Deliberar
De Juana Chaos es un militante de ETA con un pasado sumamente sangriento y cruel, demostrativo de una peligrosa personalidad obsesiva. De Juana Chaos ha estado 18 a?os en la c¨¢rcel, en cumplimiento de las condenas que la justicia le impuso por sus atrocidades. Con ellos, conforme a los diversos beneficios penitenciarios que en estricta aplicaci¨®n de la ley se otorgaron, ha saldado la deuda penal por su pasado. Ante la proximidad de su liberaci¨®n, bajo una presi¨®n medi¨¢tica considerable, se empez¨® a buscar desesperadamente alguna treta legal que permitiera mantenerle en la c¨¢rcel. Dos art¨ªculos suyos en los que pronunciaba algunas amenazas, especialmente contra responsables penitenciarios, sirvieron para armar un nuevo juicio contra ¨¦l. De Juana Chaos fue condenado por un delito, que, en definitiva, es de opini¨®n, nada menos que a 12 a?os de c¨¢rcel. Alg¨²n sector del Partido Popular y de la AVT consider¨® que era una minucia. Esta condena no es firme porque est¨¢ pendiente de recurso. De Juana decidi¨® libremente iniciar una huelga de hambre de protesta. Es un gesto radical que plantea siempre dudas entre los jueces para hacer compatible el principio constitucional que da toda prioridad a la vida con un acto libre que un ciudadano emprende con voluntad de que tenga significaci¨®n pol¨ªtica y simb¨®lica. Ante la agravaci¨®n de su estado, la fiscal¨ªa pide a la Audiencia Nacional que le otorgue la prisi¨®n atenuada.
Estos son los hechos. A partir de aqu¨ª vienen las interpretaciones. ?Es la prisi¨®n atenuada la opci¨®n m¨¢s razonable? Con todas las cautelas en un caso tan delicado, a m¨ª me parece que s¨ª. Pone en primer plano la protecci¨®n de la vida, conforme a la jerarqu¨ªa constitucional, pero al mismo tiempo deja en manos de De Juana la decisi¨®n de morir o no morir, sin que el Estado le fuerce en ninguna de las direcciones. Una vez en su casa, fuera del factor de coacci¨®n que es un establecimiento penitenciario, si De Juana decide seguir la huelga no habr¨¢ ninguna ambig¨¹edad. El Estado habr¨¢ hecho lo que ten¨ªa que hacer para evitar su muerte, ¨¦l no habr¨¢ querido.
Naturalmente, juegan a favor de la prisi¨®n atenuada los antecedentes arriba descritos: la condena no es firme y es fruto de una peripecia indudablemente pol¨ªtica, que llev¨® a una soluci¨®n desproporcionada. Tampoco puede obviarse el contexto: De Juana Chaos est¨¢ haciendo un chantaje al Estado. Su muerte dar¨ªa un m¨¢rtir al mundo etarra-batasuno, lo cual s¨®lo servir¨ªa para a?adir le?a al fuego de la situaci¨®n actual. Si los jueces adoptan esta decisi¨®n, el Estado no habr¨¢ cedido lo m¨¢s m¨ªnimo. Simplemente se habr¨¢ confirmado la superioridad moral y humana del Estado de derecho frente a la l¨®gica terrorista.
Mariano Rajoy ha hablado del riesgo de que todos los presos de ETA siguieran el ejemplo. No deja de ser un argumento demag¨®gico. Una huelga de hambre no es un entretenimiento. Muy pocos presos est¨¢n dispuestos a llevarla hasta el final. Esta generalizaci¨®n del discurso no ayuda a tomar una resoluci¨®n. Estamos ante un caso concreto y es como tal que hay que tratarlo.
El comportamiento de De Juana Chaos es una muestra de un tipo de mentalidad "atra¨ªda por los absolutos, las supuestas certezas morales y las dicotom¨ªas simplistas". El fil¨®sofo americano Richard J. Bernstein en El abuso del mal, contrapone esta mentalidad "al falibilismo pragm¨¢tico" que "cuestiona la apelaci¨®n a los absolutos en la pol¨ªtica, que sostiene que no debemos confundir la certidumbre moral subjetiva con la certeza moral objetiva". Y Bernstein concluye que el verdadero choque al que nos enfrentamos no es el de civilizaciones sino el de mentalidades y que tanto el fanatismo como el pragmatismo est¨¢n repartidos de modo muy transversal en el mundo.
Sin embargo, en un punto me gustar¨ªa precisar a Bernstein: es el choque entre absolutos, que realimentan a los fan¨¢ticos de cada lado, el que agrava los conflictos y deja a los pragm¨¢ticos en un limitado espacio para su juego. En este sentido, frente al ruido ensordecedor de los fan¨¢ticos, necesitamos alguna dosis de pragmatismo realista, que aplique la ley con la sutileza y la atenci¨®n necesaria a los hechos concretos y que no convierta sus certezas en certidumbres absolutas. A menudo olvidamos que ¨¦ste deber¨ªa ser el esp¨ªritu de toda deliberaci¨®n democr¨¢tica.
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