Un pu?ado de buenas preguntas
?ste no es un libro de econom¨ªa al uso. S¨®lo un vistazo a algunos de los cap¨ªtulos que incluye da una pista de por qu¨¦: "?Qu¨¦ tienen en com¨²n los profesores de escuela y los luchadores de sumo?", "?por qu¨¦ los traficantes de droga viven a¨²n con sus madres?", "?c¨®mo es un padre perfecto?". Y es que Steven D. Levitt no es tampoco un economista al uso. El periodista Stephen J. Dubner, coautor de este libro, le entrevist¨® para New York Times Magazine en agosto de 2003, y el economista confesaba entonces que no sab¨ªa mucho de matem¨¢ticas ni de econometr¨ªa ni, en realidad, de econom¨ªa. Lo que le interesaba de verdad, dec¨ªa, es utilizar las "excelentes" herramientas de que dispone la ciencia econ¨®mica para plantearse preguntas interesantes que puedan llevar a obtener sorprendentes respuestas.
Freakonomics
Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner
Ediciones B
ISBN 84-666-2512-7
Freakonomics nace, en realidad, de esa entrevista, y se ha convertido en un libro de gran ¨¦xito internacional. Aunque se public¨® por primera vez en 2005, y a principios de 2006 en Espa?a, ahora ha salido una nueva edici¨®n en Estados Unidos (Harper Collins), que incluye la entrevista original de Dubner a Levitt, as¨ª como nuevas reflexiones en columnas publicadas en prensa y su blog. Y adem¨¢s de haberse convertido en un best seller en Estados Unidos, y haberse publicado en otros 30 pa¨ªses, ha sido elegido como uno de los libros del a?o por medios como The New York Times, Financial Times o New York Magazine.
El ¨¦xito de Freakonomics es f¨¢cil de entender. Es un libro sencillo (se lee muy f¨¢cilmente), pero que plantea dudas complejas y las resuelve con respuestas que desaf¨ªan la intuici¨®n. El libro se abre, por ejemplo, explicando el problema que sufr¨ªa una guarder¨ªa israel¨ª porque los padres llegaban siempre tarde a recoger a sus hijos, lo que retrasaba, a su vez, el horario de salida de los profesores y responsables del centro. ?stos decidieron entonces imponer multas de tres d¨®lares a los padres que llegaran con retraso. Cuando tomaron la medida, sin embargo, el n¨²mero de retrasos aument¨® alarmantemente. Y lo hizo porque los padres no s¨®lo consideraban que pagar tres d¨®lares por algo m¨¢s de tiempo para ellos merec¨ªa la pena. Es que, adem¨¢s, con esos tres d¨®lares cre¨ªan pagada su deuda moral con el centro: pod¨ªan llegar tarde porque, al fin y al cabo, ya hab¨ªan sido castigados por ello.
Y es que todo el libro pivota en torno a la idea del valor de los incentivos (tanto positivos como negativos), ya que los autores creen que la vida moderna gira en torno a ellos. Tambi¨¦n trata de desafiar la sabidur¨ªa popular, y la moralidad: el libro asegura, por ejemplo, que la raz¨®n por la que la criminalidad descendi¨® en Estados Unidos en los noventa no fue el boom de la econom¨ªa ni una mayor rigurosidad en las leyes, sino la despenalizaci¨®n del aborto. Ambos autores creen, de hecho, que si la moralidad representa la manera en que querr¨ªamos que el mundo funcionara, la econom¨ªa explica c¨®mo funciona de verdad. Por eso, nos explican por qu¨¦ hasta los luchadores de sumo son capaces de enga?ar para lograr sus objetivos. O c¨®mo un chico negro pobre, abandonado por su madre y maltratado por su padre, acaba como profesor en Harvard. Y c¨®mo un chico blanco de clase alta, bendecido con una familia cari?osa y unida y una educaci¨®n de ¨¦lite, termina convirti¨¦ndose en Ted Kaczynski (el tristemente c¨¦lebre Unabomber).
No debe leerse este libro esperando encontrar una nueva teor¨ªa econ¨®mica, discusiones sobre pol¨ªticas financieras o razonamientos sobre la gesti¨®n de empresas. Tampoco es un libro de autoayuda, as¨ª que no hay grandes respuestas sobre grandes cuestiones vitales. Lo que s¨ª es posible, sin embargo, es que el lector termine haci¨¦ndose algunas buenas preguntas. Y eso es, muchas veces, m¨¢s importante y dif¨ªcil de conseguir que leer buenas respuestas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.