"El memo de Raffarin"
Hace 35 a?os Montpellier era una ciudad provinciana, ensimismada en sus glorias medievales o su crecimiento previo a la Revoluci¨®n. En la clasificaci¨®n de las ciudades francesas, por poblaci¨®n y servicios, figuraba atr¨¢s, muy atr¨¢s, m¨¢s all¨¢ del puesto 25?. La llegada de Georges Fr¨¨che al Ayuntamiento hizo que las cosas cambiasen, que se renovase el viejo prestigio de la Facultad de Medicina, que la ciudad se dotase de un nuevo palacio de congresos y ¨®pera, que se crease un festival de danza que hoy pasa por ser uno de los mejores del mundo, que se modernizasen el aeropuerto y la trama urbana, que dos l¨ªneas de tranv¨ªa ofrecieran un servicio p¨²blico de transporte de calidad, que grandes empresas internacionales -primero IBM, luego Dell- escogiesen Montpellier como sede. Hoy, esta ciudad figura en octavo lugar en aquella clasificaci¨®n. Fr¨¨che ya no es alcalde sino presidente de la aglomeraci¨®n y de la regi¨®n Languedoc-Roussillon.
Fr¨¨che no tiene equivalente en Espa?a. Es un notable, un cacique
"Y voy a construir un nuevo teatro de 1.200 plazas; una sala para conciertos con capacidad para 15.000 personas para que los grandes grupos de rock o grandes figuras sit¨²en Montpellier en el mapa de sus giras y un centro de arte contempor¨¢neo mejor y m¨¢s moderno que el de Bilbao", me cuenta Fr¨¨che haciendo caso omiso de quienes le auguran un nulo futuro pol¨ªtico desde que el PS le expulsara de sus filas. "Ahora me re¨²no con los socialistas que en su d¨ªa expuls¨¦ yo", se r¨ªe el personaje.
Fr¨¨che no tiene equivalente en Espa?a y, seguramente, tampoco en Francia. Es lo que llaman un notable o un cacique, un tipo que se sostiene gracias a un s¨®lido entramado de intereses locales que su gesti¨®n le ha permitido tejer. "A ese alcalde se le han acabado las subvenciones. Es un traidor", suelta en p¨²blico, sin el menor reparo. Fr¨¨che es un buen amigo pero puede ser muy mal enemigo.
A su nivel, Fr¨¨che aplica descarnadamente la idea de que la diplomacia es una pura cuesti¨®n de correlaci¨®n de fuerzas. Hoy muchos aspiran a sucederle y le reprochan que hable demasiado claro. Los defensores de lo pol¨ªticamente correcto le acusan de racismo y convierten lo que era un insulto personal en un ataque contra toda una comunidad. Pura demagogia pero con amplio eco entre los biempensantes.
El ¨²ltimo ¨¦xito de Fr¨¨che es la reapertura del Museo Fabre. Fue creado en 1828 y tras cuatro a?os de obras -y una inversi¨®n de casi 67 millones de euros- dispone ahora del triple de espacio -9.000 metros cuadrados- para presentar sus colecciones en 52 remozadas salas. Es uno de los mayores museos de provincias y si a veces tenemos la sensaci¨®n de que la pintura que expone fue comprada por metros o a peso -es el caso de la mayor parte del legado de Antoine Valedau-, otras despierta una gran envidia, sobre todo en Barcelona, con tantas lagunas pict¨®ricas. Ah¨ª est¨¢n los 15 Courbet o los 13 Bazille, pero tambi¨¦n las maravillas de Zurbar¨¢n, Ribera, Carri¨¨re, Rigaud, Berthe Morisot o Sta?l. Y si la mano de Fr¨¨che es indiscutible -ha conseguido que Pierre Soulages donase una veintena de telas y poder presentar hoy un impresionante conjunto de 32 obras-, m¨¢s lo es a¨²n la de Alfred Bruyas (1821-1877), heredero de una dinast¨ªa de banqueros que se hizo retratar m¨¢s de 30 veces -tres veces por Courbet, el pintor que transforma la l¨®gica de la pintura y pasa de una econom¨ªa de la demanda a otra de la oferta- y que se autodenominaba el nuevo M¨¦dicis. Su donaci¨®n es ecl¨¦ctica, enorme y de calidad.
Fr¨¨che s¨®lo lamenta que "entre Montpellier y Perpignan no haya tren de gran velocidad. El memo de Raffarin suspendi¨® las gestiones para construir la l¨ªnea. Los franceses tienen miedo de la vitalidad econ¨®mica espa?ola. No quieren facilitarle las cosas al tr¨¢fico de las mercanc¨ªas que llegan al puerto de Barcelona".
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