Mediadores adolescentes
Un instituto de Usera aplica desde hace 10 a?os programas educativos para mejorar la convivencia entre sus alumnos
?ngel y Luis (nombres supuestos) eran muy amigos hasta que se pelearon por una pistola de agua. Eran muy peque?os y no volvieron a verse hasta que coincidieron en el instituto. ?ngel eligi¨® como pimpampun a Luis, m¨¢s bajo que los otros chicos de 3? de la ESO, m¨¢s delgado, imberbe y ligeramente afeminado. Se met¨ªa con ¨¦l y le ped¨ªa dinero constantemente. Un papel firmado por ambos, en el que ?ngel se compromet¨ªa a no acosar m¨¢s a Luis, acab¨® con las agresiones.
El documento que libr¨® a Luis de un calvario forma parte del programa de mediadores del instituto Pradolongo, en Usera. Natalia, de 16 a?os, est¨¢ encantada de ser una de las dos personas que solucionaron el caso.
Los voluntarios para resolver conflictos, cinco compa?eras y un chico, se quitan la palabra unos a otros en un aula del centro para contar sus experiencias. Aroa medi¨® en una triple pelea por un boli; Natalia ayud¨® con los deberes a una alumna china que no dominaba el espa?ol... Hace seis a?os que se implant¨® la figura del mediador en este instituto, al que acuden adolescentes de extracci¨®n social media-baja, y donde casi el 60% de los alumnos es inmigrante. El sistema se ha extendido ya a m¨¢s de 50 centros de la Comunidad.
"Los conflictos que ayudan a solucionar les servir¨¢n en su vida", explica la profesora
Dani logr¨® que el chico que dio una colleja a un marginado reconociera que no actu¨® bien
Las reglas son muy simples: los participantes est¨¢n obligados a respetarse, deben guardar los turnos de palabra y todo lo que se cuente es confidencial. Una vez aceptadas estas bases, se re¨²nen con dos mediadores y cada uno da su versi¨®n de los hechos.
"Les preguntas c¨®mo se sienten y qu¨¦ proponen para solucionar lo que creen que no funciona", explica Aroa, una colaboradora muy did¨¢ctica.
Cuando las dos versiones, a trav¨¦s del tamiz de los mediadores, se convierten en una sola, todos firman el Registro de Acuerdo. El documento establece qu¨¦ hay que hacer para que los problemas no se repitan y se fija un plazo para revisar el acuerdo.
No es la primera experiencia del centro. Hace 10 a?os que el instituto Pradolongo puso en marcha otra figura: los alumnos ayudantes, una especie de paso previo al de mediador que cada vez adoptan m¨¢s centros. En estos casos, los protagonistas suelen ser escolares m¨¢s peque?os que se ocupan de asuntos de menor calado. Por ejemplo, si un chico acaba de llegar al centro, el ayudante tiene que evitar que se quede aislado o de echarle una mano con el idioma si es extranjero. Al comienzo del curso, cada clase elige a tres o cuatro colaboradores de este tipo.
Daniel es uno de ellos. Con su ch¨¢ndal azul y su aparato de dientes, cuenta orgulloso el d¨ªa en que particip¨® en su mayor reto: a un chico marginado le dieron una colleja y grabaron la escena con el m¨®vil. Daniel logr¨® que al que se le fue la mano reconociera que no hab¨ªa actuado bien y que no ten¨ªa derecho a tratar as¨ª a la gente.
"Lo que estamos haciendo es educarlos en valores. Y los conflictos que ayudan a solucionar les servir¨¢n de mucho a lo largo de su propia vida", explica la impulsora de los dos programas, la profesora Isabel Fern¨¢ndez.
No s¨®lo Pradolongo ha tomado iniciativas para que el respeto sea la m¨¢xima que impere entre los que acuden cada ma?ana a clase. Como apunta la psic¨®loga de la educaci¨®n Sol Andr¨¦s, el reci¨¦n terminado informe del Defensor del Pueblo se?ala que los profesores y los centros se ocupan cada vez m¨¢s de los asuntos relacionados con la convivencia. Es el caso de un profesor de un instituto de Alcobendas que prefiere no dar su nombre. Es el tutor de una clase de 3? de la ESO que re¨²ne a los 12 chicos m¨¢s conflictivos del centro: los que acumulan m¨¢s partes de falta de asistencia, los que se pasaban meses sin hacer los deberes...
El docente explica con una an¨¦cdota c¨®mo una actitud negativa puede ser reconducida para que todos aprendan algo. Fue cuando, en una visita a un polideportivo, otro educador denunci¨® que hab¨ªan desaparecido 30 euros y un m¨®vil.
Los alumnos negaron haber robado nada, pero su profesor les ofreci¨® un pacto: "S¨¦ que no hab¨¦is sido vosotros, pero a ver si lo podemos encontrar entre todos", les dijo. Nadie reconoci¨® haberse llevado el dinero, pero, adem¨¢s de devolverlo, los chicos se impusieron como castigo ir los siguientes d¨ªas a trabajar al centro deportivo.
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