Belleza fuera de lo com¨²n
El mundo del toro centra el argumento de esta obra singular creaci¨®n de Israel Galv¨¢n. Son seis coreograf¨ªas que se identifican con la lidia de seis toros, que llevan en el programa de mano incluso sus nombres. Claro que luego, vistos en el escenario, la identificaci¨®n ya es m¨¢s problem¨¢tica. El baile de Israel es decididamente abstracto, y cuesta bastante equipararlo a esa hipot¨¦tica lidia de que habl¨¢bamos, a la que las referencias son siempre m¨¢s o menos caprichosas. Pese a lo cual el baile que se nos ofrece emociona, en un sinf¨ªn de evoluciones del protagonista dif¨ªciles de explicar.
El protagonismo de Israel es incuestionable. M¨¢s de 90 minutos bailando constantemente suponen un esfuerzo desmedido, ya que adem¨¢s no es un baile f¨¢cil el que hace. Al contrario, es un baile sumamente dif¨ªcil, en que el bailaor se somete a toda suerte de ejercicios que a veces incluso se nos antoja que no entran en el calificativo de bailes. Lo que hace Israel Galv¨¢n es otra cosa, tiene mucho de baile pero tambi¨¦n hay otra clase de ejercicios atl¨¦ticos que le exigen un notable esfuerzo corporal.
Arena
Baile: Israel Galv¨¢n. Artistas invitados: David Lagos y Diego Carrasco (cante), charanga Los Sones. Guitarra: Alfredo Lagos. Gaita del Gastor: Mercedes Bernal. Teatro Espa?ol. Madrid, 12 de enero.
Obra inclasificable
Gran creaci¨®n, en cualquier caso, de Israel Galv¨¢n, ¨²nico bailaor en escena de esta obra inclasificable. Lo que ¨¦l hace con todo su cuerpo es admirable, de una belleza rara veces vista. Poco de lo que asoma a este escenario puede juzgarse seg¨²n los c¨¢nones ya conocidos del baile flamenco. Todo es nuevo, o nov¨ªsimo, complicado por una serie de movimientos apenas vistos en espect¨¢culos anteriores. Ni siquiera de Israel Galv¨¢n, que hace una demostraci¨®n fant¨¢stica de imaginaci¨®n. Inventiva y creaci¨®n.
El maestro Enrique Morente, en v¨ªdeo, hace unos cantes en los intermedios de cada toro, con letras alusivas casi siempre. Son cantes que ponen al p¨²blico en situaci¨®n, aunque tampoco aclaran demasiado. Pero esos v¨ªdeos parecen muy oportunos porque el cantaor est¨¢ sentado entre un p¨²blico vociferante, para bien o para mal, que de alguna manera queda implicado en lo que vemos.
Todos los que colaboran con Galv¨¢n en esta obra lo hacen de manera muy acertada y comedida. La aparici¨®n de Diego Carrasco durante la lidia de uno de los toros -el cuarto- pone un punto de calidad especial porque rompe en cierta manera con el tono general de la obra. Israel hace su baile sin variar el sentido del mismo, pero esta coreograf¨ªa tiene una tensi¨®n muy singular y quiz¨¢s m¨¢s expl¨ªcita que el resto. En cualquier caso, vimos un espect¨¢culo redondo, ya lo hemos dicho, de una belleza fuera de lo com¨²n.
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