El antil¨ªder
El verdadero Rom¨¢n Riquelme estaba sentado en las gradas del Madrigal el s¨¢bado pasado. Es muy dif¨ªcil que, ante una situaci¨®n como la que ¨¦l atraviesa, un jugador reaccione de la misma manera. Pero ¨¦l no se perd¨ªa ning¨²n detalle del partido que enfrentaba al Villarreal con el Sevilla. Sufr¨ªa por su equipo. Sent¨ªa igual. Estaba ajeno a todo lo que rodeaba al campo, incluido ¨¦l mismo, con esos pantalones vaqueros y esas zapatillas propias de alguien que no se preocupa por su aspecto. Al verle, me convenc¨ª de que segu¨ªa siendo como cuando lo conoc¨ª, hace 15 a?os, en Argentinos Juniors. Segu¨ªa comport¨¢ndose como un ni?o que ama el f¨²tbol. Acompa?aba el bal¨®n con la mirada, como si estuviese en el campo, como si desde su asiento pudiese empujarlo. Sin prestarle atenci¨®n a nada m¨¢s. Manifestando su m¨¢s profundo respeto por quienes saben jugar, se rindi¨® ante un control de Kanout¨¦ con un gesto de asentimiento.
Siempre me asombr¨® su inteligencia para simplificar. De todos los jugadores que he dirigido, ni?os y adultos, Rom¨¢n ha sido el m¨¢s dotado para conducir a un equipo. A los 15 a?os ya manejaba todos los tiempos de un partido. Igual que ahora. Hac¨ªa mejor a sus compa?eros. A los laterales les pon¨ªa el bal¨®n dos metros por delante para que centrasen bien perfilados; con los extremos era h¨¢bil para meterles el pase en el momento justo, para que ganaran la espalda a sus oponentes; a los nueves los hac¨ªa goleadores, y a los medios los volv¨ªa m¨¢s ordenados. Despu¨¦s de 15 a?os no ha perdido la capacidad de hacer mejor a los dem¨¢s. En la cancha es donde concentra sus sentimientos m¨¢s elevados. Es su h¨¢bitat. Todo lo dem¨¢s, para ¨¦l, es secundario.
Es el due?o de la pelota. No lo acreditan sus palabras, sino sus hechos. En la final del Mundial sub 21 de Malaisia, en 1998, Argentina se enfrent¨® a Uruguay. El partido empez¨® mal para nosotros. Uruguay dominaba. Era el ¨²nico equipo que hab¨ªa en el campo. Desde el banquillo lo ve¨ªamos todo negro. Los jugadores estaban perdidos. Pero en el momento de m¨¢s desorientaci¨®n ocurri¨® algo extraordinario. Rom¨¢n se acerc¨® a la banda y me dijo: "Tranquilo, tranquilo, que ahora empiezo a jugar". Entonces empez¨® a pedir la pelota. Y con la pelota fue cambiando el ritmo del partido. En el momento de mayor desconfianza, cuando el equipo se hab¨ªa dejado atrapar por la inseguridad, Rom¨¢n tuvo claridad, convicci¨®n y sangre fr¨ªa.
Otro momento que lo define es un partido del campeonato suramericano juvenil que jugamos con Brasil, en Chile. Antes de ir al estadio, en la charla t¨¦cnica, hice hincapi¨¦ en lo bien que le pegaban los brasile?os a la pelota. Ped¨ª a los jugadores que no hicieran faltas cerca del ¨¢rea y que armaran bien la barrera. En el descanso el partido iba 1-1, muy parejo. Recuerdo que Rom¨¢n recibi¨® un bal¨®n al borde del ¨¢rea, producto de un rechace de los defensas. Amag¨®, pas¨® entre los dos centrales y, cuando el portero le sali¨® al cierre, volvi¨® a amagar. Hizo como que tiraba fuerte y la coloc¨® despacito. Fue un golazo. Sali¨® corriendo y fue al banquillo. Pas¨® a dos metros y me grit¨®: "?Jos¨¦, c¨®mo patean los brasile?os!".
Rom¨¢n se abri¨® paso por la vida a golpe de puro talento. Por su calidad lo han querido hacer l¨ªder. Pero ¨¦l es el antil¨ªder porque nunca asume posturas demag¨®gicas. Nunca perdi¨® la sencillez de su juego. Esa sencillez hace que sufra lo que hay de artificioso y extravagante en el f¨²tbol medi¨¢tico. Da la impresi¨®n de ser un hombre hosco, una estrella. Pero es un ni?o. Tiene fama y dinero, pero s¨®lo quiere ser un ni?o que juega al f¨²tbol. Porque muere con su idea, es un antisistema en el f¨²tbol moderno. En una industria que se alimenta de la imagen, no es capaz de sentirse c¨®modo. Tiene la rebeld¨ªa que antes ten¨ªan tantos jugadores y que hoy se ha perdido. No es que sea indisciplinado. Es que defiende a ultranza su identidad.
Jos¨¦ P¨¦kerman fue seleccionador de Argentina en la Copa del Mundo de Alemania 2006.
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