"?Y M¨®nica?"
El ex ministro de Desarrollo colombiano que estuvo seis a?os secuestrado por la guerrilla relata su cautiverio y c¨®mo supo que su esposa se hab¨ªa ido con otro hombre y ten¨ªa un hijo
"?Y M¨®nica?", pregunt¨® a uno de sus hermanos el ex ministro Fernando Ara¨²jo poco antes de iniciar, el pasado cinco de enero, una conferencia de prensa en la caribe?a ciudad de Cartagena de Indias. Era el h¨¦roe. Hab¨ªa sobrevivido cinco d¨ªas deambulado sin agua ni comida por una monta?a inh¨®spita. El 31 de diciembre, un ataque militar contra la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) le hab¨ªa permitido huir del campamento donde lo ten¨ªan prisionero. Hab¨ªa terminado un cautiverio de pesadilla de seis a?os, un mes y un d¨ªa.
"No est¨¢. Ella decidi¨® hacer su vida por otro camino", fue la respuesta del hermano. "Fue mi primer dolor", confes¨® Ara¨²jo. Ya sospechaba que M¨®nica Yamhure Gossa¨ªn, su segunda esposa, lo hab¨ªa abandonado, pero en el fondo de su coraz¨®n albergaba la esperanza de que ella estuviese esper¨¢ndolo el d¨ªa de su regreso.
"La libertad no se pierde nunca", corrige Ara¨²jo cuando se le pregunta qu¨¦ se siente al recuperarla "Le¨ª una vez que, en momentos dif¨ªciles, el coraz¨®n no se rompe, se frustra; y el m¨ªo se frustr¨®"
"Es una experiencia que viv¨ª y tratar¨¦ de aprovecharla, de sacar algo positivo para ser mejor persona" "Necesitaba buena salud para aguantar las marchas, porque siempre tuve la intenci¨®n de escapar"
La primera vez que se vio en un espejo durante el cautiverio: "Me vi y me impresion¨® mi cara de secuestrado; estaba muy feo, barbudo"
"Ellos no tienen la capacidad de simpatizar con el dolor del secuestrado, de entender el da?o tan profundo que le causan"
Han pasado ya dos semanas desde que recuper¨® su libertad. Dos semanas de v¨¦rtigo: reencuentro con la familia, con los amigos, an¨¢lisis cl¨ªnicos, miles de llamadas, entrevistas. Este lunes pas¨® los ¨²ltimos ex¨¢menes m¨¦dicos. Acaba de superar una insuficiencia renal aguda. "Es un proceso paulatino; d¨ªa a d¨ªa me he sentido m¨¢s centrado, he mejorado mi capacidad de concentrarme, he ganando en autonom¨ªa".
"La libertad no se pierde nunca", corrige Ara¨²jo cuando se le pregunta ?C¨®mo es recuperar la libertad? Hoy vive en casa de su madre: "Me lo consiente todo", dice. Se sigue viendo muy delgado. Cuando dio la conferencia de prensa, apareci¨® con barba de varios d¨ªas y la cara herida. Parec¨ªa una bolsa de huesos. Ahora, uno de sus prop¨®sitos es engordar. Tambi¨¦n tiene planeado tomarse un tiempo para aprender a usar el tel¨¦fono m¨®vil, Internet, y todos los adelantos tecnol¨®gicos que no pudo ver aparecer.
Los primeros d¨ªas tem¨ªa estar so?ando. "Ya lo super¨¦, soy plenamente consiente de que estoy libre... estoy viviendo la realidad", se dec¨ªa. Y no se siente obligado a olvidar: "Es una experiencia que viv¨ª y tratar¨¦ de aprovecharla, de sacarle algo positivo, para ser mejor persona". Hoy no siente ning¨²n vac¨ªo "salvo el sentimental, el que deja el haber perdido a mi esposa". Dice que la entiende: "Una persona que ha sufrido la privaci¨®n de su libertad durante seis a?os debe entender mejor que cualquier otra que la libertad es la esencia del ser humano. Ella tom¨® una decisi¨®n libremente y debo respetarla". Ya habl¨® por tel¨¦fono con ella.
Fernando Ara¨²jo explic¨® que hab¨ªa pesado mucho en su decisi¨®n su ansiedad de ser madre. Cont¨® que uno de sus grandes dolores durante el cautiverio hab¨ªa sido el de pensar que los a?os f¨¦rtiles de ella iban a pasar estando ¨¦l lejos... Que sent¨ªa como una presi¨®n interna el tema del sexo, el suyo y el de ella. Entre sus planes de reci¨¦n casados estaba tener un hijo. M¨®nica vive hoy en Bogot¨¢, se ha juntado con otro hombre y tiene un hijo.
El secuestro fue el 4 de diciembre de 2000. Ese d¨ªa M¨®nica cumpl¨ªa 29 a?os. ?l ten¨ªa 45. Se hab¨ªan casado apenas siete meses antes. Era el segundo matrimonio de Ara¨²jo. Del primero tiene cuatro hijos; el menor tiene 15 a?os.
El d¨ªa del secuestro hab¨ªa terminado de trotar y caminaba hacia su casa. "Me cogieron, di patadas, grit¨¦ pidiendo auxilio..." Lo obligaron a subirse a una camioneta, lo tiraron al suelo y le pusieron una pistola y una ametralladora en la cabeza y en el pecho y le taparon los ojos.
"?Cu¨¢l es mi responsabilidad como prisionero? se pregunt¨® un d¨ªa. Hab¨ªa pasado ya un mes en cautiverio. Decidi¨® entonces que su deber era cuidarse para regresar sano y salvo: "mi responsabilidad no era estar preocupado por lo que estuvieran haciendo mis hijos; mi responsabilidad era cuidarme a m¨ª mismo. Tengo que vivir el presente me dije, y eso signific¨® para m¨ª un subid¨®n emocional enorme".
Empez¨® entonces a disminuir al m¨¢ximo la ansiedad y el deseo. Los sue?os los dej¨® intactos; "Mis sue?os los mantuve siempre, pero como un deseo pospuesto". Decidi¨® conservar su buen estado f¨ªsico. Siempre fue un deportista y durante a?os practic¨® la nataci¨®n. "Necesitaba hacerlo para tener buena salud, para aguantar las marchas cuando nos traslad¨¢bamos de campamento a campamento [s¨®lo en el ¨²ltimo a?o estuvo en 26 distintos] y porque siempre tuve la intenci¨®n de escapar".
Como su espacio vital era apenas de tres metros por tres, lo necesario para colgar la hamaca donde dorm¨ªa -sus guardianes dorm¨ªan a su lado, en el suelo- trotaba en el mismo lugar y hac¨ªa flexiones de pecho y de rodillas. No ten¨ªa permiso para caminar por el campamento. S¨®lo se alejaba de su hamaca para ir al sanitario, que era un hueco cavado un poco m¨¢s all¨¢. Para ba?arse le tra¨ªan un cubo de agua.
Los primeros tiempos fueron los m¨¢s duros. Como intent¨® escaparse el mismo d¨ªa del secuestro, permaneci¨® siete meses amarrado de la cintura con una soga a un ¨¢rbol. "Eso limit¨® al m¨¢ximo mis movimientos; desde el principio me advirtieron de que el comportamiento de ellos conmigo depend¨ªa de c¨®mo me comportara yo".
Ten¨ªa dos mudas de ropa para cambiarse cada s¨¢bado. Dispon¨ªa de un peine, un cepillo y pasta de dientes y un rollo de papel higi¨¦nico. "Pensaba pedir permiso para llevarme todo y mostrar a mis hijos que lo importante no es tener mucho sino contentarse con poco".
Hace dos a?os y medio le dieron un espejo por primera vez. "Me vi y me impresion¨® mi cara de secuestrado; estaba muy feo, barbudo". No le daban cuchillas de afeitar por miedo a que se suicidara. S¨®lo en los ¨²ltimos seis meses de cautiverio pudo comer con cuchillo y tenedor.
A las seis de la tarde se acostaba. "Me dorm¨ªa r¨¢pidamente. Luego me despertaba a medianoche y ten¨ªa dos horas de insomnio; pero me volv¨ªa a dormir. Eso me ayudaba a recortar el d¨ªa". Fue uno de sus trucos de supervivencia: alargar al m¨¢ximo cada cosa que hac¨ªa. "Si uno es ministro el tiempo no alcanza, todo hay que hacerlo lo m¨¢s r¨¢pido posible, pero all¨¢ es al rev¨¦s. En lugar de ba?arme en 10 minutos, me tomaba media hora. Tambi¨¦n extend¨ªa el tiempo de la comida [Todos los d¨ªas el mismo men¨²: arroz, pasta, frijoles y lentejas]. As¨ª sent¨ªa que el tiempo pasaba m¨¢s r¨¢pido".
Llevaba ya dos a?os y medio cautivo cuando empez¨® a intuir que algo pasaba con M¨®nica. En Colombia, como hay tantos secuestros, hay programas de radio para que los familiares de los cautivos les env¨ªen mensajes. Era el d¨ªa del cumplea?os de Fernando y no hab¨ªa o¨ªdo ning¨²n mensaje de M¨®nica en las emisoras. "Me dije: ser¨¢ ma?ana o pasado ma?ana cuando me mande las felicitaciones... Pero no llegaron m¨¢s mensajes".
"Hubo una pista m¨¢s: tampoco nadie volvi¨® a mencionar a M¨®nica...". Seis meses despu¨¦s de ese d¨ªa, un mensaje de su pap¨¢ terminaba diciendo: tus hijos, tus padres, tus hermanos, tus cu?ados, tus sobrinos y yo te deseamos feliz a?o. No nombr¨® a M¨®nica. El padre siempre la nombraba y le contaba todo lo que ella intentaba hacer aqu¨ª y all¨¢ para lograr su liberaci¨®n. Empez¨® entonces un duelo muy confuso.
Comenzaron las mil preguntas ?Ser¨¢ que enferm¨®? ?Habr¨¢ muerto? Las respuestas que se daba eran confusas... A veces cre¨ªa que todo estaba bien, que no ten¨ªa nada de qu¨¦ preocuparse; pero a veces le asaltaba la certeza de que lo hab¨ªa abandonado. "Fueron momentos de mucha confusi¨®n y dolor. Lo primero fue sentirme traicionado ?C¨®mo es posible que en este momento la persona que m¨¢s quiero me deje solo? No pod¨ªa comprenderlo. Recordaba una frase que le¨ª una vez: en momentos dif¨ªciles el coraz¨®n que no se rompe, se frustra; y el m¨ªo se frustr¨®".
Fernando quer¨ªa que alguien le contara la verdad, quer¨ªa acabar con la incertidumbre. Decidi¨® hablar con el jefe de los guerrilleros.
-Tengo una enorme angustia: hace a?o y medio que no se nada de mi esposa ... ?Ustedes saben algo de ella?
-No sabemos nada; pero le averiguamos.
Al cabo de los d¨ªas lleg¨® la respuesta: "Ella se fue", s¨®lo eso le dijeron.
El primer aparato de radio se lo dieron siete meses despu¨¦s del secuestro. Durante ese tiempo, adem¨¢s, le prohib¨ªan hablar con los guerrilleros. "Uno de ellos, sin embargo, me dijo en secreto que hab¨ªa escuchado un mensaje; que toda mi familia estaba bien". El primer mensaje de su familia lo capt¨®, luego de mucho esfuerzo y de recorrer de un lado al otro con el dial, cinco meses despu¨¦s de tener su propio radio. Por las noches escuchaba la BBC de Londres y Radio Exterior de Espa?a.
"Como quer¨ªa sacarle provecho a mi condici¨®n de secuestrado decid¨ª practicar una virtud: la paciencia. En el secuestro uno obligatoriamente debe ser paciente. La paciencia es la cualidad que permite posponer la realizaci¨®n de lo que se quiere hacer, estar tranquilo... Cada vez que me impacientaba dec¨ªa: tengo la capacidad de posponer este deseo... y as¨ª fui cultivando la paciencia", dice con voz pausada.
-?Nunca, en esos 2.222 d¨ªas cautivo, perdi¨® la paciencia?
-No, nunca. Ten¨ªa sentimientos internos de frustraci¨®n, de dolor, de tristeza y nostalgia. A veces dec¨ªa: se me acab¨® la paciencia ?Carajo, estoy desesperado! Pero miraba a mi alrededor y me dec¨ªa: ?Qu¨¦ alternativa tengo? S¨®lo tener m¨¢s paciencia.
Uno de los momentos m¨¢s dif¨ªciles fue cuando, en octubre pasado, el presidente ?lvaro Uribe cerr¨® la puerta a un acuerdo para intercambiar secuestrados por guerrilleros de las FARC encarcelados. "Dije: mierda, esto se rompi¨®. Me sent¨ª muy defraudado ?Qu¨¦ hago? Volver a armarme de paciencia... Los momentos de frustraci¨®n eran recurrentes. En un momento uno ve¨ªa una luz y al instante se apagaba. Entonces pensaba: sembr¨¦ una semillita; va creciendo, se muri¨® la planta... Vuelvo y siembro otra semilla de esperanza. As¨ª sean de fantas¨ªa, as¨ª sepa uno que no son reales..."
"Mi angustia aument¨® cuando le¨ª una entrevista con Tirofijo [el jefe m¨¢ximo de las FARC]. Le preguntaron: ?Qu¨¦ pasa si el Gobierno no acepta el intercambio de prisioneros? ?l respondi¨®: permanecer¨¢n 30 a?os secuestrados, los mismos a?os que los guerrilleros pasar¨¢n en prisi¨®n. Empec¨¦ a imaginarme c¨®mo ser¨ªa yo con 70 a?os... Aunque siempre calcul¨¦ que el tiempo m¨¢ximo que estar¨ªa cautivo ser¨ªan 10 a?os... Estaba preparado para aguantar lo necesario para volver a ver a mis hijos".
Ara¨²jo se dio cuenta de que su condici¨®n de preso pol¨ªtico 'canjeable' le daba ciertas ventajas. "Como esta clase de secuestros se alargan mucho, ellos necesitan que estemos en buenas condiciones. S¨®lo as¨ª podemos soportar... Hacen esfuerzos por disminuir las incomodidades: los mosquitos, las inclemencias del tiempo...". Le prestaban una tienda para protegerse de la lluvia y las alima?as. "Me preguntaron un d¨ªa: '?Qu¨¦ quiere comer?' Dije frutas. Y me llevaron uvas y una pera. Hab¨ªa un guerrillero que hac¨ªa panes con dulces y el m¨¢s sabroso me lo mandaba".
Dios aparece todo el tiempo en su relato. "Gracias a Dios logr¨¦ escaparme... Dios, dice Ara¨²jo, le mostr¨® el camino cuando estaba perdido en los d¨ªas de la fuga. Aclara, sin embargo, que no es religioso. "Uno necesita compa?¨ªa. Estaba muy solo. Encontr¨® ese compa?ero en un art¨ªculo de opini¨®n que su hermana public¨® en un peri¨®dico local. Se titulaba: ?Por qu¨¦ me confundo y me agito ante los problemas de la vida si Jes¨²s est¨¢ conmigo? Recort¨® el art¨ªculo, lo guard¨® y lo memoriz¨®. Hasta lo extendi¨® con sus propias ideas. El texto lo acompa?¨® durante los seis a?os... "Me ayud¨® a mantener una actitud positiva. Cuando me sent¨ªa triste, nost¨¢lgico, derrotado, encontraba en la gratitud la mejor medicina... En lugar de hundirme daba gracias a Dios por lo bueno de mi vida: los hijos, los padres, los hermanos, los ¨¦xitos personales...".
Adem¨¢s de la radio ten¨ªa dos libretas. En una apuntaba lo que estudiaba, las frases o temas sobre los que quer¨ªa profundizar cuando recuperar la libertad. "La utilizaba para distraer la mente, para estar ocupado". La otra era una especie de diario. All¨ª anotaba los mensajes que escuchaba de su familia. "Luego les contestaba y les contaba lo que me hab¨ªa pasado en esos d¨ªas para sentir que manten¨ªa una conversaci¨®n. Tambi¨¦n anotaba sentimientos, frases de amor".
"Las posibilidades de que me mataran por cualquier raz¨®n eran muchas. Yo dec¨ªa: en caso de que me maten, que encuentren este documento y sepan que siempre los record¨¦, que siempre los quise".
-?Escribi¨® sobre M¨®nica?
-Escrib¨ª sobre el dolor, sobre la incertidumbre. El d¨ªa que cumpl¨ª los seis a?os cautivo escrib¨ª sobre ella. Fue un acto de fe en el amor, a pesar de saber que me hab¨ªa dejado. M¨®nica es una mujer bonita, una amiga, una compa?era y una trabajadora [es m¨¦dica]. Es inteligente y responsable.
-?Qu¨¦ pas¨® con las libretas?
-Las primeras tres me las quitaron y las quemaron. Estuve un a?o sin nada d¨®nde escribir. Hubo un mal entendido. Luego de un ataque militar nos trasladamos de campamento y ellos pensaron que yo hab¨ªa tratado de dejar un rastro sobre mi presencia all¨ª. Despu¨¦s me pidieron que les diera clases de ingl¨¦s y aprovech¨¦ para pedirles un cuaderno. Lo convert¨ª en mi libreta de notas.
Con los guerrilleros hablaba poco. Uno de sus temas era el f¨²tbol. Tambi¨¦n les habl¨® del dolor por el abandono de M¨®nica. "Ellos dec¨ªan: eso cuando salga se consigue otra... Ellos no tienen la capacidad de simpatizar con el dolor del secuestrado, de entender el da?o tan profundo que le causan".
De media, la edad de sus secuestradores era de entre 20 y 30 a?os. "Hab¨ªa una guerrillera de 19 a?os que se hab¨ªa unido a la guerrilla con 13. Me toc¨® verlos crecer en un contexto cerrado y de mucho adoctrinamiento. S¨®lo creen en lo que dicen los comandantes".
Les ayudaba tambi¨¦n a hacer una lista con cinco o seis noticias del d¨ªa para que las debatiera en la reuni¨®n diaria que hacen los combatientes para analizar el acontecer diario. "Ellos despu¨¦s deformaba las noticias; les daban la visi¨®n que ellos quer¨ªan", explica.
Pasaba semanas sin hablar; "cuando lo iba a hacer no me sal¨ªa la voz. Lo que nunca perd¨ª fue el habla conmigo mismo, el di¨¢logo ¨ªntimo". En ese di¨¢logo analiz¨® mucho los sue?os. "Fui aprendiendo a interpretarlos... Creo que son mensajes del pasado inconclusos... So?aba mucho con el mar... entend¨ª que en mis sue?os reflejaba mi estado de ¨¢nimo".
El pasado 31 de dicienbre a las diez de la ma?ana oy¨® que se acercaban unos helic¨®pteros. No le puso mayor atenci¨®n; sigui¨® escuchando en la radio un programa donde la historiadora Diana Uribe hablaba de Garc¨ªa Lorca... "Pero empezaron a disparar contra todo. El ataque cre¨® el instante preciso para escapar. Pens¨¦: 'o me voy o me matan". Ya se lo hab¨ªan advertido sus captores: A las FARC nunca se les escapa nadie. "Yo hab¨ªa decidido que lo primero que deb¨ªa hacer era tirarme al suelo, ya ten¨ªa un plan para huir...".
Aprovech¨® el desconcierto de sus guardianes y arrastr¨¢ndose logr¨® salir del campamento. Durante cinco d¨ªas estuvo dando vueltas en el mismo lugar, esquivando ruidos por temor a encontrarse con los guerrilleros. "En un momento tuve la idea de que me hab¨ªa metido en una trampa. 'De aqu¨ª no salgo', dije. Me sent¨¦, puse las manos sobre la cabeza... Imagin¨¦ a mis hijos y dije: yo encuentro la salida...". Encontr¨® por fin un campesino que le indic¨® el camino hacia un caser¨ªo y de ah¨ª lleg¨® a un destacamento militar.
Hoy, este hombre que fue durante un a?o ministro de Desarrollo en el Gobierno de Andr¨¦s Pastrana, tiene un nuevo temor: que intenten volver a cogerlo a ¨¦l o a alguien de su familia. Pero conf¨ªa en Mart¨ªn Caballero, el comandante del frente de las FARC responsable de su secuestro. "En la guerra que ¨¦l batalla tiene claro el concepto de dignidad. Pienso que va a respetar el hecho de que huyese. ?l ten¨ªa la obligaci¨®n de impedir que yo me escapara y a m¨ª me tocaba intentar hacerlo".
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