Fr¨ªo y escombros en la T-4
Los operarios han retirado en un mes 40.000 toneladas de restos tras el atentado de Barajas
"?Dios santo!", balbucea una mujer con la boca muy abierta. Al salir del aparcamiento, su vista choca con lo poco que queda en pie del m¨®dulo de la T-4 del aeropuerto de Barajas, destruido el pasado 30 de diciembre tras el atentado de la banda terrorista ETA. Un mes despu¨¦s, una lona de pl¨¢stico blanco cubre la fachada de la terminal del aer¨®dromo de Madrid, sin cristales. Algunos negocios de alquiler de coches se han tenido que trasladar de planta, pero la actividad sigue. "Los primeros d¨ªas estaban todos m¨¢s pendientes, ya casi nadie pregunta", comenta la camarera de un bar que permaneci¨® cerrado 10 d¨ªas tras la explosi¨®n.
De las cinco plantas del m¨®dulo, apenas queda en pie el esqueleto de dos paredes, un 20% del edificio, seg¨²n Aeropuertos Espa?oles y Navegaci¨®n A¨¦rea (AENA, el organismo que gestiona los aeropuertos). Un amasijo de hierros y columnas de aspecto endeble rodea como un anfiteatro el solar donde ayer segu¨ªan retirando escombros. Ya se han eliminado 40.000 toneladas de restos del edificio
donde murieron sepultados los ecuatorianos Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio.
El solar, de 50.000 metros cuadrados, quedar¨¢ limpio la segunda quincena de febrero, seg¨²n los c¨¢lculos de AENA. Entonces, la empresa Dragados comenzar¨¢ la reconstrucci¨®n del aparcamiento. Est¨¢ previsto que vuelva a funcionar en septiembre, tras una inversi¨®n de 24,5 millones de euros. Ya se han recuperado 700 veh¨ªculos con graves da?os. Muchos de los restos retorcidos de los coches descansan todav¨ªa en un aparcamiento para empleados y junto al m¨®dulo E siguen almacenados amasijos de hierros. De las 2.107 reclamaciones que ha recibido AENA, s¨®lo se han retirado 867 coches, los menos da?ados.
Decenas de viajeros cruzaban ayer de la terminal al aparcamiento para curiosear y hacer fotos. La mayor¨ªa se quedaba en silencio, con los ojos abiertos, sin apenas moverse. "Ten¨ªan que haber visto esto hace un mes, eso s¨ª que daba miedo", comenta ?lvaro, conductor de uno de los autobuses que transporta viajeros a otras terminales.
Su compa?ero Paco, de 35 a?os, sufri¨® la explosi¨®n a pocos metros de distancia cuando conduc¨ªa un autob¨²s vac¨ªo. "Menos mal que tuve el reflejo de taparme el o¨ªdo y el cristal par¨® parte del impacto, si no tendr¨ªa el t¨ªmpano roto", comenta con una media sonrisa. El peor recuerdo es el "empuj¨®n" de la onda expansiva. Los compa?eros se acercaban ayer en el cambio de turno a interesarse por ¨¦l. "Ahora parece tranquilo, pero ese d¨ªa estaba palid¨ªsimo. ?Menudo susto!", comenta uno. "No me pill¨¦ ni un d¨ªa de baja, como un campe¨®n, menuda an¨¦cdota para contarla en el barrio", a?ade Paco.
Los taladros de dos retroexcavadoras agujerean los trozos de pared que resistieron la sacudida de cerca de 500 kilos de explosivos. Las m¨¢quinas apenas hacen ruido. A pie de obra todav¨ªa quedan restos de polvo, pero ya nadie lleva mascarilla. S¨®lo trabajan los operarios de Dragados. La Polic¨ªa Judicial es informada de hallazgos que puedan resultar ¨²tiles para la investigaci¨®n.
En el interior de la terminal hace fr¨ªo. Alessandro, un italiano de 29 a?os, trabajaba ayer envolviendo maletas con el abrigo puesto. En lugar de cristal, la fachada de 350 metros de longitud est¨¢ cubierta de arriba abajo con una lona blanca de pl¨¢stico. Junto a las puertas, quedan hendiduras sin cubrir por las que se cuela el aire. Imposible estar en mangas de camisa. "Los primeros d¨ªas era mucho peor, estaba la puerta abierta y no hab¨ªa lona", asegura. El 30 de diciembre entr¨® en el turno de tarde. Recuerda el polvo y la oscuridad de la terminal. "Hubo mucho trabajo y no ha parado en todo el mes", a?ade.
Mayte, dependienta de un quiosco, tambi¨¦n est¨¢ "muerta de fr¨ªo". La tienda donde trabaja permaneci¨® cerrada una semana tras el atentado. Se cayeron dos cristales, varios focos y objetos de regalo con la explosi¨®n. Los da?os en el interior de la T-4 suman tres millones de euros, seg¨²n AENA. "Te fastidia que tu puesto de trabajo se vea da?ado por algo as¨ª", comentaba ayer enfadada junto a la caja.
"Pas¨¦ mucho miedo. Lo ¨²nico que quer¨ªa era salir corriendo", asevera Redone, un marroqu¨ª que trabaja como portaequipajes. El atentado le cogi¨® en facturaci¨®n, en la segunda planta. Todav¨ªa recuerda el humo y el ruido. "Era un sonido horrible, fort¨ªsimo, parec¨ªa una pel¨ªcula de desastres, pero era real".
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