?Qu¨¦ es la derrota de ETA?
Argumenta el autor que no es lo mismo la derrota de ETA, algo que ya se produjo en los a?os ochenta, que su final
Se oye con mucha frecuencia el argumento de que es necesaria la negociaci¨®n pol¨ªtica con ETA ya que su completa derrota policial o judicial es imposible. ?Qu¨¦ entendemos por derrota/victoria, qu¨¦ entendemos por policial/judicial y qu¨¦ entendemos, en fin, por negociaci¨®n pol¨ªtica?
En cualquier conflicto (armado o no) vence aquel contendiente que lleva a cabo sus objetivos estrat¨¦gicos. La victoria total implica, adem¨¢s, la aniquilaci¨®n del adversario de modo que no pueda satisfacer sus objetivos iniciales ni otros y quede completamente a merced del vencedor. Es aquello del ¨²ltimo parte de la Guerra Civil de 1 de abril de 1939 que proclamaba: "Cautivo y desarmado..."
Si analizamos en t¨¦rminos militares la relaci¨®n entre ETA y el Estado constatamos que, aun admitiendo la extraordinaria gravedad de los da?os humanos, materiales y pol¨ªticos que produce la actividad terrorista, lo cierto es que el Estado constitucional espa?ol ha ido cumpliendo razonablemente los objetivos que se ha fijado: transici¨®n democr¨¢tica, extensi¨®n y consolidaci¨®n del modelo del Estado de las autonom¨ªas, integraci¨®n plena en la Uni¨®n Europea, crecimiento econ¨®mico con homologaci¨®n de sus niveles financieros y sociales con los pa¨ªses de su entorno, modernizaci¨®n de su sistema productivo, institucional y cultural, etc¨¦tera. Por el contrario, los objetivos expresamente declarados como propios por la organizaci¨®n terrorista -territorialidad, anexi¨®n de Navarra, independencia, socialismo, amnist¨ªa, autodeterminaci¨®n, etc.-, unos no se han visto coronados por el ¨¦xito en absoluto, otros han desaparecido de la agenda de cualquier movimiento pol¨ªtico moderno y algunos, en fin, no son siquiera identificados como objetivos propios de ETA (por tanto, precisados de su concurso) sino, mas bien, como todo lo contrario. La autodeterminaci¨®n, por ejemplo, aun trat¨¢ndose de una cuesti¨®n compartida por todo el espectro nacionalista, es vista por los propios nacionalistas vascos como una pretensi¨®n que se ve m¨¢s bien perjudicada que favorecida por el apoyo del terrorismo.
Ser¨ªa m¨¢s acertado plantear la imposibilidad de la derrota del Estado por la acci¨®n de un grupo terrorista
El final de ETA requiere, inexorablemente, la renuncia del PNV a toda utilizaci¨®n oportunista de la paz
Desde este punto de vista, el an¨¢lisis no deber¨ªa partir tanto de la conciencia de la imposible derrota de ETA por parte del Estado de derecho espa?ol, sino que resultar¨ªa m¨¢s acertado plantear la imposibilidad de la derrota del Estado mediante una acci¨®n terrorista ciertamente da?ina, pero relativamente soportable.
El gran fracaso de ETA debi¨® ser constatado a partir de los a?os 80, si no antes, momento en el que la organizaci¨®n terrorista fue incapaz a pesar de su enorme potencial asesino (mas de cien muertos al a?o), de torcer significativamente el debate pol¨ªtico en el que los partidos nacionalistas participaron -es decir, legitimaron- con el mismo entusiasmo que el resto de fuerzas pol¨ªticas.
La posibilidad de hacer funcionar una espiral de acci¨®n-represi¨®n tuvo como ¨²nico resultado pr¨¢ctico el galimat¨ªas jur¨ªdico de la LOAPA (diluido por la pr¨¢ctica pol¨ªtica y la jurisprudencia del Tribunal Constitucional) y el pat¨¦tico intento de golpe de Estado del 23-F. Con el triunfo de la democracia parlamentaria alguien debi¨® darse cuenta de que los objetivos abertzales jam¨¢s podr¨ªan alcanzarse por medio del terror. El nivel de provocaci¨®n necesario para hacer saltar el sistema constitucional quedaba enormemente alejado de las posibilidades operativas de la banda armada. La cooperaci¨®n internacional antiterrorista, consecuencia inevitable de la legitimaci¨®n del Estado espa?ol como democracia europea, ven¨ªa a poner la puntilla a tal estrategia. ETA debi¨®, a partir de ese momento, modificar sus objetivos ¨²ltimos y, en consecuencia, revisar sus m¨¦todos para tratar de alcanzarlos. Esta muestra de lucidez (en t¨¦rminos de juego pol¨ªtico, cuestiones morales aparte) solo fue efectiva en parte de la organizaci¨®n (los polimilis capitaneados por Mario Onaindia), incluso a pesar de las infames sugerencias de Xavier Arzalluz de sobra conocidas. Supieron ver que el pueblo vasco, aun mostrando rescoldos de simpat¨ªa o comprensi¨®n, rechazaba de un modo pr¨¢cticamente un¨¢nime la violencia como m¨¦todo. El terrorismo se convert¨ªa de este modo, adem¨¢s de en algo inmoral e ilegal, en algo anacr¨®nico, ineficaz y est¨²pido. Un lastre, una r¨¦mora para los propios objetivos nacionalistas.
Que ETA no pueda acabar con la democracia espa?ola, ni siquiera con la vasca, no quiere decir que su presencia no provoque severos da?os. Es como la infecci¨®n provocada por un virus pat¨®geno. Si no se puede (y aqu¨ª no se ha podido todav¨ªa) alcanzar su total erradicaci¨®n, bien est¨¢ conseguir que quede acantonada sin poner en riesgo la vida del paciente. Ahora bien, esta curaci¨®n puede ser suficiente para vivir pero, desde luego, no es perfecta. Deberemos permanecer en guardia frente a los factores que puedan desencadenar un agravamiento, un rebrote, una recidiva.
Ha habido m¨²ltiples contactos entre ETA y el mundo exterior (gobiernos, polic¨ªas, partidos, diversas ONG, eclesi¨¢sticos, etc¨¦tera) en los que se pretend¨ªa, de forma m¨¢s o menos sincera, expl¨ªcita, un¨ªvoca o contaminada con otras pretensiones, el cese de la violencia, algo universalmente considerado como un mal. Ahora bien, como dijo Franco a la viuda de su m¨¢ximo colaborador, Carrero Blanco, al darle el p¨¦same, "no hay mal que por bien no venga". El PNV, justo es reconocerlo, ha optado en algunos momentos por sacar provecho de la existencia de ETA (el ¨¢rbol y las nueces) y en otros de la propia desaparici¨®n de la banda (Lizarra), lo cual no deja de tener su l¨®gica.
En la medida en que, por las razones que fuera, ETA pareciera dispuesta a rebajar sus antiguas pretensiones revolucionarias y radicales, sus nuevos objetivos vendr¨ªan a coincidir, de hecho, con los postulados del nacionalismo moderado, que bien puede aprestarse a facilitar, a cambio de la ansiada paz, el logro de los mismos. No corresponde ahora analizar si este comportamiento es l¨ªcito o no. Al fin y al cabo, como dir¨ªa Ibarretxe, ?qu¨¦ hay de malo en ello? Lo incorrecto es estorbar el paso de la ambulancia que viene avisando con su sirena, pero una vez que ¨¦sta ha pasado... ?Qu¨¦ hay de malo en colarse a su zaga y aprovechar el hueco que va abriendo en la caravana? Lo evidente es que al resto de fuerzas pol¨ªticas tal comportamiento les pone en un brete insoportable.
La derrota definitiva de ETA requiere, inexorablemente, la renuncia del PNV a toda utilizaci¨®n oportunista de la paz. La historia ha puesto a los dirigentes del partido jeltzale ante una encrucijada de responsabilidad y generosidad en aras de la igualdad de oportunidades pol¨ªticas de todos los vascos, nacionalistas o no, ciertamente dif¨ªcil, pero inaplazable por m¨¢s tiempo. No cabe duda de que ese sacrificio de sus intereses de hoy por la justicia y la libertad de los dem¨¢s habr¨¢ de ser recompensado por la Euskadi de ma?ana.
Rafael Iturriaga Nieva es consejero del Tribunal Vasco de Cuentas P¨²blicas
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