"Nos aparegu¨¦ lo Satan¨¤s, tot peludot"
El Museo de Historia de Catalu?a revisa el fen¨®meno de la brujer¨ªa con una exposici¨®n
Las brujas dan mucho miedo. En la exposici¨®n Per bruixa i metzinera, hasta el 27 de mayo en el Museo de Historia de Catalu?a (MHC), entre risotadas demoniacas y sonidos ambientales siniestros de todo tipo (en alg¨²n momento uno se siente m¨¢s que en un museo en la Casa de la Bruja), puede verse a una de ellas, muy fea, desangrando a un ni?o sobre un caldero (una escena de la gran pel¨ªcula de referencia Haxan, 1922, del dan¨¦s Benjam¨ªn Christensen). Sin embargo, las brujas no son lo que m¨¢s asusta en la exposici¨®n, sino la reconstrucci¨®n de una sala de tortura para las acusadas de serlo. En una mesa, los elementos siempre presentes en las sesiones de tormento -pan, vino, luz- y al lado, el terrible artefacto empleado por estos pagos: la corriola. Se suspend¨ªa con la polea a la supuesta bruja, colgada de los brazos girados hacia atr¨¢s, habitualmente durante el tiempo que duraba un padrenuestro, y si no confesaba, se le colgaban adem¨¢s pesos de los pies. El resultado sol¨ªa ser, como se lament¨® una v¨ªctima supliciada, que "la post dels pits se trenca". No es raro que las pobres mujeres, algunas incluso abuelas, sometidas a tan brutal procedimiento admitieran cualquier culpa, lo que fuera que quisieran los retorcidos torturadores. Como lo hizo Antonia Rosquellas, vecina de Viladrau, localidad puntera en la clasificaci¨®n de brujas cazadas en Catalu?a: 14 ahorcadas entre 1618 y 1622 (aqu¨ª entonces no se las quemaba: no las persegu¨ªa la Inquisici¨®n, sino la justicia secular). Puesta en el tormento, Antonia confes¨® su asistencia a un aquelarre: "Nos aparegu¨¦ lo Satan¨¤s, tot peludot, y nosaltres totas ador¨¤rem a dit dimoni, y le bes¨¤rem lo detr¨¤s, que no sentirem gayre bona olor, y totas nos pos¨¤rem a ballar, y dit dimoni tingu¨¦ tractas carnals ab totas nosaltres". Sospechosamente, como ha se?alado Antoni Pladevall, pionero en en el estudio de la brujer¨ªa catalana (v¨¦ase su can¨®nico Persecuci¨® de bruixes a les comarques de Vic a principis del segle XVII, Barcelona, 1974), esas supuestas brujas rebrujas tan sat¨¢nicas lanzaban en el dolor del tormento exclamaciones tan poco demoniacas como "?Valga'm lo Sant¨ªssim nom de Jes¨²s!", "?Mare de D¨¦u, ajudeu-me!", o incluso "?Ai, Mare de D¨¦u del Roser!".
A la Napa la pillaron con el h¨ªgado de una ni?a. Eso s¨ª es feo y no besarle el culo al diablo
La exhibici¨®n incluye amuletos, varias escobas y una banda sonora de risas sat¨¢nicas
Con el loable objetivo de dar a conocer el fen¨®meno hist¨®rico de la caza de brujas, con particular atenci¨®n a su desarrollo y especificidad en Catalu?a (en el momento ¨¢lgido del siglo XVII se ejecut¨® a m¨¢s de 400 personas), el MHC ha reunido diverso material -destacan las valiosas ediciones bibliogr¨¢ficas y las escalofriantes actas procesales originales- y ha organizado un discurso eminentemente pedag¨®gico, destinado a un p¨²blico muy amplio y con algunas discutibles concesiones a la galer¨ªa, como la mencionada banda sonora y las escobas (ninguna Nimbus 2000, gracias a Dios) que jalonan el camino de salida.
El trayecto se inicia con un conjunto de grabados originales de Goya dedicados al tema de la brujer¨ªa, de la serie Los caprichos, entre ellos los tan c¨¦lebres Volaverunt, Buen viaje y Linda maestra. Una sala que parece salida de Harry Potter documenta el amplio mundo de la magia medieval y la dificultad de poner l¨ªmites entre ¨¦sta y la ciencia. Entre los objetos que se exhiben figura un defixio (maleficio) inscrito en una min¨²scula placa de plomo del siglo II procedente de Emp¨²ries.
El recorrido informa del cambio radical en la visi¨®n de la Iglesia, que abri¨® la puerta a la caza de brujas: cuando dej¨® de contemplar la brujer¨ªa como una simple superstici¨®n y pas¨® a considerarla una bien real secta maligna de adoradores del diablo. La invenci¨®n eclesi¨¢stica y culta de la bruja diab¨®lica, y la acumulaci¨®n progresiva de atributos a la figura, dispar¨® la persecuci¨®n, destaca el historiador Agust¨ª Alcoberro, comisario de la exposici¨®n, y retroaliment¨® la creencia popular (y el miedo). Catalu?a fue madrugadora en la caza, como evidencian las ordenanzas de la Vall d'?neu de 1424: "Stablim e ordenam si d'aqu¨ª avant ser¨¤ trobat que hom o fembra vaga ab les bruxes de nit al boch... perda lo cors".
El espacio central de la exposici¨®n (Las brujas vistas por sus perseguidores) representa un claro en un bosque dispuesto para el sabbat -las reuniones de brujas deforestaban el lugar mejor que el Agente Naranja, seg¨²n el folclor catal¨¢n-. Un pentagrama trazado en el suelo y una serie de cuadros y elocuentes escenas de aquelarre extra¨ªdas del Compendium maleficarum de 1608 ponen el necesario ambiente. En el ¨¢mbito dedicado a la gran caza, con todo el espacio rodeado por rejas, se informa sobre un mapa de las poblaciones con brujas capturadas y su n¨²mero (Caldes de Montbui, 12; Sant Feliu Salsera, 6; Granollers, 8...). La bruja catalana era bastante de estar por casa. Sus maleficios a menudo no pasaban del ¨¢mbito meteorol¨®gico (provocar granizo) o ganadero (envenenar cerdos). Cosas muy rurales. Aunque a veces les cay¨® el sambenito de asesinas. Parece cierto que alguna, adem¨¢s de rara, fue mala de verdad: a Maria Pujol, la Napa, le encontraron el h¨ªgado de una ni?a de cuatro a?os cocido en sangre, que eso s¨ª es feo y no lo de besarle el trasero al diablo (osculum infame).
La ¨²ltima sala, muy evocadora, se dedica al recuerdo popular de la brujer¨ªa ("de Sant Celoni a Arb¨²cies, dotze casas, tretze bruixes") y exhibe numerosos objetos etnogr¨¢ficos relacionados con ellas. A retener los entra?ables amuletos contra las brujas -?ese talism¨¢n de zarpa de tej¨®n y estampita de la Santa Faz!-. Por si las hubiera.
El consejero y las brujas
El consejero de Cultura, Joan Manuel Tresserras, visit¨® la exposici¨®n con obvio inter¨¦s el d¨ªa de la inauguraci¨®n. Tresserras est¨¢ familiarizado con las brujas (incluso antes de entrar en pol¨ªtica), pues eran una parte importante en el temario de la impagable asignatura de Historia de la Comunicaci¨®n que ¨¦l y su colega Enric Mar¨ªn crearon e impartieron en la Universidad Aut¨®noma. El consejero se detuvo ante los diversos ejemplares del Malleus maleficarum, de los inquisidores dominicos Kramer y Sprengler, el best seller antibrujas (?34 ediciones, cerca de 50.000 ejemplares!), extractos del cual sol¨ªa dar a comentar a sus alumnos (era b¨¢sico estar a favor de las brujas), y seguramente se emocion¨® tambi¨¦n al reencontrarse con el Flagelum haereticorum fascinaniorum (1458).
Escuch¨® ensimismado Tresserras las explicaciones del comisario, Agust¨ª Alcoberro, acerca de las capacidades sanadoras y obst¨¦tricas de las supuestas brujas, un tema que conoce al dedillo.
En su parlamento, el consejero vincul¨® el fen¨®meno hist¨®rico de la brujer¨ªa con el esoterismo que aparece hoy en las televisiones locales (uniendo as¨ª las brujas y el audiovisual, dos temas queridos), y record¨® que ese tipo de creencias es t¨ªpico de momentos de perplejidad e incerteza, y de crisis de verdades absolutas. Se?al¨® Tresseras que la brujer¨ªa se relacionaba con mujeres que dispon¨ªan de un conocimiento heterodoxo (curanderismo, herborister¨ªa), ligado a su experiencia cotidiana, que pasaba oralmente de madres a hijas y que quedaba fuera del conocimiento admitido. "Ahora estamos en una sociedad compleja en la que hay tambi¨¦n b¨²squedas vehementes de esperanza y coexisten sistemas diferentes de valores", dijo. "Deber¨ªamos ser capaces de recibirlos de manera abierta. La diferencia no es una amenaza, sino una oportunidad".
Con el tema brujeril pareci¨® regresar con gusto a sus d¨ªas de profesor en los a?os ochenta, cuando descubr¨ªa a sus alumnos El queso y los gusanos, luc¨ªa melena y ni la hechicera m¨¢s atiborrada de estramonio -ni siquiera las brujas de Macbeth- hubiera podido augurarle que llegar¨ªa a consejero de la Generalitat.
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