El l¨ªo del Estatuto
La democracia constitucional presenta llamativas paradojas respecto al arbitraje de decisiones. Digo esto, por ejemplo, en relaci¨®n al imperativo de que la aprobaci¨®n de la reforma estatutaria en el Parlamento gallego lo deba ser por mayor¨ªa cualificada (dos tercios) o al sofisticado mecanismo que habr¨¢ que seguir para que los mon¨¢rquicos introduzcan en la Constituci¨®n algo tan obvio para todos como que las mujeres puedan asumir el trono del Reino de Espa?a. ?Es m¨¢s o menos democr¨¢tica una decisi¨®n votada por la mitad m¨¢s uno de los esca?os que por dos tercios? ?Cu¨¢l es la objetividad del baremo para determinar este requisito?
Esta es una cuesti¨®n que no se est¨¢ valorando suficientemente en el caso de la reforma estatutaria de Galicia y que, sin duda, est¨¢ vinculada a una sobrevaloraci¨®n del consenso en el entorno pol¨ªtico espa?ol. El consenso es deseable, pero en ning¨²n caso puede ser un valor absoluto o un fin en s¨ª mismo. V¨¦ase lo ocurrido en los ¨²ltimos tiempos con la pol¨ªtica antiterrorista, en la que el asunto se ha difuminado de tal forma que ya no se sabe si el objetivo es el fin de la violencia o el consenso entre el PP y el PSOE, incluso, en alg¨²n momento, parece que la cuesti¨®n esencial es si el PP acude o no a unas manifestaciones y no el fin de ETA ?Ser¨ªa menos deseable y beneficiosa una derrota del terrorismo aunque no contase con el consenso del PP?
Algo as¨ª est¨¢ ocurriendo en Galicia con el debate estatutario. Al oscurecer la condici¨®n de que la reforma necesita aritm¨¦ticamente los dos tercios de votos positivos, los partidos del Gobierno y la oposici¨®n se han enredado en la estrategia c¨ªnica de hacer visible al cupable del hipot¨¦tico desacuerdo y frustraci¨®n de la iniciativa. Algo sobre todo incomprensible en la alianza de Gobierno, que le est¨¢ poniendo gratis al PP una t¨¢ctica muy pr¨®xima al boicoteo y al chantaje por mucho amparo institucional que tenga esa posici¨®n. La mayor¨ªa social que propici¨® el cambio en el gobierno de la Xunta es heterog¨¦nea pero comparte m¨¢s convicciones de lo se pueda derivar del discurso oficial de los aparatos del bipartito. Es decir, es posible que esa mayor¨ªa no sea un¨¢nime respecto a si "naci¨®n" o "naz¨®n de Breog¨¢n" en el pre¨¢mbulo o en el articulado, o a como se regula t¨¦cnicamente la financiaci¨®n, pero estar¨ªa fuera de toda duda de que est¨¢ unida en el deseo de mayor autogobierno, y esto recorre el arco social desde posiciones puramente autonomistas a federalistas, soberanistas o, incluso, independentistas. Por eso tan perversa como la frustraci¨®n de la reforma ser¨ªa la escenificaci¨®n de un cambio estatutario ret¨®rico e inocuo para las condiciones de vida y de gobierno por mucho que fuera consensuado con el PP. Galicia necesita perentoriamente marcar su propia agenda pol¨ªtica. Es cierto el agravio comparativo que ser¨ªa no conseguir la reforma en las actuales circunstancias en el Gobierno central y el resto de comunidades, pero no es menos cierta la aseveraci¨®n de que el PP se ampara en una arbitrariedad normativa que no coincide con los deseos de la mayor¨ªa.
En el peor de los escenarios prevalecer¨ªa la agenda propia de la pol¨ªtica gallega: otras correlaciones de fuerzas parlamentarias har¨¢n posible la reforma en el futuro y, en todo caso, el actual Gobierno debe profundizar en una pedagog¨ªa cada vez m¨¢s evidente despu¨¦s de d¨¦cadas de hegemon¨ªa de la derecha en el Gobierno auton¨®mico, la de llevar hasta las ¨²ltimas posibilidades y saborear el autogobierno que permite el actual Estatuto, alej¨¢ndose de las pr¨¢cticas clientelistas y subsidiarias del Gobierno central que nos hicieron percibir a la ciudadan¨ªa una Xunta m¨¢s parecida a una Diputaci¨®n en grande que a un gobierno real.
Digo esto unas horas antes de que se celebre esa reuni¨®n a tres (Touri?o, Quintana y Feij¨®o) y que parece el punto de corte del debate. Que prevalezca el sentido com¨²n, que en esta ocasi¨®n, m¨¢s que nunca, es sim¨¦trico al sentido democr¨¢tico.
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