El doctor Fausto
El doctor Fausto es viejo; el doctor Fausto es nost¨¢lgico. Lo ¨²ltimo es privilegio de lo primero: los anhelos de la juventud son del ma?ana, nunca del ayer. Porque lo que busca el doctor es lo que ha perdido, o cree haber perdido, en su juventud lejana, tal como lo imaginara Christopher Marlowe en 1604 y Goethe casi dos siglos despu¨¦s. Fausto quiere acceder a la posibilidad del conocimiento y a la posibilidad del amor, a aquello que su asistente Wagner llama "iluminaci¨®n" y a lo que Fausto se aferra: "?Bello instante, no te esfumes!", clama con palabras que le presta Goethe. Para tal iluminaci¨®n, la ciencia humana le parece poca y busca ayuda en la magia. Entonces aparece, como es fama, Mefist¨®feles.
Mefist¨®feles (en la versi¨®n de Goethe) se define como un fracasado: alguien que desea hacer el mal y que, a su pesar, hace el bien. Quiere ser absolutamente malvado pero algo se interpone, y sus endemoniadas argucias y artima?as no dan el resultado previsto. ?ste es uno de los rasgos m¨¢s curiosos del demonio: a nosotros, como a Fausto, nos parece que el mal triunfa casi siempre, y damos como prueba las grandes y peque?as miserias de nuestra vida, los horrores e infamias de nuestra historia. Pero para el demonio (que deber¨ªa saber de estas cosas) no es as¨ª. A pesar de todo el sufrimiento humano, parece que el bien, a la larga, triunfa. Mefist¨®feles cree, como Cor¨ªn Tellado, que todo tiene un final feliz y, curiosamente, a menudo tiene raz¨®n. Si bien en el Fausto de Marlowe las llamas del infierno se tragan al ambicioso doctor (que como un cobarde promete al final quemar sus libros si se salva, como si los pobres tuvieran la culpa de su ambici¨®n), el primer Fausto de Goethe concluye con la salvaci¨®n de Margarita, la mujer que Fausto corrompi¨®, y el segundo, con la salvaci¨®n del doctor. Son quiz¨¢s estos intentos fallidos que le han dado a Mefist¨®feles tan mala reputaci¨®n hoy d¨ªa. "De h¨¦roe a general, de general a hombre pol¨ªtico, de pol¨ªtico a agente del servicio secreto, y de all¨ª a algo que esp¨ªa por las ventanillas del dormitorio o del ba?o, y de all¨ª a sapo, y por fin a serpiente: ¨¦sta es la carrera del demonio", escribi¨® C. S. Lewis.
Pero el doctor Fausto insiste. As¨ª lo entendi¨® Thomas Mann, y bajo el seud¨®nimo de Adrian Leverk¨¹hn hizo que Fausto volviera a aceptar el terrible e ineficaz pacto. A trav¨¦s del fracasado poeta Enoch Soames, Max Beerbohm propuso una versi¨®n brit¨¢nica de la tragedia; a trav¨¦s de la ¨®pera de Gounod, Estanislao del Campo redact¨® una versi¨®n gaucha; en medio del horror estalinista, Mija¨ªl Bulg¨¢kov so?¨® una versi¨®n rusa. La historia del doctor Fausto apareci¨® impresa por primera vez en Alemania en 1587; le siguieron innumerables versiones, incluida una obra para t¨ªteres que Goethe vio de ni?o y que, sin duda, aliment¨® sus pesadillas de adulto.
En siglos pasados, cuando el trueque de un alma era considerado un acto tremebundo, las cosas eran para Mefist¨®feles relativamente sencillas, tuviese ¨¦xito o no. Hoy, cuando el alma tiene infinitamente menos prestigio, y cuando a diario se truecan almas contra nimiedades como una finca en Marbella o un puesto en un gabinete ministerial, la tarea de Mefist¨®feles es, parad¨®jicamente, m¨¢s dif¨ªcil. Perder el alma a cambio de una pobreter¨ªa otorga al alma el valor de poca cosa, y Mefist¨®feles (que tambi¨¦n es banquero) anhela lo valioso. Por eso el Fausto de hoy no busca ni conocimiento ni amor, sino fama, suceso popular, nombre en las carteleras. Y aqu¨ª Mefist¨®feles est¨¢ en su elemento. ?Quieres ser un autor popular?, le dice a Fausto. ?Quieres vender millones de ejemplares de tu libro? Trato hecho: tendr¨¢s pilas de tus obras en la Fnac y en El Corte Ingl¨¦s; aparecer¨¢s a la cabeza de los best sellers internacionales; te comprar¨¢n los derechos para hacer una pel¨ªcula con Tom Cruise en el rol del h¨¦roe; viajar¨¢s en clase ejecutiva y te mudar¨¢s a Irlanda para no tener que pagar impuestos. Y para obtener todo esto no tendr¨¢s que perder casi nada, salvo la calidad art¨ªstica, el estilo, la gram¨¢tica, la invenci¨®n narrativa, la responsabilidad moral, la posici¨®n ¨¦tica, el agradecimiento de los lectores futuros, el respeto de tus contempor¨¢neos. El alma.
Babelia
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