Decisi¨®n est¨¦ril sobre debates est¨¦riles
Una cosa es que el Partido Popular se a¨ªsle en el Parlamento porque no comparta ninguna de las propuestas de los otros grupos y otra, muy distinta, que el Partido Socialista acuerde con todos los otros grupos aislar al PP para evitar que sus propuestas "deriven en debates est¨¦riles". El Parlamento existe para debatir, y la mayor¨ªa no es qui¨¦n para precaver debates est¨¦riles. Sobre todo, porque podr¨ªa llegar a la simplista conclusi¨®n de que es improductivo todo lo que le perjudica. La idea es que las mayor¨ªas rebatan a las minor¨ªas y que hagan valer su n¨²mero a la hora de aceptar o rechazar propuestas, no que conviertan al Parlamento en un agujero negro donde se succiona e ignora lo que no se quiere o¨ªr.
Se comprende la incomodidad del Gobierno ante la decisi¨®n del PP de convertir la lucha antiterrorista en el centro de su estrategia electoral y de su esgrima parlamentaria. Claramente, las cinco propuestas anunciadas por Mariano Rajoy no buscan descubrir puntos de encuentro con el Gobierno, sino precisamente resaltar la imposibilidad de llegar al menor consenso en esas pol¨ªticas. Pero, aun as¨ª, ser¨ªa mejor que el enojo no se traduzca en un remedio peor que la enfermedad.
Si el PSOE "no quiere participar en la estrategia de confrontaci¨®n y divisi¨®n" que propone el PP, no tiene m¨¢s que explicarlo en la tribuna parlamentaria. Convocar a los otros grupos a mantener un despectivo silencio frente a iniciativas del primer partido de la oposici¨®n, por muy malintencionadas que se consideren, es una actitud de protesta muy cercana al pataleo, algo que no tiene mucho sentido cuando lo practican las mayor¨ªas.
Adem¨¢s, si los sondeos publicados son correctos, la oposici¨®n perdi¨® el debate del pasado lunes precisamente porque no dej¨® abierta la menor posibilidad de llegar a acuerdos en materia antiterrorista. El colmo ser¨ªa que fuera ahora el propio Gobierno el que, encantado con su ¨¦xito, cerrara de golpe el mismo port¨®n. La idea de evitar debates pol¨ªticos que "desmoralicen a los ciudadanos" es, por otra parte, bastante peregrina. No se trata de hacer cosas extra?as para evitar que el PP coloque, una y otra vez, el rechazo de la pol¨ªtica antiterrorista de Rodr¨ªguez Zapatero en el centro del debate ni para conseguir que los ciudadanos no se desanimen al escucharles. Se trata de proporcionar argumentos para que decidan si comparten esas criticas o si las consideran injustas.
La realidad es que la pol¨¦mica sobre pol¨ªticas antiterroristas va a seguir muy viva en los pr¨®ximos meses. Por mucho que el PSOE diga que quiere que las propuestas en esta materia se debatan en los "¨¢mbitos reservados adecuados", no hay que confiar en que realmente se pueda introducir algo de sosiego en ese campo. Incluso da la impresi¨®n de que el propio presidente del Gobierno y el propio Partido Socialista est¨¢n convencidos de que la pol¨ªtica antiterrorista seguir¨¢ siendo el eje de su acci¨®n gubernamental de aqu¨ª a 2008, y que no tiene mucho sentido intentar colocar otros temas sobre la mesa de aqu¨ª a las elecciones.
De hecho, Rodr¨ªguez Zapatero no parece haber renunciado a hablar de su estrategia antiterrorista en todas y cada una de sus intervenciones p¨²blicas no parlamentarias, por encima de quienes le advierten de que puede cortocircuitar cualquier otro debate pol¨ªtico e impedir que sus ministros "saquen la cabeza". En su reciente conferencia ante el Foro Nueva Econom¨ªa, el presidente del Gobierno no esper¨® siquiera a que alguien le preguntara sobre el asunto. Est¨¢ claro que ha puesto punto final al actual proceso de contactos con ETA, pero que no ha cambiado su an¨¢lisis sobre la situaci¨®n en que se encuentra Batasuna, ni sus convicciones, ni su certidumbre en que ¨¦ste es un tema que exige su empuje personal. Parece como si el presidente del Gobierno tuviera continuamente en la cabeza la famosa frase de Churchill: "Esto no es el final. Ni tan siquiera el principio del final. Esto es el final del principio". solg@elpais.es
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