Adi¨®s a las cadenas
Una biograf¨ªa recuerda a Victoria Kent, que fue directora general de Prisiones en la II Rep¨²blica
Nacido en Valencia en 1956, es licenciado en Historia Contempor¨¢nea y se dedica al periodismo desde los a?os setenta. En 1986 ingres¨® en la redacci¨®n de EL PA?S. Es autor de los libros 'Espa?oles en los Balcanes' y 'Ana Bel¨¦n, biograf¨ªa de un mito, retrato de una generaci¨®n'.
Victoria Kent. Una pasi¨®n republicana.
Editorial Debate
La abogada y pol¨ªtica Victoria Kent (M¨¢laga, 1892-Nueva York, 1987) fue una de las espa?olas m¨¢s sobresalientes del siglo XX. Esta biograf¨ªa, que se publica la semana pr¨®xima, narra la vida de una de las pioneras m¨¢s desconocidas de la reciente historia de Espa?a.
La directora general aplic¨® la mejor pedagog¨ªa republicana, es decir, les pidi¨® tiempo y confianza a los presos y les prometi¨® una reforma penitenciaria a fondo
Con 39 a?os, Victoria Kent pas¨® a formar parte del equipo del ministro de Justicia, Fernando de los R¨ªos, y fue la ¨²nica mujer del Gobierno provisional de la II Rep¨²blica
La directora general de Prisiones se convirti¨®, en los primeros meses de la andadura republicana, en una de las mujeres m¨¢s odiadas por los sectores conservadores
Cada medida revelaba que estaba dispuesta a terminar de un plumazo con las condiciones infrahumanas y denigratorias en las que viv¨ªan los presos
Ella aparece de perfil en una foto de la ¨¦poca, vestida con un largo abrigo oscuro de entretiempo, tocada con su cl¨¢sica boina, zapatos y medias negras, mientras atiende las explicaciones de uno de sus ayudantes, un tipo treinta?ero, con chaqueta, gafas y pajarita. La flamante directora general de Prisiones acaba de llegar a Santander, unas semanas despu¨¦s de tomar posesi¨®n de su cargo, y se dispone a trasladarse al penal de El Dueso dentro de su programa de visitas a las c¨¢rceles espa?olas. Victoria Kent estaba muy preocupada porque le hab¨ªan llegado inquietantes noticias de que los reclusos preparaban un mot¨ªn. Se enfrentaba a una prueba de fuego y as¨ª lo recordaba en un art¨ªculo publicado en abril de 1976, cuarenta y cinco a?os despu¨¦s del episodio: "Medit¨¦ y decid¨ª mi viaje. Orden¨¦ formar a la poblaci¨®n reclusa en el gran patio. Les habl¨¦ desde una plataforma all¨ª instalada y dije que el gobierno se interesaba especialmente por la reforma de las c¨¢rceles y presidios... que se iba a mejorar en lo posible la vida del penal. Pero teniendo noticias de que algunos estaban armados, la primera condici¨®n que pon¨ªa era la del desarme inmediato. Lo recuerdo como si lo hubiera vivido ayer. El personal que estaba detr¨¢s de m¨ª qued¨® sobrecogido. Siguieron unos minutos de silencio e incertidumbre, cuando de un lejano rinc¨®n situado a la derecha, surgi¨® un recluso joven, fuerte y decidido,y tomando el arma que llevaba en el bolsillo, la tir¨® al extremo del patio. A continuaci¨®n una lluvia de armas fue dirigida al mismo rinc¨®n. El penal qued¨® desarmado. Agradec¨ª, no sin emoci¨®n, el rasgo viril y respetuoso, y promet¨ª lo que m¨¢s tarde se fue realizando en el penal: el arreglo de un campo de deportes y la puesta en marcha de talleres de trabajo. Al d¨ªa siguiente asist¨ª a la comida en com¨²n, las caras me sonre¨ªan ... Este episodio constituye uno de los m¨¢s fuertes recuerdos de mi vida".
Pedagog¨ªa republicana
No es de extra?ar que fuera uno de sus recuerdos m¨¢s impresionantes. El todav¨ªa hoy penal de El Dueso se alza como una imponente fortaleza sobre un acantilado de la playa c¨¢ntabra de Berria, cerca de Santo?a. Cabe imaginar, observando sus muros y torretas, el coraje que Victoria Kent necesit¨® desplegar para enfrentarse a aquellos presos sucios, violentos y mal alimentados, condenados a una vida indigna durante a?os y sin la m¨¢s m¨ªnima esperanza de redenci¨®n. En realidad, no hizo otra cosa la primera mujer que ocupaba un alto cargo en Espa?a que aplicar la mejor pedagog¨ªa republicana, es decir, les pidi¨® tiempo y confianza a los presos y les prometi¨® una reforma penitenciaria a fondo que removiera la podredumbre de una de las instituciones m¨¢s s¨®rdidas de la monarqu¨ªa: las prisiones. "Se?ores", les grit¨® a los presos de El Dueso, "la Rep¨²blica posee medios sobrados para obligarles a deponer su actitud y acabar con esta situaci¨®n. Pero espero que tiren las armas al suelo".
Pocos juristas en aquella ¨¦poca atesoraban tantos m¨¦ritos como ella para ocupar ese puesto. Admiradora y heredera de la reformadora de prisiones Concepci¨®n Arenal, una de las espa?olas pioneras del siglo XIX; disc¨ªpula en la Universidad de Madrid del profesor Luis Jim¨¦nez de As¨²a, un penalista de ideas avanzadas y liberales; y pasante m¨¢s tarde del abogado republicano de izquierdas ?lvaro de Albornoz, lo bien cierto es que Victoria Kent se hab¨ªa inclinado siempre por la defensa de los d¨¦biles. ?Y qui¨¦nes eran los m¨¢s d¨¦biles sino aquellos reclusos hacinados en cuartuchos inmundos que eran tratados como la escoria de la sociedad? ?Qui¨¦nes necesitaban m¨¢s del aliento de una Rep¨²blica que se hab¨ªa propuesto defender los derechos de los oprimidos por encima de todo? ?Qui¨¦nes ped¨ªan a gritos liberarse de sus cadenas en el sentido literal de la expresi¨®n? Apenas dos d¨ªas despu¨¦s de la jubilosa proclamaci¨®n de la Rep¨²blica en las calles, el presidente Alcal¨¢ Zamora llam¨® por tel¨¦fono al domicilio-despacho de la ya c¨¦lebre abogada: "Victoria, ?quiere usted prestarnos su colaboraci¨®n? Sin vacilar un momento le respond¨ª: 'Con entusiasmo y toda mi voluntad, estoy a sus ¨®rdenes'. Deseamos asignarle el puesto de directora general de Prisiones. No tengo que decir que, en el acto, con emoci¨®n acept¨¦ el requerimiento del presidente. Ning¨²n otro cargo pod¨ªa complacerme m¨¢s. Lo acept¨¦ con la plena convicci¨®n de las dificultades que llevaba aparejado semejante cargo y principalmente por estimar que la reforma del reglamento penitenciario en Espa?a era uno de los grandes problemas que se deb¨ªan acometer".
La ilusi¨®n de su vida
Con 39 a?os reci¨¦n cumplidos, Victoria Kent pasa a formar parte del equipo del ministro de Justicia, Fernando de los R¨ªos, una de las cabezas m¨¢s brillantes de la Rep¨²blica e impulsor en el pasado de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. Como ¨²nica mujer del Gabinete se integra en el primer Gobierno provisional republicano, que cuenta en sus filas con amigos y compa?eros del Partido Radical Socialista, como Marcelino Domingo y ?lvaro de Albornoz, en las carteras de Instrucci¨®n P¨²blica y Fomento, respectivamente. La abogada malague?a va a sentirse muy a gusto en su puesto, porque impulsar la reforma penitenciaria en un r¨¦gimen de libertades hab¨ªa sido una de las grandes ilusiones de su vida.(...)
Victoria Kent ha vuelto a hacer historia. Pasado ese momento de gloria, se pondr¨¢ a trabajar y desplegar¨¢ una actividad febril en los catorce meses que ocup¨® el puesto. Sus tres primeras ¨®rdenes, publicadas entre el 22 de abril y el 13 de mayo de 1931 en la Gaceta Oficial, no ofrecen dudas sobre sus intenciones reformadoras, una aut¨¦ntica revoluci¨®n. Las primeras disposiciones se refer¨ªan a liberar a los presos de la obligaci¨®n que ten¨ªan de asistir a los actos religiosos cat¨®licos, as¨ª como el permiso para leer la prensa si no estaban incomunicados, a incrementar la raci¨®n alimenticia de los reclusos, y a retirar de las c¨¢rceles todas las cadenas, grilletes y hierros similares, que en 1931 todav¨ªa perpetuaban pr¨¢cticas medievales para los reclusos que estuvieran castigados. En un gesto cargado de simbolismo y gratitud, la nueva directora general encarg¨® que el hierro fundido sirviera para levantar un monumento a Concepci¨®n Arenal en el paseo de Rosales de Madrid. Nacida en Ferrol en 1820 y fallecida en Vigo en 1893 -cuando Victoria empezaba a corretear con un a?o de edad por M¨¢laga, en el otro extremo de la Pen¨ªnsula-, Arenal represent¨® un permanente motivo de est¨ªmulo para la andaluza, un modelo de mujer que aspiraba a imitar. Autodidacta en buena medida, visitadora de prisiones de mujeres e inspectora de Casas de Correcci¨®n, que lleg¨® a ser secretaria general de la Cruz Roja espa?ola en 1871, la fil¨¢ntropa gallega se ocup¨® en especial de los presos en un esfuerzo, a contracorriente de las convenciones sociales del siglo XIX, que Victoria reverenci¨®. (...)
Algunas autoras, como Mar¨ªa Telo N¨²?ez, han llegado a fundir tanto a las dos mujeres que consideran, sin ninguna duda, a la malague?a heredera y continuadora de la obra de la gallega. En un art¨ªculo publicado el 10 de agosto de 1931 en el diario La Voz y titulado Hombres y prisiones, Victoria Kent recuerda de esta forma a Concepci¨®n Arenal al explicar la necesidad de una reforma penitenciaria: "Una prisi¨®n es un peque?o mundo habitado por seres humanos libres ayer, ca¨ªdos en desgracia hoy, y ella debe darles lo que falt¨® en sus vidas para incorporarse a esta sociedad arrolladora y arbitraria. Una prisi¨®n debe ser, y ser¨¢ si as¨ª nos lo proponemos, una escuela, un taller, un sanatorio; necesita la c¨¢rcel nuestra colaboraci¨®n, nuestra asistencia y nuestro consuelo. Espa?a emprende nuevos caminos, nuevas empresas, Espa?a quiere borrar y quiere olvidar su pasado, y volviendo la mirada al sector penitenciario no podemos sino recordar las palabras de Concepci¨®n Arenal, aquel esp¨ªritu encarnaci¨®n de la justicia, que dec¨ªa: 'Trat¨¢ndose de prisiones, el pasado no puede inspirar simpat¨ªa m¨¢s que a los verdugos'. Caminos nuevos, claros amaneceres. Espa?a necesita saber la verdad de sus problemas, la verdad con su acritud, si se quiere, pero con su gran poder cauterizante".
Como un vendaval
Como un vendaval, como si presintiese que iba a contar con poco tiempo para su reforma, irrumpi¨® Victoria en su nuevo cargo. Su sublimaci¨®n por el trabajo y la lucha por sus ideales conflu¨ªan ahora en la Direcci¨®n General de Prisiones. Cada medida, cada disposici¨®n revelaba que estaba dispuesta a terminar de un plumazo con las condiciones infrahumanas y denigratorias en las que viv¨ªan los presos. Orden¨® colocar un buz¨®n de reclamaciones en el patio central de cada c¨¢rcel, autoriz¨® a los funcionarios a hacer p¨²blicas sus reivindicaciones en los peri¨®dicos, cre¨® la secci¨®n femenina auxiliar del Cuerpo de Prisiones para sustituir a las monjas en la atenci¨®n de las presas, prohibi¨® que los reclusos fueran trasladados a pie a nuevos destinos, indult¨® a los penados que ten¨ªan m¨¢s de setenta a?os y fund¨® el Instituto de Estudios Penales, que dirigir¨¢ su antiguo profesor Luis Jim¨¦nez de As¨²a. Pero, al lado de esta gran tarea pol¨ªtica para mejorar el funcionamiento de las prisiones, Victoria no olvid¨® los siempre trascendentales detalles cotidianos y convoc¨®, por ejemplo, un concurso a mediados de 1931 para la adquisici¨®n de mil quinientas mantas de pura lana con destino a las c¨¢rceles. Estas carencias tan elementales daban una idea perfecta de las condiciones de la vida penitenciaria antes de la llegada de la Rep¨²blica. Para aliviar el hacinamiento y garantizar los derechos de los presos puso en marcha, asimismo, un plan de construcci¨®n de nuevos centros penitenciarios que incluy¨® c¨¢rceles en Valladolid, Santander, Ciudad Real y Granada, entre otras provincias, al tiempo que clausuraba prisiones como la madrile?a de Colmenar Viejo a la espera de su restauraci¨®n y trasladaba a los internos a San Lorenzo de El Escorial. Poco despu¨¦s de ocupar su despacho en la direcci¨®n general del Ministerio de Justicia, situado en un caser¨®n de la c¨¦ntrica calle madrile?a de San Bernardo, se dio cuenta de que muchas c¨¢rceles de partidos judiciales, situadas en escuelas, establos o casas particulares de peque?os municipios, no reun¨ªan las m¨ªnimas condiciones, y comprob¨® tambi¨¦n que algunos centros penitenciarios no albergaban apenas a prisioneros. Por ello, resolvi¨® suprimir 115 c¨¢rceles, en ocasiones contra la voluntad de unos vecinos que contemplaban los penales m¨¢s como una fuente de ingresos y de riqueza que como un motivo de inseguridad. Cabe subrayar que, al proclamarse la Rep¨²blica, hab¨ªa en Espa?a el mismo n¨²mero de c¨¢rceles que un siglo antes y con igual distribuci¨®n territorial. Del mismo modo, con la misma valent¨ªa y determinaci¨®n con las que tuvo que desafiar a los agresivos presos de El Dueso en el patio de la prisi¨®n, hubo de convencer desde el balc¨®n del ayuntamiento a los vecinos de Chinchilla, que la recibieron con una manifestaci¨®n al grito de "?Queremos el penal!" Durante su visita a este presidio albacete?o, instalado en un viejo castillo en medio de un p¨¢ramo, la directora general comprob¨® que el recinto carec¨ªa de calefacci¨®n y de agua corriente y se encontr¨® incluso con reclusos que estaban tirados en el suelo v¨ªctimas de lesiones en todo el cuerpo a causa del fr¨ªo.
Estaba claro que no era ni mucho menos f¨¢cil la tarea de la directora general, que ten¨ªa que bregar a diario con la incomprensi¨®n social, incluso de sectores de la izquierda, hacia el abandono de las prisiones y con las campa?as de la prensa conservadora, que juzgaba de poco menos que subversivas las medidas que iba promulgando. Junto con la abolici¨®n de las cadenas y la supresi¨®n de c¨¢rceles, la medida que m¨¢s expectaci¨®n suscit¨® fueron los permisos de salida para los presos, unas autorizaciones de ida y vuelta que nada ten¨ªan que ver con la libertad condicional, pero que generaron una aut¨¦ntica alarma social. Sin embargo, los presos beneficiados fueron tan cuidadosamente elegidos que, en palabras de la directora, "ni uno solo de los reclusos que disfrut¨® de este permiso dej¨® de presentarse en la prisi¨®n en la fecha que le fue fijada". Los permisos no se conced¨ªan de modo arbitrario y s¨®lo afectaban a reclusos que presentaran circunstancias familiares realmente importantes, como la enfermedad o fallecimiento de alg¨²n allegado o el nacimiento de un hijo. Adem¨¢s, las autorizaciones de salida nunca exced¨ªan de cuatro o cinco d¨ªas. Pero el verdadero grito en el cielo lo lanzaron la Iglesia cat¨®lica y sus organizaciones pol¨ªticas y sociales afines cuando la directora general baraj¨® la posibilidad de permitir que los presos pudieran recibir visitas de sus mujeres determinados d¨ªas al mes para que no estuvieran privados de una vida sexual normalizada. Acusaciones de incitar a la prostituci¨®n en las c¨¢rceles y de fomentar la inmoralidad p¨²blica estuvieron a la orden del d¨ªa de los furibundos ataques contra la responsable de Prisiones, que, en los primeros meses de la andadura republicana, se convirti¨® en una de las mujeres m¨¢s odiadas por los conservadores. Sectores de la derecha pol¨ªtica, period¨ªstica y eclesi¨¢stica no dudaron en utilizar todo aquello que pensaron que pod¨ªa desacreditar a la directora general, incluidas las veladas recriminaciones por su lesbianismo o por lo que consideraban una vida privada anormal, es decir, estar soltera y sin hijos.
Son tiempos en los que Victoria, impulsada por su tenacidad y por su car¨¢cter redentorista de los d¨¦biles, viaj¨® mucho por Espa?a en un intento de conocer de cerca las necesidades de los presos. En realidad, la directora general dedicaba todos los fines de semana a visitar c¨¢rceles para tener una idea de primera mano de la situaci¨®n. No se permit¨ªa la pol¨ªtica republicana ninguna distracci¨®n ni entretenimiento, se consagraba por entero a su tarea y apenas ten¨ªa vida privada. Un coche oficial la recog¨ªa a primera hora de la ma?ana en su casa de Marqu¨¦s de Riscal y la mayor parte de los d¨ªas no regresaba hasta bien entrada la noche. Sus escasos momentos de ocio los empleaba en la lectura, una pasi¨®n que mantuvo durante toda su vida. Aparte de informes y ensayos jur¨ªdicos, que deb¨ªa leer por obligaci¨®n, la directora general se relajaba y disfrutaba con libros de poes¨ªa o filosof¨ªa o escuchando m¨²sica cl¨¢sica. Los poetas Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Federico Garc¨ªa Lorca y Antonio Machado, junto con Miguel de Unamuno, figuraron siempre entre sus autores favoritos, en compa?¨ªa de cl¨¢sicos como el alem¨¢n Goethe. De su amplio bagaje literario ofrecer¨¢n testimonios, una d¨¦cada m¨¢s tarde, las p¨¢ginas de su libro Cuatro a?os en Par¨ªs, llenas de referencias a fil¨®sofos y escritores. Al contrario que la tendencia dominante entre las ¨¦lites de la ¨¦poca, no fue Victoria una mujer especialmente aficionada al teatro, el espect¨¢culo social por excelencia de aquellos a?os en los que el cine todav¨ªa no se hab¨ªa popularizado. Tampoco le gustaban en exceso las tertulias o las salidas nocturnas. M¨¢s bien era una persona a la que le complac¨ªa recibir en casa a los amigos, que gozaba de la charla en grupos reducidos... Es cierto que se vio obligada a dirigirse, en infinidad de ocasiones, a las multitudes en sus a?os de actividad pol¨ªtica, pero su temple adusto y su car¨¢cter laborioso la encaminaban m¨¢s hacia la intimidad que hacia los actos de masas.
Candidata por dos provincias
En paralelo a las ingentes tareas de su cargo, la abogada, que apenas pisa su casa madrile?a m¨¢s que para dormir, participa en la campa?a de las elecciones a las Cortes constituyentes de 1931, a las que concurre en las listas del Partido Radical Socialista. El gobierno provisional republicano hab¨ªa modificado la Ley Electoral de la monarqu¨ªa para permitir, entre otras cosas, que las mujeres mayores de veintitr¨¦s a?os fueran elegibles, aunque no electoras. Los comicios se celebraron por el sistema de doble vuelta el 28 de junio y el 5 de julio, y Victoria Kent se present¨® por dos provincias (Madrid y Salamanca), una posibilidad legal en aquella ¨¦poca. En Salamanca comparti¨® candidatura con el escritor y rector de la universidad Miguel de Unamuno, en un intento de las fuerzas republicanas de obtener buenos resultados en una circunscripci¨®n rural y conservadora. En un v¨¦rtigo de continuos viajes y desplazamientos a lo largo de un pa¨ªs donde las carreteras estaban llenas de baches y mal asfaltadas, cuando lo estaban, y donde los coches no pod¨ªan alcanzar grandes velocidades, la directora general va de mitin en mitin y de prisi¨®n en prisi¨®n. Su coraje republicano llega hasta peque?os pueblos, a horas de distancia de Madrid, donde pronuncia apasionados discursos ante auditorios de campesinos, obreros y comerciantes que despertaban al fin del atraso de d¨¦cadas de caciquismo.(...)
Victoria result¨® finalmente elegida diputada por Madrid con 65.254 votos en las listas del Partido Radical Socialista y se convirti¨®, junto con Clara Campoamor, que se present¨® por el Partido Radical de Alejandro Lerroux en la misma provincia, en la primera parlamentaria democr¨¢tica de la historia de Espa?a.
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