Una vivienda constitucional
Al acabar la Guerra Civil espa?ola, Pablo Neruda y Rafael Alberti fueron a Par¨ªs a llorar por su Rep¨²blica y a recuperarse del hambre que hab¨ªan pasado, sobre todo el segundo, durante el asedio de Madrid. Lo hicieron con tanto fervor que muy pronto empezaron a engordar y, seg¨²n cuenta el poeta gaditano en su autobiograf¨ªa, La arboleda perdida, sol¨ªan ir de vez en cuando a una librer¨ªa en cuyo escaparate estaban expuestas las obras de Victor Hugo, para medirse con ellas. "Tranquilo, camarada", dec¨ªa cualquiera de los dos, "a¨²n llegamos s¨®lo hasta el tomo quince, de manera que podemos seguir comiendo".
Juan Urbano pens¨® que Neruda y Alberti tal vez no habr¨ªan cabido en el 17,49% de las viviendas de Madrid capital, que son las que, seg¨²n un informe del Instituto de Estad¨ªstica, tienen una superficie menor a 51 metros cuadrados, sobre todo si uno de ellos estuviera leyendo Los miserables y el otro Nuestra Se?ora de Par¨ªs. "Imag¨ªnate", se dijo, "si es que en ese espacio, antes de entrar en tu casa a leer el peri¨®dico, tienes que dejar fuera el suplemento del d¨ªa, porque entero no cabe".
Vamos, que es que mi hogar es tan peque?o que habr¨ªa que escribirlo sin hache
Ojal¨¢ los colectivos por una vivienda digna no dejen de manifestarse
La verdad es que la cosa no es tan graciosa para los miles de personas que tienen que vivir en un lugar donde no les cabe la vida, y Juan se tom¨® a s¨ª mismo como ejemplo. "Vamos, que es que mi hogar es tan peque?o que habr¨ªa que escribirlo sin hache", brome¨®, acord¨¢ndose de la cantidad de territorio que hab¨ªa tenido que ir gan¨¢ndole a la nada, a base de imaginaci¨®n y muebles diminutos, plegables o multiusos: ten¨ªa puertas correderas, un aseo del tama?o de una cabina de tel¨¦fonos, un sof¨¢-cama, una mesa de cocina abatible y, entre otras cosas, un armario con ruedas; y estaba muy contento porque un par de d¨ªas antes hab¨ªa encontrado en un todo a cien una tabla de planchar-escalera. Bueno, por eso y porque, al lado de tantos j¨®venes que no pueden salir del domicilio familiar porque no les da el sueldo para independizarse, todav¨ªa se consideraba un privilegiado.
Como Par¨ªs no es s¨®lo el lugar al que van a refugiarse los exiliados como Alberti, sino tambi¨¦n el sitio donde comienzan las revoluciones, parece ser que en Francia los tribunales van a empezar a aceptar denuncias de quienes consideran que no poder acceder a una vivienda digna es ser privados de un derecho constitucional.
Y como resulta que la Constituci¨®n espa?ola tambi¨¦n recoge en su art¨ªculo 47 que "todos los espa?oles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada", y asegura que "los poderes p¨²blicos promover¨¢n las condiciones necesarias y establecer¨¢n las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilizaci¨®n del suelo de acuerdo con el inter¨¦s general para impedir la especulaci¨®n", Juan tuvo la esperanza de que el ejemplo franc¨¦s se propagase a nuestro pa¨ªs al leer la primera parte de ese Art¨ªculo 47, y al leer la segunda, un ataque de risa.
"O sea", exclam¨® entre carcajadas, "que si la especulaci¨®n inmobiliaria es anticonstitucional, ya ves lo que de verdad les importa la Constituci¨®n a todos esos pol¨ªticos que tanto la defienden y van por ah¨ª dando discursos con la boca llena de ces may¨²sculas".
Y como hac¨ªa un fr¨ªo de mil demonios, se meti¨® en un bar a tomarse un caf¨¦ y a pensar en lo raro que es este pa¨ªs, donde en ocasiones la ley parece estar supeditada al dinero y en el que ocurren paradojas y agravios comparativos tan extra?os como el que supone que a los que invocan ciertos art¨ªculos de la Constituci¨®n se les llame patriotas y a los que exigen que se cumplan otros se les llame alborotadores, como suele ocurrir con los colectivos de j¨®venes que, de un tiempo a esta parte, se manifiestan en Madrid y en el resto de las ciudades de Espa?a para pedir que alguien les d¨¦ lo que les corresponde. "Es que lo mismo que hay gente que te roba lo que les pensabas regalar", pens¨® Juan Urbano, "hay otros que te piden casi todo lo que tienes a cambio de darte lo que leg¨ªtimamente ya es, o deber¨ªa ser, tuyo".
Acab¨® el caf¨¦ y, seg¨²n se alejaba calle de Atocha arriba, se dijo: "Ojal¨¢ los colectivos por una vivienda digna no dejen de manifestarse. Ojal¨¢ a todos los que no tienen ninguna casa se les unan los que tienen una de la que no pueda decirse que sea digna y adecuada. Ojal¨¢ lleguen a los tribunales y los jueces les den la raz¨®n. Ojal¨¢ lo que sea, cualquier cosa menos este derecho vulnerado".
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