Una cigarrera en popurr¨ª

En el terreno de la creaci¨®n coreogr¨¢fica como tal, en el siglo XX, hay al menos cinco C¨¢rmenes decisivas y de todas ellas algo hay en la de Oller. Y eso es bueno: el arte coreogr¨¢fico se cimienta, en parte, en el usufructo de la experimentaci¨®n y del pasado. Oller sit¨²a la acci¨®n en la azotea de una f¨¢brica de tabacos en Sevilla, atemporal a veces, otras en los a?os veinte o treinta. No se sabe bien. Tampoco importa. La obra discurre con claridad, en intensos di¨¢logos corporales. Destaca con mucho la francesa Sandrine Rouet en Carmen y la acompa?an con correcci¨®n Mari Carmen Garc¨ªa en la Gitana y Vicente Palomo como Jos¨¦.

La escenograf¨ªa esmeradamente realizada cumple con el efecto buscado, igual que las luces. No pasa lo mismo con la banda sonora, que resulta demasiado ecl¨¦ctica y de popurr¨ª. La coreograf¨ªa es organicista, envolvente y acaso m¨¢s teatral sin dejar de poner grandes frases y materiales de virtuosismo bailado, donde los artistas despliegan sus posibilidades en giros, saltos y otras evoluciones comprometidas. La presencia del agua y el albero es ocasional pero de gran efecto y la tragedia final est¨¢ imbricada en una acci¨®n din¨¢mica de excelente tensi¨®n teatral; no en vano la obra viene precedida de ¨¦xitos de cr¨ªtica y giras internacionales de post¨ªn.