Ante el gorila
La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, anunci¨® que aquella noche, el 7 de diciembre de 2005, un gorila de 800 libras estaba sentado a la mesa que compart¨ªa con el jefe de la diplomacia europea, Javier Solana, y los ministros de Asuntos Exteriores miembros a la vez de la Uni¨®n y de la OTAN. Tras este pre¨¢mbulo que pretend¨ªa ser c¨®mico siendo escalofriante, Rice desvelaba la identidad del gorila y reconoc¨ªa lo que en aquel momento era ya una sospecha generalizada: Estados Unidos estaba realizando vuelos secretos para trasladar a prisioneros sospechosos de terrorismo hasta c¨¢rceles fuera del territorio norteamericano. La secretaria de Estado asegur¨® que la legalidad internacional estaba siendo respetada y que, una vez en sus lugares de destino, los detenidos no eran sometidos a tortura. Se trataba de afirmaciones a beneficio de inventario, como se ha ido conociendo desde entonces.
La transcripci¨®n parcial de aquel encuentro, publicada por EL PA?S el pasado viernes, no deja en buen lugar a los representantes europeos cuyas intervenciones aparecen recogidas, salvo excepciones como los ministros belga y noruego. No s¨®lo por lo que all¨ª dejaron dicho, en ocasiones impropio de gobernantes democr¨¢ticos, sino tambi¨¦n por lo mucho que callaron despu¨¦s. Al menos una docena de las personas enviadas a las c¨¢rceles secretas subcontratadas por la CIA fueron apresadas en territorio europeo, no se sabe si con el consentimiento o no de los Gobiernos afectados. Si la respuesta fuese afirmativa, se estar¨ªa hablando de complicidad; en caso contrario, de violaci¨®n de la soberan¨ªa. Ambos supuestos son inquietantes. Algunos detenidos eran, adem¨¢s, nacionales de pa¨ªses miembros de la Uni¨®n.
Lejos de preocuparse por su suerte, como era su inexcusable obligaci¨®n, y de pedir el fin inmediato de estas acciones execrables, la mayor preocupaci¨®n de los ministros, cuyas palabras constan en la transcripci¨®n, fue obtener de la secretaria de Estado argumentos para hacer frente a sus respectivas opiniones p¨²blicas y al control de sus propios parlamentos. Una parte de los ministros lleg¨® a apoyar, incluso, y con diferentes grados de entusiasmo, una operaci¨®n tras la que se encuentra una de las m¨¢s flagrantes violaciones de las Convenciones de Ginebra realizada no en el fragor de un combate, sino con planificaci¨®n pol¨ªtica y frialdad burocr¨¢tica.
El mayor entusiasta de la nueva y laxa interpretaci¨®n del derecho internacional propiciada por la situaci¨®n creada tras el 11-S fue el ministro de Chequia. Es de notar que el problema no afecta s¨®lo a los secuestros y sobrevuelos, sino tambi¨¦n a las propias instalaciones donde pueden haberse producido los interrogatorios. Uno de los pa¨ªses miembros, Polonia, est¨¢ entre los sospechosos de ser destino de los vuelos y albergar centros clandestinos de tortura, al igual que un pa¨ªs entonces candidato al ingreso, y ahora ya miembro, como es Rumania.
Tal vez la raz¨®n de Estado obligara a que los ministros que participaron en aquel aquelarre transatl¨¢ntico no denunciasen estas acciones patrocinadas por el gobierno de Washington; a lo que no les obligaba, en absoluto, era a escatimar su colaboraci¨®n con las instituciones que, como el Parlamento Europeo y algunos tribunales de los pa¨ªses miembros, decidieron investigar estos episodios de aut¨¦ntica guerra sucia internacional. Menos a¨²n, a fingir ignorancia o a mentir. En un caso como ¨¦ste, resulta sin duda muy delgada la l¨ªnea que separa el comportamiento responsable del encubrimiento. Ahora que se ha sabido que sab¨ªan, los Gobiernos de la Uni¨®n Europea est¨¢n obligados a esclarecer por todos los medios los casos que les pueden afectar, y sus parlamentos a exigirlo.
Aparte de una exigencia derivada del compromiso con la legalidad por el que se rige Europa, existe una raz¨®n pol¨ªtica para que tomen la iniciativa. No se puede descartar que la nueva mayor¨ªa dem¨®crata en el Congreso y el Senado norteamericanos decida investigar los atropellos cometidos por la Administraci¨®n Bush en nombre de la guerra contra el terrorismo. La Uni¨®n quedar¨ªa seriamente en entredicho si los ciudadanos europeos conociesen hechos muy graves, y que les afectan, a trav¨¦s de una investigaci¨®n conducida por Estados Unidos y no por sus propios Gobiernos.
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