Gana el PP
Por lo que se refiere a las condenas morales, vayan todas por delante: con el atentado de Barajas, ETA ha reconfirmado su car¨¢cter criminal, su desprecio por la vida humana -la excusa del aviso previo resulta tan indecente ahora como en el caso de Hipercor dos d¨¦cadas atr¨¢s-, su falta absoluta de escr¨²pulos ¨¦ticos. Desde el punto de vista moral -y, ni que decir tiene, penal- la ¨²nica culpable de lo ocurrido en el aeropuerto madrile?o es la banda terrorista.
Asunto distinto es el an¨¢lisis pol¨ªtico del proceso dram¨¢ticamente abortado el 30 de diciembre. El PSOE de Rodr¨ªguez Zapatero, que desde la oposici¨®n hab¨ªa sido el m¨¢s entusiasta impulsor del acuerdo por las libertades y contra el terrorismo de diciembre de 2000, el PSOE que hab¨ªa votado a tambor batiente la Ley de Partidos Pol¨ªticos de 2002, ese PSOE lleg¨® al poder en la primavera de 2004 sin compromiso program¨¢tico ni obligaci¨®n alguna de cambiar la pol¨ªtica antiterrorista que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ven¨ªa desarrollando tras la ruptura de la tregua de 1998-99 y desde la obtenci¨®n de la mayor¨ªa absoluta. Aquella pol¨ªtica que descansaba sobre cuatro pilares: la represi¨®n policial, el acoso judicial, la asfixia pol¨ªtica y la criminalizaci¨®n de cualquier demanda independentista, autodeterminista, soberanista o nacionalista perif¨¦rica en general, por pac¨ªfica que fuese.
Insisto: el PSOE no ten¨ªa contra¨ªda en esta materia ninguna hipoteca, nada parecido a la promesa de retirar las tropas de Irak, por ejemplo. Sin embargo, ya fuese por convicci¨®n sobrevenida o por t¨¢ctica, el hecho es que el presidente Rodr¨ªguez Zapatero decidiera, una vez instalado en La Moncloa, desmarcarse de la pol¨ªtica del big stick de su predecesor y buscarle un atajo negociado a la previsiblemente larga, sangrienta y dolorosa derrota de ETA a manos s¨®lo de polic¨ªas, jueces y funcionarios de prisiones. Y muchos le aplaudimos por ello.
Ahora bien, una vez que el Gobierno socialista escogi¨® transitar por ese camino, la oposici¨®n airada y feroz del Partido Popular -de un PP encallado en el trauma del 11 de marzo- y de sus coros y danzas medi¨¢ticos m¨¢s o menos enloquecidos, los dicterios de entreguismo, las acusaciones de traici¨®n a la patria, los anuncios sobre la inminente entrega de Navarra a las garras separatistas, la instrumentalizaci¨®n de las v¨ªctimas como arma arrojadiza contra el Ejecutivo..., todo esto era perfectamente previsible, formaba parte del gui¨®n. Perm¨ªtanme trazar una analog¨ªa: cuando este mismo Gobierno decidi¨® legalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo, ?acaso el PP no puso el grito en el cielo y no hubo en Madrid manifestaciones multitudinarias "en defensa de la familia" con acopio de obispos, curas y monjas, y no se publicaron pastorales apocal¨ªpticas, y no ha habido jueces refractarios a aplicar la nueva norma, y no se ha acusado a Zapatero de promover el libertinaje y hasta la zoofilia? Ello no obstante, el presidente se mantuvo firme en sus tesis, y la audaz reforma legal se llev¨® a cabo porque la mayor¨ªa parlamentaria as¨ª lo quiso, y el matrimonio homosexual est¨¢ hoy en vigor sin mayores complicaciones.
Por el contrario, y pese a contar con el aval expl¨ªcito del Congreso en su moci¨®n de mayo de 2005, la conducta del Gobierno en la b¨²squeda de un final dialogado de la violencia se ha caracterizado por la timidez, por el acomplejamiento, por la inacci¨®n ante las interferencias dolosas y las maniobras saboteadoras. Por un lado, era bastante inveros¨ªmil que el arsenal pol¨ªtico y jur¨ªdico -Pacto Antiterrorista, Ley de Partidos, endurecimiento de penas hasta bordear la cadena perpetua...- desplegado por Aznar al servicio de su l¨®gica de guerra y victoria pudiese servirle a Zapatero para sus objetivos de di¨¢logo y paz; sin embargo, ¨¦ste se ha negado sistem¨¢ticamente a cancelar o reformar aquellas disposiciones y acuerdos. ?Por miedo, por c¨¢lculo, por falta de convicci¨®n en lo que estaba haciendo?
Al mismo tiempo, ha sido chocante ver, en coincidencia con la tregua y con los contactos entre el Gobierno y ETA, al grup¨²sculo ultraderechista Manos Limpias presentando querellas s¨®lo para enrarecer el ambiente, y a algunos jueces admiti¨¦ndoselas gustosos, mientras otros condenaban a 12 a?os de prisi¨®n al etarra I?aki de Juana Chaos por unas frases en un par de art¨ªculos escritos desde la propia c¨¢rcel. Se objetar¨¢ que esto pertenece al dominio de la independencia judicial. Tal vez, pero ?y la pol¨ªtica penitenciaria? ?Podr¨ªa alguien explicarnos por qu¨¦, durante los nueve meses de alto el fuego, ni un solo terrorista preso ha sido acercado al Pa¨ªs Vasco, cuando incluso Aznar movi¨® a varias decenas en 1998-99?
Naturalmente, no tengo ni idea de si la excarcelaci¨®n de De Juana una vez hubo cumplido su condena inicial, o algunos gestos en materia penitenciaria, pod¨ªan haber evitado la tragedia de Barajas, pero s¨ª s¨¦ que no hubiesen supuesto ning¨²n "precio pol¨ªtico", sino el mero cumplimiento de la ley. Tambi¨¦n creo que, mientras el Partido Popular, el pat¨¦tico se?or Alcaraz y compa?¨ªa acusaban a Rodr¨ªguez Zapatero de estar genuflexo y maniatado ante ETA, de quien el presidente estaba psicol¨®gica y moralmente cautivo era del chantaje del PP, de la AVT, de la radio episcopal, etc¨¦tera, que le han impedido bajo ruidosas amenazas tomar aquellas medidas p¨²blicas de distensi¨®n sin las cuales el proceso de di¨¢logo ten¨ªa poco futuro.
La derecha, en coincidencia objetiva de intereses con la facci¨®n m¨¢s montaraz y bestia de ETA, ha ganado pues esta batalla, y Zapatero ha descubierto dolorosamente que las tautolog¨ªas y los buenos augurios no bastan para resolver un problema tan enquistado. El pasado 19 de diciembre, el inquilino de La Moncloa declar¨®: "Si el proceso de paz no sale bien, la responsabilidad es m¨ªa". A la vista de las ¨²ltimas encuestas de intenci¨®n de voto, tal parece que muchos ciudadanos ya han empezado a exig¨ªrsela.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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