Las ense?anzas de un esc¨¢ndalo
Consecuencias del caso del arzobispo de Varsovia, Stanislaw Wielgus
?Qu¨¦ ocurre cuando el nuevo arzobispo de Varsovia se comprometi¨® en los a?os setenta a espiar para el r¨¦gimen comunista? Al exigir que saliera a la luz el pasado comunista, la derecha polaca ha acabado desvelando su propio pasado.
?Qu¨¦ pasa cuando el nuevo arzobispo de Varsovia firm¨® en los a?os setenta un acuerdo secreto en el que se compromet¨ªa a espiar para los comunistas?
El 'caso Wielgus' ense?a a la perfecci¨®n la necesidad de revelar a tiempo, con limpieza y exhaustivamente el pasado dictatorial en toda su complejidad
El esc¨¢ndalo ya ha servido para hacer a?icos la imagen del pasado en blanco y negro que hab¨ªan construido los gemelos Kaczynski y Radio Maryja
En los ¨²ltimos a?os, los gemelos cat¨®licos de derechas que gobiernan Polonia han propuesto dos art¨ªculos de fe pol¨ªtica: el primero, que la fuerza y la integridad moral de la naci¨®n polaca se apoya en la roca de la Iglesia cat¨®lica; y el segundo, que la debilidad y la corrupci¨®n de la vida p¨²blica en Polonia son consecuencia de no haberla limpiado de antiguos colaboradores con el r¨¦gimen comunista. ?Qu¨¦ ocurre cuando resulta que el nuevo arzobispo de Varsovia firm¨® en los a?os setenta un acuerdo secreto en el que se compromet¨ªa a espiar para los comunistas?
Lo que ocurre es la escena, al mismo tiempo, dram¨¢tica y grotesca, que se desarroll¨® en la catedral de San Juan de Varsovia el domingo pasado. Se celebra una misa, supuestamente para investir al nuevo arzobispo, Stanislaw Wielgus, que hab¨ªa tomado posesi¨®n el viernes anterior a pesar de las revelaciones period¨ªsticas sobre su pasado oculto. Sin embargo, en vez de la investidura, el arzobispo, engalanado con todas las vestimentas episcopales, anuncia su dimisi¨®n. Sentado en la primera fila de la congregaci¨®n, el presidente de Polonia, Lech Kaczynski (el gemelo n¨²mero 1), empieza a aplaudir (dicen los rumores que intercedi¨® personalmente ante el Papa para obtener este resultado). Pero deja de aplaudir inmediatamente al o¨ªr que de la parte posterior de la nave surgen gritos de: "?No! ?No! ?Qu¨¦date con nosotros!". ?l sabe qui¨¦n grita. Es su gente, viejas se?oras con gorras de mohair y hombres de mediana edad y narices protuberantes que escuchan religiosamente Radio Maryja (es decir, Mar¨ªa), la influyente emisora cat¨®lica de derechas que contribuy¨® a que llegaran al poder ¨¦l y su hermano Jaroslaw (el gemelo n¨²mero 2).
Gorras de 'mohair'
Por lo visto, las gorras de mohair no est¨¢n de acuerdo con el presidente, que cree que el arzobispo, en situaci¨®n delicada, debe dimitir. Se equivoque o no, es nuestra Iglesia. Salvo que la Iglesia no puede equivocarse, ?verdad? As¨ª que hacen lo que suelen hacer muchos cuando no les gusta lo que oyen: echan la culpa a los medios de comunicaci¨®n. "Los medios mienten", gritan despu¨¦s en la calle.
El primado de Polonia parece estar de parte de las gorras de mohair. En una homil¨ªa extraordinaria, el cardenal primado Jozef Glemp clama contra quienes juzgan al arzobispo Wielgus por lo que llama, con desprecio, "unos trozos de papel y unos documentos fotocopiados por tercera vez". Pero sabe que el Papa ya ha aceptado la dimisi¨®n del arzobispo Wielgus y que ha expresado su pesar pero su aprobaci¨®n. ?Est¨¢ criticando, pues, el primado al Papa?
La inolvidable escena de la catedral de Varsovia ilumina, como una alegor¨ªa medieval, los dilemas a los que se enfrenta media Europa desde la ca¨ªda del comunismo. ?Recordar u olvidar? ?Abrir los archivos o dejarlos bajo llave? ?Depurar o no depurar? Algunos pueden decir que este caso demuestra, una vez m¨¢s, qu¨¦ peligroso es abrir la caja de Pandora. Es mucho mejor pensar que lo pasado, pasado est¨¢, como hizo Espa?a despu¨¦s de Franco. Yo opino todo lo contrario. El caso de Wielgus ense?a a la perfecci¨®n la importancia de revelar a su debido tiempo, escrupulosamente, con limpieza y de forma exhaustiva el pasado dictatorial en toda su complejidad. La verdad acaba saliendo de todos modos. ?Habr¨ªa sido mejor que, dentro de 50 a?os, los cat¨®licos polacos hubieran descubierto al abrir unos archivos sellados que su amado arzobispo, tal vez posteriormente primado y -qui¨¦n sabe- quiz¨¢ incluso segundo Papa polaco, hab¨ªa compartido mesa con el diablo comunista?
Es evidente que unas informaciones de prensa sensacionalistas, parciales y basadas en filtraciones no son la mejor forma de descubrir las cosas. Saber un poco es muy peligroso. Pero el remedio para eso es saber m¨¢s, y m¨¢s cada vez, hasta que la gente empieza a ver la verdad hist¨®rica en todos sus matices. Este esc¨¢ndalo ya ha servido para hacer a?icos la simplista imagen del pasado en blanco y negro que hab¨ªan construido los gemelos Kaczynski, Radio Maryja y otras instituciones semejantes. Para ellos, cualquiera que vest¨ªa el negro sacerdotal era totalmente blanco, y cualquiera que alguna vez, aunque fuera muy brevemente, llev¨® el rojo comunista, era completamente negro. Ahora resulta que el arzobispo de negro fue el esp¨ªa rojo, y todos los colores est¨¢n mezclados.
El proceso de desvelar el confuso pasado va a proseguir, a pesar de que la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica ha intentado resistirse. Aparte de todo, los cat¨®licos polacos j¨®venes, que tienen las manos limpias, lo est¨¢n exigiendo. Acaba de dimitir otro veterano sacerdote. Dentro de poco, un cura de Cracovia va a publicar un libro en el que da los nombres de 39 presuntos colaboradores dentro del clero, entre los que afirma que hay cuatro que hoy son obispos.
No obstante, nunca conoceremos todos los hechos, porque muchos de los expedientes del Departamento IV en los servicios de seguridad, que era el encargado de la Iglesia, se destruyeron al acabar el periodo comunista. Quiz¨¢ por eso el arzobispo Wielgus se sent¨ªa a salvo de su turbio pasado. Su historia reapareci¨® en forma de la copia en microfilme de un expediente que pertenec¨ªa al Departamento de Informaci¨®n Exterior, al que ¨¦l se hab¨ªa comprometido a facilitar datos, primero con el seud¨®nimo Adam Wysocki y luego con el apropiado apodo de Gris. He podido leer varias p¨¢ginas de ese documento en facs¨ªmil, que est¨¢n disponibles en internet. No son, ni mucho menos, "unos trozos de papel"; son ejemplos casi de manual de un t¨ªpico expediente de los servicios secretos comunistas, con el lenguaje acartonado y la perspectiva distorsionada (que, casi invariablemente, exagera el deseo de colaborar del informador) que me resultan familiares por los documentos de otros servicios de seguridad del bloque sovi¨¦tico.
La migaja inocente
La historia que relatan tambi¨¦n es conocida. Stanislaw Wielgus era un hombre ambicioso en lo acad¨¦mico y lo personal, procedente de un entorno rural pobre y conservador. Quer¨ªa ir a estudiar a Alemania occidental para sentarse a los pies de te¨®logos alemanes como el Papa actual. Firm¨® un acuerdo por el que se compromet¨ªa a colaborar a cambio de poder irse. Dice que no hizo da?o a nadie. Eso es lo que siempre dicen. Pero lo fundamental de un sistema de inteligencia de ese tipo es, precisamente, que el informador individual no comprende el valor que tiene, en todo el rompecabezas, la migaja aparentemente inocente que ha arrojado al perro de la polic¨ªa secreta que anda detr¨¢s de ellos.
Muchos firmaron declaraciones similares. Pero muchos otros no, y pagaron el precio; por ejemplo, no les dejaron ir a estudiar al extranjero, ni pudieron forjarse carreras decentes. En comparaci¨®n con otros fallos humanos, ¨¦ste no fue muy grave. Los que hemos tenido la suerte de crecer en un pa¨ªs libre deber¨ªamos preguntarnos: ?qu¨¦ habr¨ªa hecho yo? ?Habr¨ªa firmado? Ahora bien, est¨¢ claro que un hombre as¨ª no debe ser arzobispo de Varsovia, sobre todo porque no ha confesado su pasado hasta que no le ha quedado m¨¢s remedio.
La primera vez que fui a Varsovia, hace casi 30 a?os, cuando gobernaban los comunistas, me encontr¨¦ en la iglesia de San Antonio de Padua con un monje que me mostr¨®, durante mi visita, las placas conmemorativas en las que se indicaba que tal persona hab¨ªa muerto en Katyn en 1940; es decir, asesinada por los sovi¨¦ticos, un hecho rotundamente negado por la propaganda comunista oficial. Como yo no hablaba entonces polaco y ¨¦l, por lo visto, no hablaba ninguna otra lengua viva, la comunicaci¨®n fue dif¨ªcil. Pero encontr¨¦ una v¨ªa. "?Fortis est veritas", dije, "et praevalebit!". (La verdad es fuerte y prevalecer¨¢). Nunca olvidar¨¦ su sonrisa encantada. Era un buen lema para la Polonia de entonces y creo que sigue si¨¦ndolo para la de ahora. Y no s¨®lo para Polonia.
Timothy Garton Ash ha escrito sobre su experiencia con la polic¨ªa secreta comunista en su libro The File.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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