuvieron a Juan Pablo II, tambi¨¦n con ocasi¨®n de su muerte, estaba muy ligado a su carisma y a su peculiar forma de ser tan comprensivo hacia los dem¨¢s, pero tan intransigente en las elecciones fundamentales. Esta actitud la entend¨ªan perfectamente tambi¨¦n quienes no le amaban: infund¨ªa respeto y, al final, admiraci¨®n. En aquellos a?os, el cardenal Wyszynski ped¨ªa sistem¨¢ticamente a los j¨®venes sacerdotes que suscribieran un compromiso formal de lealtad hacia la Iglesia en Polonia. A Wojtyla no se lo pidi¨® nunca y Wojtyla nunca formaliz¨® compromisos de este tipo. No era necesario. Wyszynski lo sab¨ªa y lo sab¨ªan tambi¨¦n todos los dem¨¢s sacerdotes. Y lo sab¨ªa ¨¦l mismo. Una vez le o¨ª hablar, con un velo de iron¨ªa, sobre las veces en que le hab¨ªa convocado la polic¨ªa y sobre los inevitables y frecuentes interrogatorios. Le preguntaban sobre su posici¨®n en pol¨ªtica, en la sociedad, en la estructura del poder. ?l no ten¨ªa prisa en sus respuestas. Y hablaba del hombre con una concepci¨®n personalista, citando a algunos de los pensadores contempor¨¢neos, pero tambi¨¦n la ¨¦tica de Arist¨®teles, e incluso la pol¨ªtica de Plat¨®n. Luego distingu¨ªa entre la ¨¦tica de los valores en Max Scheler y los peligros de un solipsismo que se concretaba en el "reflexionar sobre la reflexi¨®n". Naturalmente, los funcionarios no entend¨ªan nada de esos largos mon¨®logos. Al final le dejaban irse: "No es peligroso", anotaban en sus apuntes. "Y pensaban -me dec¨ªa a?os despu¨¦s riendo- que alg¨²n d¨ªa yo habr¨ªa podido colaborar".
No es casualidad, por ejemplo, que Karol Wojtyla haya sido el ¨²nico obispo polaco que obtuvo el pasaporte con el visado para participar en todas las sesiones del Concilio Vaticano II. Al principio, las autoridades polacas pensaban err¨®neamente que habr¨ªa cedido y aceptado alguna forma de encuentro con el r¨¦gimen, y se pasar¨ªa, si no a su bando, al menos a una parte gris e intermedia; es decir, a ese ¨¢mbito borroso que normalmente llamamos "tierra de nadie". Probablemente el aparato pol¨ªtico hab¨ªa tenido en cuenta la habilidad diplom¨¢tica y la grandeza de pensamiento del interlocutor, pero desde luego se le escapaba su visi¨®n del hombre y sobre todo su libertad espiritual.
Cada vez que se pon¨ªan en duda los valores fundamentales, ya no era el momento de discutir sino de afirmar la verdad. Cuando no existe libertad en el aire que se respira, pensaba, la ¨²nica forma de sobrevivir consiste en no traicionar la verdad que se lleva dentro, porque en la defensa y la protecci¨®n de la verdad interior est¨¢ la ¨²nica forma de libertad que es realmente esencial al ser humano. Wojtyla no s¨®lo dec¨ªa la verdad, sino que m¨¢s bien viv¨ªa en la verdad: la verdad que el ecosistema totalitario de esos a?os ahogaba de forma sistem¨¢tica con la mentira estructurada. Y al ser tan libre interiormente, nunca fue sometido a ninguna esclavitud, ni siquiera a esas formas de peque?a esclavitud que tan comunes eran a su alrededor para, como dec¨ªan, poder seguir adelante. Escuchando sus narraciones de aquellos a?os, se ten¨ªa la evidencia de la extraordinaria elegancia con la que hab¨ªa llevado el peso que de una u otra forma todos soportamos: el peso de ser hombres. El valor y la coherencia hasta el hero¨ªsmo, como todos sabemos, son virtudes, y no todos disponen f¨¢cilmente de ellas.
Por esto, y sobre todo por ese "hay que aprender a perdonar" que m¨¢s de una vez escuch¨¦ a Juan Pablo II al referirse a aquellos a?os, creo que la mayor dificultad consiste no en juzgar -empresa siempre arriesgada- sino en comprender. O al menos en intentar comprender. Lo que no excluye la admiraci¨®n y quiz¨¢ tambi¨¦n la gratitud hacia quienes, en la ambivalencia entre la comprensi¨®n y el hero¨ªsmo, han elegido el camino de la verdad.
Joaqu¨ªn Navarro-Valls fue director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede desde 1984 a 2006, 21 a?os de ellos bajo el Papado de Karol Wojtyla
? La Repubblica
Traducci¨®n de News Clips.
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