?Qui¨¦n es el que debe "mantener el rumbo"?
Desde que el Gobierno de Bush invadi¨® Irak, en la primavera de 2003, el debate entre los pol¨ªticos estadounidenses y las figuras intelectuales p¨²blicas que les asesoran ha tenido un cariz extra?o y vagamente surrealista. Al decir "surrealista", me refiero simplemente a unas pol¨ªticas que est¨¢n cada vez m¨¢s alejadas de la realidad internacional, como si quienes las propugnan hubieran entrado en un mundo mental exclusivo de ellos.
V¨¦ase, por ejemplo, la reacci¨®n de los neoconservadores ante el reciente y realista informe del Grupo de Estudios sobre Irak, presidido conjuntamente por James Baker y Lee Hamilton. El documento deja muy claro que la estrategia actual en Irak no est¨¢ funcionando. La situaci¨®n sobre el terreno es cada vez peor. Est¨¢ en marcha una guerra civil. Sin sugerir que haya que "salir corriendo" inmediatamente, el informe Baker-Hamilton est¨¢ claramente a favor de una retirada calibrada.
Se podr¨ªa pensar que el informe iba a ser bien recibido por todos los pol¨ªticos y estrategas de sill¨®n que nos metieron en la guerra. Sin embargo, tras un breve periodo de murmullos discretos, los halcones han vuelto, en una carga encabezada por su peri¨®dico favorito, The Wall Street Journal; al d¨ªa siguiente de que el grupo de estudios se reuniera con el presidente Bush, el diario public¨® un editorial titulado El Grupo de L¨ªos de Irak.
El informe Baker-Hamilton es una chapuza, dicen los archi-intervencionistas; es la labor de unos pol¨ªticos nacidos para negociar compromisos.
No hay que hablar de apaciguamiento, retirada ni rendici¨®n. Estamos en una lucha a muerte, as¨ª que lo ¨²nico que se puede hacer es "mantener el rumbo", si es preciso con un mayor refuerzo de tropas. Dado que ¨¦stos son los sentimientos del propio presidente Bush, no es extra?o que anunciara una "nueva" estrategia, consistente en enviar aproximadamente 20.000 soldados m¨¢s a Irak, con lo que, en definitiva, rechaza las recomendaciones del informe.
Son palabras combativas que prometen un plan de lucha. Pero ah¨ª est¨¢ el problema, por desgracia. De acuerdo con la mayor¨ªa de las informaciones sobre la situaci¨®n actual del ej¨¦rcito estadounidense, no hay suficientes soldados disponibles para enviar a Irak y garantizar una s¨®lida victoria militar sobre el terreno.
Como subraya el experto en pol¨ªtica de Defensa Charles Pena, del Independent Institute, la norma general del ej¨¦rcito es que haya dos unidades descansando, entren¨¢ndose, reclutando o reacondicion¨¢ndose por cada unidad en servicio activo, y eso significa que el barril est¨¢ pr¨¢cticamente vac¨ªo. Seg¨²n dice Pena, "los 152.000 soldados presentes en Irak exigen otros 304.000 para hacer turnos de rotaci¨®n, es decir, un total de 456.000 soldados; una cifra peligrosamente pr¨®xima al tama?o total del ej¨¦rcito actual en activo".
Eso sin incluir los despliegues de tropas en otros lugares conflictivos como Afganist¨¢n y Corea, que es de suponer que tambi¨¦n necesitar¨¢n esa rotaci¨®n. Los trucos y las estratagemas como llamar a filas a los reservistas o aplazar los permisos no sirven de nada. Por consiguiente, dice Pena, la pol¨ªtica actual es insostenible.
No obstante, independientemente de que sea sostenible o no, la posici¨®n de "mantener el rumbo" que defienden los neoconservadores suscita una duda ¨¦tica de tipo m¨¢s general. ?Qui¨¦nes son exactamente los que van a tener que "mantener" el rumbo y seguir luchando en el centro de Tikrit, en Faluya y en cada carretera plagada de bombas? ?Ser¨¢n los brillantes intelectuales de derechas, j¨®venes y no tan j¨®venes, que disfrutan de c¨®modos despachos y salarios en sus think-tanks? Lo dudo.Desgraciadamente, Estados Unidos libra hoy una guerra mucho menos democr¨¢tica que hace 60 a?os, y la verdad es que los reclutas que se incorporan al ej¨¦rcito reflejan nuestra sociedad distorsionada y clasista. Ning¨²n congresista ha renunciado a su esca?o para ir a luchar al frente, como hizo Winston Churchill en 1915. Y son muy pocos los que tendr¨¢n a sus hijos patrullando esta noche en Bagdad o cualquier otra ciudad iraqu¨ª.
Muy pocos o ninguno de los "distinguidos profesores" de instituciones de derechas que se alimentan de la pol¨ªtica de Washington van a ponerse un uniforme. Y, en cuanto a los banqueros, abogados, consultores y especialistas m¨¦dicos bien pagados de los barrios lujosos de Los ?ngeles y Long Island, ?qu¨¦ va! Su problema es c¨®mo conseguir un nuevo Ferrari antes que el vecino.
No, los que est¨¢n luchando en esta guerra, a los que ahora se pide que mantengan el rumbo, proceden de otras clases sociales y otros distritos postales. En un montaje conmovedor pero verdaderamente inquietante que apareci¨® el d¨ªa de A?o Nuevo, The New York Times reproduc¨ªa fotograf¨ªas de todos los soldados estadounidenses muertos en Irak desde octubre de 2005, es decir, desde que murieron los primeros 2.000. Los muertos eran -dec¨ªa el art¨ªculo que acompa?aba las im¨¢genes- "sobre todo, hombres blancos de ¨¢reas rurales, soldados tan j¨®venes que a¨²n ten¨ªan fresco el recuerdo de sus haza?as en el f¨²tbol americano del instituto y sus correr¨ªas de adolescentes". Hab¨ªa tambi¨¦n un n¨²mero importante de afroamericanos e hispanos.
A primera vista, no me pareci¨® que hubiera entre los fallecidos muchos procedentes de la Facultad de Derecho de Harvard, la firma Goldman Sachs o alg¨²n instituto de cirug¨ªa facial de California. Nuestro pa¨ªs est¨¢ completamente dislocado en este sentido, y la mayor¨ªa de la gente seguramente lo sabe pero no lo quiere decir, porque podr¨ªa evocar una palabra tab¨²: el reclutamiento obligatorio.
Gobernar es tomar decisiones dif¨ªciles. Pero a los dirigentes pol¨ªticos de Estados Unidos no les gusta, as¨ª que vamos a pedir a nuestras cansadas tropas que vuelvan a "aumentar".
Puede que de esa forma obtengamos la victoria -si es que alguien sabe qu¨¦ significa eso-, pero ser¨¢ un proceso divisivo e inmoral, porque las clases altas y nuestros patri¨®ticos intelectuales pueden eludir h¨¢bilmente las penalidades de la guerra. Por tanto, si en las semanas y los meses venideros oyen a alg¨²n pol¨ªtico o experto neoconservador insistir, desde la tranquilidad de un estudio de televisi¨®n, en que debemos "mantener el rumbo", por favor, por favor, preg¨²ntenle: "?Qui¨¦n cree usted que va a mantener el rumbo a medianoche en el centro de Faluya?".
A lo mejor, por una vez, podr¨ªan dejar a esos hip¨®critas sin habla.
Paul Kennedy ocupa la c¨¢tedra J. Richardson de Historia y es director del Instituto de Estudios sobre Seguridad Internacional en la Universidad de Yale.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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