Sostenibilidad, ecolog¨ªa y medio ambiente
La ciudad se construye con el fin de alcanzar la felicidad Arist¨®teles
En resumen, gracias a varios jueces y fiscales, conocemos la enorme magnitud del insostenible desarrollo urban¨ªstico de Espa?a. Al respecto, ya hab¨ªan manifestado su preocupaci¨®n todos los poderes p¨²blicos (nacional y auton¨®micos), tambi¨¦n Greenpeace, la WWF (Fundaci¨®n para la protecci¨®n de la Naturaleza), la Uni¨®n Europea (2005), el Relator de vivienda de Naciones Unidas (2006). Hasta el partido en el gobierno acaba de manifestar su insatisfacci¨®n ante este hecho.
El crecimiento urban¨ªstico local, lejos de ser perjudicial, deber¨ªa ser la respuesta l¨®gica a las necesidades de sus vecinos para aumentar la calidad de vida: bienestar, identidad cultural, calidad ambiental; pero no es as¨ª. Deber¨ªa corresponder al enriquecimiento de la dimensi¨®n p¨²blica del territorio y de los espacios urbanos: equipamientos, calles, parques, jardines, bosques y lugares protegidos; pero no ha sido posible. Tambi¨¦n deber¨ªa permitir el crecimiento de la edificaci¨®n privada: residencial, industrial, comercial con la cual conformar un escenario agradable donde los vecinos de un n¨²cleo urbano, desarrollen gratamente todas las actividades; pero lejos de ello, se ha desgarrado el paisaje y los vertederos de basura est¨¦tica se encuentran por doquier. Sin embargo, aunque la LOUA no lo diga, es indispensable tomar en cuenta que el ¨²ltimo fin del planeamiento es mejorar la calidad de vida.
Lastimosamente, en la pr¨¢ctica, el proyecto de ciudad (enunciados y planos del PGOU), se lo reduce a una simple y discrecional operaci¨®n por parte de los arquitectos: la asignaci¨®n de usos y la clasificaci¨®n de suelo. Para los edificadores es la posibilidad lucrativa de levantar contenedores de ladrillo donde y como sea. A la vez, por parte de la Junta, es un acotado proceso controlador de cumplimiento administrativo. En la misma l¨ªnea, la construcci¨®n de ciudad, para los ayuntamientos, es equivalente a pura y dura gerencia inmobiliaria. Y para colmo, los due?os de la ciudad (vecinos), con su indiferencia, parecer¨ªan demostrar que les conviene postergar la ciudadan¨ªa (pensar en los dem¨¢s) para facilitar su conversi¨®n en clientes o usuarios (omitir al otro).
En este contexto, la profesi¨®n del urbanista (teor¨ªa y acci¨®n) m¨¢s bien aparece como un oficio (dominio de los instrumentos) al que el soporte te¨®rico y est¨¦tico le resultan in¨²tiles dentro del un¨ªvoco proceso instrumental dedicado a satisfacer la apetencia depredadora de la econom¨ªa inmobiliaria (suelo), la cual, en el mejor de los casos, est¨¢ interesada en cumplir con la norma, pero no en proponer un modelo de ciudad, ni sugerir o hacer concesiones para el bien com¨²n. No es su funci¨®n.
De aqu¨ª precisamente deriva la obligaci¨®n c¨ªvica de "los poderes p¨²blicos" para elaborar las normas urban¨ªsticas tomando en cuenta que la ciudad, tal como dicen los cl¨¢sicos mediterr¨¢neos, es al mismo tiempo urbs (materia), civitas (sociedad) y polis (pol¨ªtica), o sea, es el producto cultural m¨¢s sofisticado y complejo que ha concebido el hombre para con-vivir entre y con los dem¨¢s. Dicha norma, aunque se refiera s¨®lo a lo f¨ªsico (ley del Suelo), no puede gestarse en un ¨¢mbito operativo compartimentado como anta?o: t¨¦cnico, penal, policial, administrativo o de gesti¨®n. Ya no es tiempo del especialista que participa en equipos multidisciplinares. Es la era de la transdisciplina.
Est¨¢ bien que, sobre el problema urban¨ªstico, tengan protagonismo los abogados y los pol¨ªticos (aspecto operativo), pero es necesario escuchar a los soci¨®logos, economistas, arque¨®logos, fil¨®sofos y, sobre todo, despu¨¦s de su experiencia de 50 a?os en el planeamiento normativo, resulta indispensable el pronunciamiento de los urbanistas, de las Universidades; pues, "la experiencia hace la ciencia" y tambi¨¦n la teor¨ªa.
De acuerdo a los resultados, hasta hoy todo el aparato instrumental desarrollado en Espa?a para construir civilizadamente la ciudad, por s¨ª s¨®lo, ha sido insuficiente. Es indispensable que se lo enmarque y se lo acompa?e, si no de una teor¨ªa general del urbanismo, por lo menos de una pol¨ªtica de aceptaci¨®n un¨¢nime de principios y paradigmas generados por la actual sociedad de la informaci¨®n y de las nuevas tecnolog¨ªas, dirigidos precisamente a conseguir un crecimiento cuantitativo y a la vez cualitativo, con calidad de vida.
Si la ciudad es la casa de todos, tendremos que rescatar principios de la ecolog¨ªa, es decir, de la forma c¨®mo los seres vivos construyen su oikos (hogar). ?Habr¨¢ necesidad m¨¢s b¨¢sica? De la sostenibilidad, que, como dijo la se?ora Bruntland, es el consumo responsable de los recursos naturales no renovables que evite el despilfarro de: combustibles f¨®siles, suelo, agua, selva amaz¨®nica. ?Qu¨¦ intereses se mueven para hacer ambiguo su significado? Del medio ambiente, es decir, de la protecci¨®n de los cuatro elementos que, para los cl¨¢sicos, constituyen la vida: agua, aire, tierra y fuego (energ¨ªa); no hay que contaminarlos. ?Por qu¨¦ se dificulta su comprensi¨®n? En ¨²ltimo t¨¦rmino, ecolog¨ªa, sostenibilidad y medio ambiente tienen como referencia com¨²n la vida en este planeta bello y finito. Todos debemos interactuar en este sentido, incluso para hacer y cumplir la norma.
Pero adem¨¢s de principios (¨¦tica y teor¨ªa), ?qu¨¦ otras sugerencias concretas se han puesto en consideraci¨®n para superar el problema? ?Por qu¨¦ no el 23,5% del suelo en lugar del 30% o del 40% propuestos por la Junta para limitar la expansi¨®n urban¨ªstica salvaje?
Jorge Benavides Sol¨ªs es profesor de la Escuela T¨¦cnica Superior de Arquitectura de Sevilla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.