Sangre, diamantes y l¨¢grimas
La gente buena de Sierra Leona est¨¢ encantada de que Hollywood haya hecho una pel¨ªcula que cuente al mundo los horrores de su guerra civil, pero se lamentan de que el paisaje no se parece casi nada al original. No es una queja. Entienden que para producir una pel¨ªcula de este calibre se requiere electricidad, agua corriente, carreteras transitables. Entienden que Sierra Leona, un pa¨ªs que sencillamente no tiene infraestructura, no estaba a la altura de las necesidades de semejante producci¨®n.
Lo lamentable, y lo que va al coraz¨®n de la tragedia de muchos pa¨ªses africanos, es que el pa¨ªs posee la riqueza natural suficiente como para dar vidas m¨¢s que dignas a sus seis millones de habitantes. Posee diamantes. Y los ha pose¨ªdo en abundancia. Desde que se descubrieron los primeros en los a?os treinta, el valor total de los diamantes extra¨ªdos es de miles de millones de d¨®lares.
No fue hasta los a?os noventa que la riqueza proveniente de los diamantes, en vez de enriquecer a mercaderes extranjeros, se qued¨® dentro del pa¨ªs. La horrible iron¨ªa del caso, y el motivo por el que se cre¨® la frase "los diamantes de la sangre", es que ese dinero se convirti¨® en armas. Los ej¨¦rcitos en disputa vendieron los diamantes para abastecer una guerra que empez¨® en 1991, dur¨® 11 a?os, cobr¨® 50.000 vidas, gener¨® miles de ni?os soldados que mutilaron y violaron a miles m¨¢s, desplaz¨® a dos millones de personas -un buen n¨²mero de ellos lleg¨® en pateras a Espa?a- y dej¨® una devastaci¨®n econ¨®mica de la que Sierra Leona apenas se ha empezado a recuperar.
La misma l¨®gica perversa se aplica a los otros dos pa¨ªses que han sufrido las consecuencias de poseer algunos de los yacimientos de diamantes m¨¢s abundantes del mundo. Angola y la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo poseen una riqueza mineral exuberante. Pero, una vez m¨¢s, la fecundidad de la naturaleza ha sido transformada no en bienestar para su gente, sino en hambre, terror y l¨¢grimas. La guerra en Angola dur¨® 30 a?os. Hubiera durado mucho menos, o hubiera sido un conflicto de mucha m¨¢s baja intensidad, si Jonas Savimbi no hubiera utilizado los diamantes que controlaba para transformar su guerrilla, UNITA, en uno de los ej¨¦rcitos m¨¢s formidables del continente.
En el Congo los combates han disminuido y ya no hay tanta presencia de ej¨¦rcitos de pa¨ªses vecinos como Zimbabue, Ruanda y Uganda, atra¨ªdos todos por los diamantes, y las posibilidades de pillaje que ofrec¨ªa el caos de la guerra.
Comparado con la situaci¨®n catastr¨®fica de hace cuatro a?os, Sierra Leona, Angola y el Congo est¨¢n en paz. Pero en los tres pa¨ªses las secuelas de las guerras de los diamantes, que seg¨²n Amnist¨ªa Internacional dejaron un total de 3,7 millones de muertos, siguen siendo nefastas. Tampoco en Angola y el Congo se podr¨ªa rodar una pel¨ªcula de Hollywood. Tan desesperante es la pobreza en esos pa¨ªses tan ricos, tan bondadosamente bendecidos por la naturaleza, que es casi inimaginable que se pueda hacer nunca. Los diamantes de la sangre son para siempre.
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