De Beirut a Bagdad
"Me mir¨® directamente a los ojos... y sonre¨ªa". Es todo lo que recordaba Ediie Di Franco, cabo del ej¨¦rcito de Estados Unidos de guardia en la entrada del cuartel general de las tropas americanas en Beirut. Instantes despu¨¦s, el conductor suicida estrellaba el cami¨®n bomba contra el edificio: 241 muertos. Casi simult¨¢neamente, otro conductor suicida provocaba 58 muertos en el cuartel general del ej¨¦rcito franc¨¦s. Ese mismo a?o 1983, otros dos atentados, contra la Embajada de Estados Unidos y contra el cuartel del ej¨¦rcito israel¨ª en Tiro, causaron 64 y 74 muertes respectivamente. La Yihad Isl¨¢mica reivindic¨® los atentados, pero los servicios de inteligencia occidentales creyeron reconocer la conexi¨®n Damasco-Teher¨¢n en su preparaci¨®n.
Un a?o antes, el 14 de septiembre de 1982, otro atentado mataba al presidente liban¨¦s Bashir Gemayel, t¨ªo del ministro de Industria, Pierre Gemayel, l¨ªder del frente antisirio asesinado el pasado 21 de noviembre. Era la respuesta a la ocupaci¨®n del L¨ªbano por Israel, a las masacres de Sabra y Chatila (septiembre de 1982) y a la mediaci¨®n internacional en la guerra civil libanesa. Para Washington, los atentados eran la carta de presentaci¨®n de un nuevo actor en el conflicto de Oriente Medio: el radicalismo chi¨ª promovido por Teher¨¢n con el benepl¨¢cito de un r¨¦gimen aliado de Mosc¨², lo que trastocaba los escenarios cl¨¢sicos de la guerra fr¨ªa. En esa convicci¨®n se fragu¨®, seg¨²n Olivier Roy, el origen de un radicalismo sun¨ª que, anteponiendo la aplicaci¨®n integral de la sharia, evitara cualquier evocaci¨®n a una revoluci¨®n isl¨¢mica como la de Teher¨¢n y cualquier cr¨ªtica al r¨¦gimen de Riad. La guerra de Afganist¨¢n -donde el Ej¨¦rcito Rojo era el enemigo a batir- fue el laboratorio donde la CIA y los servicios secretos paquistan¨ªes y saud¨ªes pusieron en marcha la operaci¨®n, que materializar¨ªa Osama Bin Laden. La ciudad paquistan¨ª de Peshawar se convirti¨® en el centro de reclutamiento de militantes islamistas sun¨ªes dispuestos a luchar contra el Ej¨¦rcito Rojo.
Veinte a?os despu¨¦s, todav¨ªa se est¨¢ pagando la factura de aquel tremendo error de la Administraci¨®n de Reagan. Acabada la guerra fr¨ªa con la victoria inapelable de Estados Unidos, el vac¨ªo de poder provocado por la desaparici¨®n de la URSS dio lugar a nuevos movimientos geoestrat¨¦gicos a escala mundial y, particularmente, en Oriente Medio, donde la semilla sembrada en la d¨¦cada de los ochenta germin¨® en nuevas formas de terrorismo internacional. La Administraci¨®n de Clinton opt¨® por el multilateralismo y el principio de "nation-building" (construcci¨®n de naciones), de ah¨ª la intervenci¨®n de Washington en los Balcanes y la mediaci¨®n en el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª. Tras los atentados del 11-S, la Administraci¨®n de Bush, arrog¨¢ndose el papel de ¨²nica gran potencia mundial, opt¨®, sin embargo, por el unilateralismo y la remodelaci¨®n de Oriente Medio mediante el uso de la fuerza militar. Los resultados est¨¢n a la vista. La ocupaci¨®n de Irak se ha convertido en el fiasco m¨¢s importante de Estados Unidos despu¨¦s de Vietnam: el pa¨ªs es hoy el principal campo de entrenamiento y de confrontaci¨®n de Al Qaeda; las tropas de ocupaci¨®n no han conseguido acabar con la violencia, que se incrementa d¨ªa a d¨ªa a pesar de la ejecuci¨®n de Sadam Husein, ni estabilizar ni dar credibilidad al nuevo r¨¦gimen iraqu¨ª; el enfrentamiento entre milicias est¨¢ llevando al pa¨ªs al borde de la guerra civil; Irak es hoy un pa¨ªs destruido, sin Estado, sin infraestructuras, sin servicios b¨¢sicos, sin seguridad y sin futuro.
En Palestina la situaci¨®n no es mucho mejor: la ocupaci¨®n contin¨²a generando un goteo de v¨ªctimas, a pesar de las resoluciones de Naciones Unidas; los Acuerdos de Oslo han fracasado y la paz entre israel¨ªes y palestinos parece hoy una quimera; con la victoria de Ham¨¢s y la formaci¨®n del nuevo Gobierno de Ehud Olmert, las posiciones se han radicalizado; los enfrentamientos entre Al Fatah y Ham¨¢s amenazan con desembocar en una guerra civil en Gaza.
En L¨ªbano, la primavera pol¨ªtica ha sido aniquilada por la intervenci¨®n militar israel¨ª del pasado verano y el enfrentamiento azuzado desde el exterior entre prosirios y antisirios. Damasco y Teher¨¢n, por ¨²ltimo, se encuentran en el punto de mira de la pol¨ªtica neoconservadora.
Pero el presidente Bush, a pesar de haber perdido la mayor¨ªa en las dos C¨¢maras y de los cambios en la c¨²pula militar y en el Gobierno, no parece dispuesto a aprender de los errores del pasado, ni a seguir las recomendaciones para salir -que no para garantizar el futuro del pa¨ªs- de Irak del informe Baker-Hamilton del pasado diciembre. Y lo peor es el autismo de la Casa Blanca, que basa sus an¨¢lisis en los intereses geoestrat¨¦gicos y petroleros de Estados Unidos en la regi¨®n y toma como base claves religiosas y comunitarias para explicar los conflictos. Se olvida as¨ª que tras la legitimaci¨®n religiosa del discurso hay siempre motivaciones pol¨ªticas. Oriente Medio no es una especie de limbo al margen de la pol¨ªtica. Otra cuesti¨®n es que los distintos actores pol¨ªticos locales y regionales no tienen por qu¨¦ compartir, m¨¢s bien al contrario, la remodelaci¨®n geopol¨ªtica que se impulsa desde Washington. As¨ª, sin aprender de los errores del pasado, nos adentramos en un futuro incierto de consecuencias cada vez m¨¢s impredecibles, donde la resoluci¨®n de los conflictos abiertos parece cada vez m¨¢s dif¨ªcil y donde el creciente sentimiento antioccidental -ganado a pulso y no fruto de los delirios de un trasnochado antiamericanismo de la izquierda, como pretenden los neoconservadores- que se respira en Oriente Medio amenaza con la apertura de nuevas situaciones de riesgo para la paz y la estabilidad mundial.
Antoni Segura es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea y director del Centre d'Estudis Hist¨°rics Internacionals (CEHI) de la Universidad de Barcelona.
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