Cr¨¦dito y esperanza
Amanece otro d¨ªa en Dhaka, capital de Bangla Desh, con su acompa?amiento de ruido ensordecedor de bocinas, contaminaci¨®n, polvo en suspensi¨®n, enjambres de rickshas que te asaltan por cualquier rinc¨®n, miles de peque?os negocios y tenderetes, bullicio de millones de personas por las calles, a pesar de que apenas se ven mujeres en las mismas, trabajo duro y pobreza.
La pobreza se ve, se palpa, se oye, se huele, casi se mastica en el ambiente, es una pobreza que absorbes con los cinco sentidos. Pobreza de generaciones, reposada capa tras capa en su capital, que, a pesar de los logros recientes, acumula un fuerte deterioro por la presi¨®n de la poblaci¨®n, de la contaminaci¨®n, de los ciclones y la ausencia de recursos para restaurar y reparar lo que las inclemencias deteriora d¨ªa a d¨ªa. No en vano estamos hablando de uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres de Asia con algo m¨¢s de 1.000 d¨®lares de renta per c¨¢pita.
En un marco tan dram¨¢tico, llama la atenci¨®n la vitalidad, el dinamismo de base, la actividad de los estratos m¨¢s bajos de la poblaci¨®n. El crecimiento en los ¨²ltimos a?os ha estado por encima del 6%, inferior al de sus poderosos vecinos (India y China) pero sin duda importante, que le ha permitido reducir los niveles de pobreza a una tasa del 1,8% durante el presente decenio. Es un crecimiento basado en las exportaciones, como el resto de econom¨ªas asi¨¢ticas, con un crecimiento superior al 30% en los ¨²ltimos trimestres, un sector p¨²blico reducido a su m¨ªnima expresi¨®n, mano de obra barat¨ªsima, ausencia de cualquier tipo de cobertura social y muchas horas de trabajo.
En esta econom¨ªa de subsistencia, donde la econom¨ªa irregular debe superar ampliamente el 50% del PIB y el Estado ha tenido el dudoso privilegio de haber sido clasificado durante seis a?os como el m¨¢s corrupto del planeta, ha surgido una idea poderosa con una amplia capacidad de transformaci¨®n. De la mano de Muhammad Yunus en 1974, a?o de la gran hambruna que asol¨® el pa¨ªs y se cobr¨® la vida de un mill¨®n de personas, se crea el Grameen Bank, destinado a prestar a los pobres, sobre todo los que viven en las 60.000 aldeas que configuran ese mundo rural, peque?as cantidades de dinero (10 o 20 euros m¨¢ximo), sin garant¨ªas, para poder llevar adelante peque?os negocios con los que subsistir.
?Qu¨¦ tipo de negocios florece con esos montantes? Necesariamente negocios sencillos, como hacer tortitas de ma¨ªz con miel, descascarillar arroz, comprar un tel¨¦fono m¨®vil y alquilarlo al resto de miembros de la aldea, adquirir una m¨¢quina de coser, utensilios para bordados a mano, comprar una vaca o unas gallinas y vender sus productos, etc¨¦tera. Se trata de econom¨ªa irregular, centrada en el trabajo a domicilio, fuera de los circuitos oficiales, de subsistencia, basada en condiciones extremas, que, con este aparentemente insignificante empuj¨®n, permite mejorar a sus receptores. Los microcr¨¦ditos operan con los segmentos ignorados por los circuitos financieros tradicionales y explotados por los usureros con tipos diarios entre el 20% y el 50%. El microcr¨¦dito supone abaratar los costes financieros y, sobre todo, darles independencia para vender sus productos en los mercados locales, regionales o en las grandes ciudades. El cambio en las condiciones de vida es radical.
Son actividades acometidas por toda la unidad familiar. Es verdad que son las mujeres las que se hacen responsables de los cr¨¦ditos, pero no es menos cierto que el producto de su trabajo suele ser distribuido por los hombres y los ni?os en los mercados y colaboran directamente en la propia producci¨®n.
El trabajo es muy duro. Justo con la salida del sol, se ven en todas las aldeas hileras de hombres con canastas en las cabezas, repletas de productos agr¨ªcolas, hacia los mercados locales. Y multitud de ni?os, alineados en hileras de hermanos de todos los tama?os, con cestas que abultan m¨¢s que ellos, cuyo rasgo m¨¢s impactante no es otro que la mirada de unos enormes ojos llenos de curiosidad, miedo y alegr¨ªa cuando les dices que te dejen hacerles una foto. Gente sencilla, acogedora, honesta y trabajadora, que te acompa?a por donde vas, que sonr¨ªe cuando les saludas, que intenta comunicarse contigo, que no ha visto un extranjero en a?os (dado el reducido n¨²mero de turistas que viene a este pa¨ªs) y que te agradece que visites sus aldeas, sus casas, sus actividades diarias.
Las mujeres, casadas mediante arreglos familiares siendo ni?as (entre 11 y 15 a?os), est¨¢n recluidas en sus casas o recintos formados por la agrupaci¨®n de unas pocas chabolas, y s¨®lo pueden moverse con permiso de sus maridos. Esta forzada reclusi¨®n no les impide manifestar y desarrollar todo su enorme potencial de trabajo, de capacidad de gesti¨®n, de planificar el futuro de sus hijos, de aspirar a un modo de vida mejor y poner todo su esfuerzo para conseguirlo.
?ste es el caldo de cultivo en el que ha crecido la cultura del microcr¨¦dito. Una idea que les ha permitido sentirse empresarias, corresponsables de la gesti¨®n econ¨®mica de la familia. Resulta esclarecedor comprobar c¨®mo en las reuniones semanales de los grupos de prestatarias, impulsados por el Banco Grameen como metodolog¨ªa de trabajo, te cuentan con orgullo c¨®mo empezaron con un microcr¨¦dito hace 22 o 23 a?os para comprar harina en mayores cantidades (un saco), cuatro a?os m¨¢s tarde compraron una vaca que se autofinanciaba con la venta de la leche. Cuatro o cinco a?os m¨¢s tarde adquirieron un puesto donde vender productos alimenticios y, finalmente, con el cuarto microcr¨¦dito, en uni¨®n de otro vecino, compraron una furgoneta para hacer el transporte de pasajeros entre su aldea y la ciudad. Esta ambici¨®n colectiva de futuro es lo que te seduce.
El banco, antes de darles un microcr¨¦dito, imparte unos cursos de instrucci¨®n en los que les transmiten toda su filosof¨ªa y principios. Primera premisa: disciplina, unidad, coraje y trabajo duro. Las restantes articulan todo un modelo de vida: no dilapidar recursos, sembrar y comer verduras todo el a?o, plantar cuantas semillas sean posibles, mantener unas familias peque?as, educar a sus ni?os, limpiar la casa y los ni?os, construir y usar letrinas, hervir el agua antes de beberla y purificarla del ars¨¦nico, no dar ni tomar dotes en las bodas, no cometer injusticias, ayudar al que lo necesite, tomar parte en actividades sociales.
De entre todas, tal vez la educaci¨®n sea la base de su futuro, por lo que el banco obliga a las familias a que lleven a sus ni?os a la escuela y les da becas para que los m¨¢s brillantes lleguen a la universidad. Te encoge el coraz¨®n de ternura ver c¨®mo esas madres adolescentes te cuentan c¨®mo entre sus aspiraciones m¨¢s profundas se encuentra la de que sus hijos sean doctores y vuelvan a las aldeas a trabajar.
?ste es, a mi juicio, uno de los logros de los microcr¨¦ditos. Devolver la esperanza a los m¨¢s pobres y necesitados de la misma. El reciente premio Nobel de la Paz recordaba en su discurso algo tan importante como que la paz va asociada al desarrollo de los pueblos. Y, me atrever¨ªa a a?adir, a la esperanza en un futuro mejor. Esto es, precisamente, lo que ha tra¨ªdo Yunus a su pa¨ªs, a los pobres y a las mujeres, la esperanza de que un futuro mejor es posible y est¨¢ al alcance de todos los que trabajan para conseguirlo.
Aurelio Mart¨ªnez Est¨¦vez es presidente del ICO.
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