"?Dimisi¨®n, dimisi¨®n, dimisi¨®n!"

El reloj del estadio Bernab¨¦u se?alaba el minuto 43 cuando Fabio Capello asom¨® la nariz. Sigiloso, como un hur¨®n, dio dos pasos y ote¨® la pradera. Sobre la llanura verde sus jugadores se pasaban el bal¨®n a unos metros del ¨¢rea del Levante sin atreverse a tirar al arco. El p¨²blico pitaba. La gente madridista abroncaba a sus futbolistas desde el minuto 17. S¨®lo entonces Capello decidi¨® despegar su espalda del asiento ergon¨®mico. Sali¨® de la cueva de metacrilato del banquillo y se expuso a la hinchada durante unos segundos. Con cuidado. Como las criaturas silvestres que temen al hombre. Hizo dos ademanes, cruz¨® los brazos y se recogi¨® de nuevo en su cubil junto a Toni Grande, su segundo, y el doctor Alfonso del Corral.
Capello percibe los movimientos subterr¨¢neos. Algo se mov¨ªa bajo las gradas del Bernab¨¦u. Una energ¨ªa contenida durante meses que encontr¨® una v¨ªa de escape cuando se cumpli¨® el tiempo reglamentario. Primero aparecieron unas manchitas blancas. Luego, varias decenas. Y finalmente, unos cuantos miles de pa?uelos ondearon en las tribunas. De pronto, la hinchada descubr¨ªa que estaba harta. Tres d¨ªas despu¨¦s de que la juez Milagros Aparicio respaldara la posici¨®n jur¨ªdica del presidente, Ram¨®n Calder¨®n, respecto a las ¨²ltimas elecciones madridistas, el p¨²blico se volvi¨® contra el palco. Cuando por fin Calder¨®n se sinti¨® completamente legitimado en su cargo, los aficionados le quitaron su respaldo moral. "?Dimisi¨®n, dimisi¨®n, dimisi¨®n!", clamaban, se?alando al palco de autoridades.
Desde 1999, cuando el equipo se descolg¨® de la Liga, el Bernab¨¦u no registraba un clamor semejante. El p¨²blico esper¨® cuatro a?os sin ver t¨ªtulos para liberar la rabia. Florentino P¨¦rez, el ex presidente, prefiri¨® dimitir antes que ser objeto del escarnio p¨²blico. Su sucesor no ha tardado ni seis meses de competici¨®n en verificar la ira de la grada.
Los hinchas apuntaron al presidente y al banquillo por igual. En medio del fragor, desde una esquina del campo surgi¨® una pancarta recordatoria de que el presidente no est¨¢ solo. Pon¨ªa: "Capello dimisi¨®n".
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