Muguerza, un fil¨®sofo disidente
A prop¨®sito de un volumen colectivo publicado como homenaje intelectual a Javier Muguerza, el autor de este art¨ªculo traza un perfil de uno de los pensadores espa?oles m¨¢s sobresalientes de las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Disenso e incertidumbre
Roberto Rodr¨ªguez Aramayo y Francisco ?lvarez (editores).
Teor¨ªa cum Praxi. Madrid, 2006. 570 p¨¢ginas.
26,50 euros.
"Las ideas que mantiene Javier Muguerza se inscriben dentro de la corriente principal de la filosof¨ªa, la racionalista"
Corr¨ªa la segunda mitad de la d¨¦cada de 1970 y yo me encontraba metido hasta el cuello en la densa y mucilaginosa sopa de letras marxista, chapoteando para mantenerme a flote en ella. Por suerte dos acontecimientos me sacaron para siempre de ese lodazal: uno de ellos fue la lectura de Nietzsche y Savater, que me ense?aron que se pod¨ªa escribir filosof¨ªa con sentido del humor y en prosa donosa y galana, algo que la escol¨¢stica marxista que por entonces yo consum¨ªa me inclinaba a desechar como imposibilidad metaf¨ªsica. El otro suceso liberador fue el contacto con la filosof¨ªa anal¨ªtica anglosajona; primero en las aulas de la Universidad Complutense y de la mano de un profesor excepcional: Jos¨¦ Hierro S¨¢nchez-Pescador; luego con la lectura de los dos tomos de La concepci¨®n anal¨ªtica de la filosof¨ªa, editados por Javier Muguerza, autor tambi¨¦n de una copiosa y muy informativa introducci¨®n. Empec¨¦ con todo esto a tener noticia de que exist¨ªan pensadores, como Russell o Wittgenstein, que eran capaces de llevar a cabo algo que tambi¨¦n daba por perdido en filosof¨ªa: escribir aunando hondura y claridad expositiva.
Hoy tengo la ocasi¨®n de comentar el volumen colectivo que han editado Roberto Rodr¨ªguez Aramayo y Jos¨¦ Francisco ?lvarez para repasar y discutir algunos de los rasgos m¨¢s prominentes e identificativos del pensamiento de Javier Muguerza.
El proyecto ilustrado
Las ideas de Muguerza se inscriben dentro de la corriente principal de la filosof¨ªa, la racionalista, que alcanza una de sus pleamares en la Ilustraci¨®n europea del siglo XVIII. Con esa facilidad que tienen los historiadores -tambi¨¦n los historiadores de la filosof¨ªa- para desentra?ar planes y prop¨®sitos en lo que, m¨¢s que nada, fue un gatuperio de voces, cada una de las cuales cantaba su propia canci¨®n, se acostumbra a afirmar hoy que el "proyecto ilustrado" consist¨ªa en emancipar a la humanidad de los yugos de la superstici¨®n, el oscurantismo y la pleites¨ªa al altar y al trono mediante la difusi¨®n de las luces de la raz¨®n, seg¨²n nos recuerda Manuel Cruz. Una de las piezas centrales de este supuesto proyecto com¨²n de los ilustrados era dar con una moral de alcance universal en que se defendieran el respeto y la dignidad de cualquier ser humano por el mero hecho de serlo. Ser¨ªa esta moral la que har¨ªan suya personas ecu¨¢nimes y benevolentes, que, con algunas dosis de idealizaci¨®n, se convertir¨ªan en el Espectador Imparcial de David Hume y Adam Smith o en el individuo que se rige por el imperativo categ¨®rico kantiano y s¨®lo escoge aquellas l¨ªneas de conducta que har¨ªan que, de seguirlas todos, nadie saliera da?ado. Como afirma uno de los editores, Jos¨¦ Francisco ?lvarez, el Preferidor Racional defendido en su momento por Muguerza pertenece a esta saga, que conocer¨ªa despu¨¦s muchos otros avatares, entre ellos el velo de ignorancia de Rawls o las ¨¦ticas dial¨®gicas de Apel y Habermas. En toda esta familia de iniciativas te¨®ricas -no siempre bien avenidas entre s¨ª, dicho sea de paso- se buscaba lo mismo: proporcionar las bases de una moral racional y universal, v¨¢lida para todos los hombres y todas las ¨¦pocas.
Del consenso a la disidencia
Seg¨²n nos aclara Victoria Camps, Muguerza sum¨® sus fuerzas a esta empresa de dar fundamentos te¨®ricos a una moral universal porque aborrece cordialmente el relativismo ¨¦tico. "Sin embargo", a?ade, "m¨¢s insoportable le resulta aparecer como dogm¨¢tico. Por eso, no tarda mucho en abjurar de la criatura que ¨¦l mismo procre¨®, y rechaza la idea de un hipot¨¦tico Preferidor Racional". Tras hacer las exequias a su Preferidor Racional, Muguerza suscita "la alternativa del disenso", que tendr¨ªa la ventaja de introducir un elemento din¨¢mico en la estrategia de defensa de principios morales no relativistas, como subraya con acierto Roberto Rodr¨ªguez Aramayo. El imperativo de la disidencia no persigue un fundamento por unanimidad de una moral universal, sino m¨¢s bien, aplicando un saludable principio de asimetr¨ªa, defender la posibilidad y la obligaci¨®n de decir no ante situaciones de injusticia o ausencia de libertad. Los d¨ªscolos o inconformistas se sienten llamados a romper un consenso previo sobre qu¨¦ valores cuentan como universalmente admisibles a base de proponer nuevos valores que a?adir a la cesta previamente consensuada o bien sugiriendo ampliar el n¨²mero de colectivos que se han de beneficiar de los principios ya aceptados como buenos en esa cesta. Los disensos justificados podr¨¢n dar lugar a consensos posteriores, susceptibles de ser agujereados por futuros discrepantes, todo ello inscrito en un proceso sin final.
Los disidentes morales no son oportunistas sin escr¨²pulos, sino gastadores que abren brecha y exploran territorios v¨ªrgenes para la moral, en los que luego todos podr¨¢n aposentarse. De modo que, en opini¨®n de Carlos Thiebaut o el propio Aramayo, el buen disidente muguerziano aspira a que su postura discrepante acabe siendo admitida por todos como una mejora y un avance morales: la ausencia de ego¨ªsmo que alienta tras su voz disonante har¨¢ que su innovaci¨®n sea bienvenida por cualquiera y constituya la base de un nuevo consenso alcanzado en una curva de nivel moral m¨¢s elevada (Antonio Valdecantos).
?Utop¨ªa encore?
Una tentaci¨®n permanente para un fil¨®sofo racionalista es abrigar la esperanza de que la humanidad camina, aunque sea dando bandazos en el curso de la historia, por una senda de progreso moral como la que acabo de sugerir. Con su prosa elegante y c¨¢lida, Concha Rold¨¢n Panadero nos recuerda que, en efecto, la filosof¨ªa de la historia echa a andar con la Ilustraci¨®n, y que en esta ¨¦poca de las Luces se busca, bajo la aparente profusi¨®n ca¨®tica de hechos contingentes, iluminar las leyes hist¨®ricas de fondo que soterradamente estar¨ªan empujando los abigarrados aconteceres humanos en una incoercible marcha hacia lo mejor. Kant, Hegel, Comte o Marx participaron, cada uno a su modo, de esta concepci¨®n teleol¨®gica y progresiva de la historia, una especie de versi¨®n laica del habitual providencialismo teol¨®gico.
Por supuesto, Muguerza es lo bastante avisado como para no incurrir en ingenuidades de tan grueso calibre a estas alturas del curso. Pero contin¨²a defendiendo, en l¨ªnea con el marxismo c¨¢lido de Ernst Bloch, la esperanza en un ma?ana mejor, en el que, si bien admite que las l¨ªneas del ser y del deber ser nunca entrar¨¢n en contacto en alg¨²n momento de la historia (como cre¨ªa Marx), conf¨ªa en que podr¨¢n cuando menos mantener una trayectoria de convergencia sin fin. La realidad, por buena que sea, siempre dejar¨¢ algo que desear, y piensa Muguerza que es nuestro irrenunciable cometido poner cuanto est¨¦ en nuestra mano para que cada vez deje menos que desear.
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