Vuelve el tranv¨ªa chicharrero
La Laguna recupera el transporte sobre ra¨ªles que la conecta con Santa Cruz
Palacios, conventos, iglesias y hasta 600 edificios catalogados. A partir de abril, un veh¨ªculo ecol¨®gico comunicar¨¢ a los usuarios desde Santa Cruz hasta la hist¨®rica La Laguna.
Que la Unesco declare una ciudad viva patrimonio de la humanidad no es exactamente una meta; es m¨¢s bien el arranque de un c¨²mulo de cuestiones a debatir y resolver. ?Qu¨¦ hacer con los bienes catalogados para integrarlos en el fluir cotidiano de la ciudad? La Laguna puede ser un caso ejemplar. Fue distinguida por la Unesco en 1999 debido a sus m¨¦ritos singulares, como ser la primera ciudad colonial (creada ex novo por colonos en territorio ultramarino), concebida como ciudad-territorio, abierta, sin murallas ni defensas medievales, como polis humanista para el comercio y la pac¨ªfica convivencia. Conjugar ese legado con las urgencias del presente es un reto de alcance tan universal como la propia distinci¨®n.
1 Modelo para el Nuevo Mundo
Aunque tuvo un parto confuso (en la Villa de Arriba, an¨¢rquicamente crecida en torno a la iglesia de la Concepci¨®n), un lustro m¨¢s tarde (1502), el adelantado o gobernador desplazaba el centro de gravedad a la plaza del Adelantado, creando la Villa de Abajo. Ambos polos quedaban trabados por arterias principales (calles Reales), cortadas por otras en forma de tablero, con espacios o plazas que permiten leer el mapa urbano como una constelaci¨®n o una carta de navegaci¨®n; un tributo al ideario renacentista de la ¨¦poca y un modelo para las colonias a fundar en Am¨¦rica.
Esos viales se poblaron de edificios acordes a una sociedad estamental: iglesias, conventos y ermitas para los cl¨¦rigos, palacios para regidores y terratenientes, y hasta cinco tipos de casa para la clase llana (terrera, sobradada, comercial, almac¨¦n o casa armera). La cuesti¨®n es que, entre unos y otros, suman cerca de 600 edificios catalogados. Y es que las malas pasadas de la historia resultaron una bendici¨®n para La Laguna: a finales del siglo XVIII, la capitalidad insular se traslad¨® a Santa Cruz. Lo cual sumi¨® a la primera en cierta apat¨ªa, con escasez de fondos para meterse en obras. Dos cosas quedaron: el poder clerical (al crearse en 1813 di¨®cesis propia) y la universidad, fundada en 1742 y que sigue desempe?ando un papel fundamental. El casco antiguo de San Crist¨®bal de La Laguna mantiene intacta su planta, y la abundancia de edificios nobles, de bajo perfil y estallante colorido, junto a la exuberancia tropical de la vegetaci¨®n, dan al paseante la sensaci¨®n de estar inmerso en un ut¨®pico y grato sal¨®n de tiempos del virreinato.
2 El legado de la modernidad
La abundancia de inmuebles de los siglos XVII y XVIII no puede ensombrecer lo que vino despu¨¦s. Sobre todo la arquitectura del siglo XX, que rompi¨® con la tradici¨®n. La corriente modernista apenas hizo mella, y tampoco hay en La Laguna muchos ejemplos de racionalismo: Casa Castro Cull¨¦n, de Domingo Pisaca (1937); Casa Perera, de J. E. Marrero (1935), o las viviendas del Camino Largo, de Rub¨¦ns Henr¨ªquez. M¨¢s importancia tuvieron las corrientes regionalista y ecl¨¦ctica.
Pero es la universidad la que m¨¢s lanzas ha roto por la vanguardia. Si bien la Universidad Central de Domingo Pisaca (1944) queda estancada en el neoherreriano franquista, ya el instituto La Laboral, obra de los arquitectos locales Javier D¨ªaz-Llanos y Vicente Saavedra (1977), da muestras de est¨¦tica brutalista y deja apreciar de forma n¨ªtida la textura y propiedades de los materiales. Esa misma est¨¦tica impera en la Facultad de Derecho del campus de Guajara, terminada seis a?os despu¨¦s seg¨²n planos de Francisco Artengo, Jos¨¦ ?ngel Dom¨ªnguez y Carlos Schwartz. Junto a ella, el colegio Santa Rosa de Lima (1970) trajo a la isla los usos de la arquitectura n¨®rdica de los a?os cincuenta.
A¨²n habr¨ªa que citar otros edificios acad¨¦micos imbuidos de aires nuevos: la Biblioteca Universitaria (de los mismos art¨ªfices que la Facultad de Derecho), el Centro de Formaci¨®n del Profesorado (1970), las viviendas para catedr¨¢ticos de la calle de Heraclio S¨¢nchez o el Museo de la Ciencia y el Cosmos (1993).
3 Revivir la ciudad
El ingente patrimonio y el t¨ªtulo otorgado por la Unesco son dos componentes qu¨ªmicos de reacci¨®n delicada. Hay que conservar, lo cual supone tambi¨¦n restaurar. Hay que adecuar el entorno, lo cual supone obras de infraestructura: soterrar cableados, peatonalizar calles, ordenar el tr¨¢fico y crear aparcamientos (la adecuaci¨®n de la plaza del Cristo o de San Francisco es uno de los logros m¨¢s plausibles); incluso recuperar cosas que nunca debieron perderse, como el popular tranv¨ªa que utilizaban los chicharreros (apodo de los tinerfe?os) y que unir¨¢ de nuevo, a partir de abril, la c¨¦ntrica avenida de la Trinidad con Santa Cruz. El original funcion¨® de 1901 a 1951, y el que ahora se recupera, con cambios en el trazado, tardar¨¢ unos 37 minutos en hacer el recorrido (12,3 kil¨®metros).
Y sobre todo, hay que dar alguna utilidad a los inmuebles. La pol¨ªtica seguida a este respecto en La Laguna ofrece pocos reparos, teniendo en cuenta la complejidad derivada de la propiedad de los edificios, que pueden tener amos p¨²blicos o privados. La herramienta en vigor desde hace un a?o es el PEP (Plan Especial de Protecci¨®n del centro hist¨®rico). Su fin es que la ciudad se mantenga viva, y para ello se determina qu¨¦ se puede hacer en cada inmueble seg¨²n su estado. No hay mayor problema en los que son de titularidad p¨²blica; algunos palacios y conventos est¨¢n ocupados por la Administraci¨®n (casas del Corregidor y de los Capitanes Generales; el convento de San Agust¨ªn aloja el Instituto de Canarias y salas de exposiciones; el de Santo Domingo, oficinas de la Junta Canaria); otros son museos (Casa Lercaro); el hospital de los Dolores (1515) es una biblioteca municipal a punto de inaugurarse.
Otros edificios son confiados a bancos o empresas privadas en r¨¦gimen de usufructo. Pero es que muchos de los bienes catalogados son de propiedad privada. En ese caso, la autoridad municipal s¨®lo puede hacer una cosa (aparte de aplicar las normas de protecci¨®n): incentivar al propietario con subvenciones. A ra¨ªz de esta pol¨ªtica, las calles se est¨¢n remozando a velocidad de v¨¦rtigo. Uno de los palacios m¨¢s hermosos, el de Nava, podr¨ªa ser convertido en parador, y la antigua f¨¢brica de ?lvaro, o de tabacos, ser¨¢ en breve hotel de lujo. Menci¨®n especial merece la residencia San Agust¨ªn, de la calle de Nava y Grim¨®n; realizada en 1993 por el equipo de arquitectos Artengo-Menis-Pastrana, ha recibido varios premios y, lo que es m¨¢s importante, posee el valor de lo ejemplar: la memoria de los cl¨¢sicos (como Le Corbusier) est¨¢ amasada con materiales y elementos que se funden y mimetizan con el resto de edificaciones, de corte tradicional. Seguramente, ¨¦se es el camino a seguir en estas ciudades insignes, si no se quiere que perezcan asfixiadas por el peso de la p¨²rpura.
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