Concierto africano con Bisbal
Se oye un saludo en krio, un c¨®ctel de ingl¨¦s, palabras aut¨®ctonas y lo que haga falta, nacido de ¨¦poca colonial.
-Au di body?
-Di body's fine, man.
Quien pregunta es David Bisbal (Almer¨ªa, 1979), superventas latino; apenas unos d¨ªas por territorio de Sierra Leona y ya lo domina. Quien responde, un chaval de 17 a?os, de rostro oscuro y tierno, ojos inmensos e indumentaria rapera, Sahr Torquee; de nombre art¨ªstico, Sasko. Chocan sus manos. Los dos son cantantes. Pero en y de mundos muy distintos. Uno -con tres millones de discos vendidos- conoce bien la fama, las operaciones triunfotelevisivas, los premios, los conciertos multitudinarios y la suerte de haber editado ya varios trabajos (Premonici¨®n, el ¨²ltimo, Universal). El otro s¨®lo tiene una decena de temas grabados en un CD que se vende en los tenderetes de Freetown, pero le podr¨ªa dar lecciones de miseria extrema o detallarle c¨®mo suenan, saben y huelen la sangre, las noches en la selva, las balas de los Kal¨¢shnikov, el hambre cotidiana, las miradas de miedo de los que van a morir o de los que sobreviven matando. Podr¨ªa contarle durante d¨ªas y d¨ªas. Pero a Sasko, que fue ni?o soldado, le basta con dos segundos y el t¨ªtulo de una de sus canciones: No more pain. Dice: "No more pain, no more sorrow, no more hate? (No m¨¢s dolor, no m¨¢s desconsuelo, no m¨¢s odio?)". Canta Sasko su rap africano y todos enmudecen. Tambi¨¦n Bisbal. Y el misionero Chema Caballero.
Hoy es el ¨²ltimo d¨ªa de un viaje por Sierra Leona. Cinco millones de habitantes, apenas el tama?o del dedo me?ique sobre el mapa del continente; pen¨²ltimo puesto en el ?ndice de Desarrollo Humano, por delante de N¨ªger. Y una guerra tan cercana (acab¨® en 2002; 50.000 muertos; millones de desplazados) que sus efectos se aprecian a¨²n en la ruina de sus paisajes y edificios, en los miembros mutilados de miles de ciudadanos, en la mirada perdida de adolescentes ex soldados, como Abu, Junior, Alpha, Alimamy, que bailan ahora entusiasmados. "No more killing (No m¨¢s asesinatos)", sigue el tema de Sasko. Y habla de ?frica, de diamantes, de violencia, del deseo de paz, del fil¨®n que es la pobreza para algunos. "La m¨²sica es esto, son mensajes. Y es una medicina. Para uno mismo y para el p¨²blico. A veces sales a cantar hecho polvo y al terminar el concierto est¨¢s curao", cuenta Bisbal - gorra calada, pantal¨®n vaquero, m¨¢s delgado-.
Faltan unas horas para tomar el helic¨®ptero, cruzar el r¨ªo Sierra Leona en su impresionante desembocadura y regresar a Europa. En el aparato llorar¨¢ Elena Tablada, la novia del cantante, impactada con el viaje ("Me ha cambiado la vida. Yo conozco Latinoam¨¦rica, pero ver c¨®mo es esto?"), ocultos sus ojos tras enormes gafas de marca. En tierra se quedan "los muchachos", como los llama Bisbal. Todos ex soldados rehabilitados en el programa que lleva adelante Caballero. "Junior me dice: '?Te puedo preguntar algo?'. Claro. '?T¨² que piensas de c¨®mo vivimos?'. Me qued¨¦ muda. 'Somos v¨ªctimas del ego¨ªsmo y la envidia; yo quiero estudiar leyes fuera y volver para hacer de mi pa¨ªs un lugar mejor'. Eso ha dicho", cuenta Elena sobre uno de ellos, que fue esclavo de la guerrilla. Y Bisbal: "?Y Alpha?, que me suelta: '?Viven tus padres?'. O cuando le felicitamos por su cumplea?os, sopl¨® la vela y pidi¨® el deseo: 'Lo que quiero es ser mejor persona', dijo".
Abajo se quedan los misioneros javerianos, Natalio, Bruno, Jes¨²s, Carlos ("Ense?a a los chavales a cantar el Buler¨ªa, buler¨ªa y as¨ª se olvidan del himno del Bar?a"), y cientos de ni?os que ahora mismo, en Madina, corretean descalzos entre las casas de adobe y techados de hierba de elefante; las mujeres, sentadas a la puerta con la comida, ba?ando al beb¨¦ en un barre?o, trenz¨¢ndose el pelo unas a otras; los hombres, en los puestos de los mercados; las gallinas corriendo entre el polvo; el olor a humo, a hierba seca, a selva. Se quedan los jefes de las aldeas, avejentados, encorvados, que regalan nueces de cola y cabras en agradecimiento a los visitantes; se quedan los profesores de las escuelas de Mile 14, Kafotari, Kakola, Kayanka, los de la guarder¨ªa de Madina, que nos observan con ojos profundos y sue?an con ese otro mundo que, a veces, ven v¨ªa sat¨¦lite; los alumnos de los distintos niveles, vestidos impecables, de azul o blanco, que cantan y bailan; aqu¨ª siempre cantan y bailan.
Permanece en tierra Chema Caballero, el anfitri¨®n, al que, jurar¨ªa, se oye suspirar aliviado cuando nos marchamos entre el fragor del aparato. "Fue una paliza la visita y nos quedamos en la superficie. Pero result¨® mejor de lo que esperaba. David es muy sensato, no juzga a priori, nada prepotente, nada divo, consciente dentro de su sencillez. Los chavales se encontraron bien con ¨¦l, se vieron queridos, escuchados. Una buena experiencia", dir¨¢ luego. Pero bajito, bajito, tambi¨¦n se le oye preguntarse: "?Se olvidar¨¢n de esto en cuanto cambien de paisaje? ?Ayudar¨¢n de verdad en esta tarea o ser¨¢ s¨®lo marketing?".
La primera impresi¨®n sobre Sierra Leona es llegar a Sierra Leona: el lujo de contemplar desde lo alto la geograf¨ªa de Marruecos, el desierto de Mauritania, el S¨¢hara, la selva de Guinea? La segunda, al aterrizar en el aeropuerto de Lunghi en esta segunda semana de enero de 2007, la provoca el viento, el Harmat¨¢n. Su frescor y la neblina que crea hacen m¨¢s soportable ese traje sofocante de casi treinta grados que se va pegando al cuerpo como un guante. Un cartel - entre otros, de m¨®viles, sobre prevenci¨®n del sida o lo bueno que es pagar impuestos- saluda: "Bienvenidos a Sierra Leona. Si no puedes ayudarnos, no nos corrompas". La tercera sorpresa es conocer a Caballero. Extreme?o, de 45 a?os, vestido siempre con el mismo modelo de pantal¨®n de colores, observador, analista impenitente tras sus gafas (su vida intensa la cuenta el periodista Gervasio S¨¢nchez en Salvar a los ni?os soldados, 2004). Por su adaptaci¨®n al terreno se dir¨ªa que desembarc¨® aqu¨ª hace siglos, quiz¨¢ en el XV, tiempo de descubrimientos, cuando se asentaron en esta tierra los portugueses y alg¨²n que otro espa?ol, aunque pronto perdieran inter¨¦s por ?frica: all¨ª estaban Col¨®n y Am¨¦rica rob¨¢ndole un protagonismo nunca conseguido.
?l no vino para descubrir nada. Ni para cambiar a nadie. "Yo creo en la educaci¨®n como motor de cambio", dice. ?Ni siquiera en lo religioso? Respuesta: "Viene a misa en Madina un cat¨®lico con sus dos esposas y sus hijos". ?Y? "Aqu¨ª la familia es otra cosa. Mientras cuiden de sus hijos, ?qu¨¦ podemos decir?". Pero lo que vio le bast¨® para quedarse tres lustros. "Y aqu¨ª estar¨¦ hasta que se me acaben las ideas".
Una de ¨¦xito fue Saint Michael, el centro de rehabilitaci¨®n de menores soldado que los javerianos regentaban en la playa de Lakka. Por ¨¦l pasaron 3.000 ni?os ("En 2001 se calcul¨® que hab¨ªa 20.000; en 2002, s¨®lo 6.500. Yo preguntaba: ?Pero ad¨®nde ha ido el resto?") que ya nada recordaban de su infancia. "Ven¨ªan cargados de armas? Las pusimos en una barca y las hundimos en el mar". Hoy el centro no existe: "Al final de la guerra, la ONU dej¨® de enviarlos. Y miles de ellos no han sido atendidos; orgullosos de su pasado sangriento, y sin futuro, forman hoy las mafias en Freetown. La mayor¨ªa luch¨® con los rebeldes, pero el Ej¨¦rcito tambi¨¦n los us¨® y lo ocult¨®".
Uno de ellos, Alpha Kamara, robusto, de mirada penetrante, de etnia temne, conduce el todoterreno. "?Y este muchacho...?", interroga Bisbal observ¨¢ndole desde el asiento trasero junto a Elena -delgada, peque?a, siempre arreglada y atenta-, "habr¨¢ visto de todo, claro". "Claro", dice el misionero. Y sigue: "Nuestro programa trata ahora de crear actitudes de paz para que todos convivan". Abrir, dotar y gestionar escuelas (llevan 33; 150 maestros locales contratados), educar, mandar a los mejores a estudiar a universidades extranjeras (comienza ahora una experiencia con cuatro chicos en la de Almer¨ªa): "Hay paz, pero no progreso pol¨ªtico o econ¨®mico. Le costar¨¢ al pa¨ªs salir de donde est¨¢ si siguen en el poder las mismas familias. Por eso pongo tanto ¨¦nfasis en la educaci¨®n, para formar nuevos l¨ªderes, con nueva mentalidad, que den la vuelta a esto".
Bisbal hace nada que sabe de la existencia de Sierra Leona. La primera vez que pisa el ?frica negra. La primera que ve de cerca un ni?o soldado, aunque haya escrito una canci¨®n sobre ellos en un nuevo disco con muchos temas propios y un contenido m¨¢s social: "No han crecido y ya tienen valor. / No han vivido y mueren por error. / C¨®mo pudo la inocencia convertirse en destrucci¨®n?".
"Hice 'Soldado de papel' y vi una noticia sobre este problema. Qued¨¦ impresionado. Quer¨ªa hacer algo, donar dinero, lo que fuera. Pero no de cualquier modo; busqu¨¦ a la mejor organizaci¨®n posible. Hasta que di con la Coalici¨®n Espa?ola para Acabar con la Utilizaci¨®n de Ni?os y Ni?as Soldados [integrada por Amnist¨ªa Internacional, Save the Children, Alboan, Entreculturas, Fundaci¨®n El Compromiso y Servicio Jesuita al Refugiado; www.menoressoldado.org] y con Chema". "La Coalici¨®n hace mucho por nosotros. Entiende el t¨¦rmino 'a largo plazo'; la tarea de reinserci¨®n no sabe de tiempos". "Nacimos con el objetivo de que la ONU adoptara una legislaci¨®n internacional para prohibir el reclutamiento y uso de menores de 18 a?os por la fuerza", indican en la Coalici¨®n. En 2000, la ONU adopt¨® tal protocolo. Pero no sirve de mucho. Unos 300.000 menores luchan hoy en distintas guerras.
?C¨®mo fue la de Sierra Leona? Corr¨ªa 1992 cuando lleg¨® Caballero. Y entonces comenzaba entre el Ej¨¦rcito y los rebeldes del Frente Unido Revolucionario (RUF), que, apoyado desde Liberia por Charles Taylor (hoy preso en La Haya), nac¨ªa incluso con aires de alternativa a la pobreza. "No m¨¢s esclavos y no m¨¢s amos", rezaba uno de sus lemas. Pero su objetivo cambi¨® pronto hacia otro m¨¢s brillante: diamantes, dinero y armas. El RUF se forma, en su mayor¨ªa, por menores arrancados de sus familias "que adoctrinados, drogados y alcoholizados y con un arma, llegan a sentirse due?os del pa¨ªs". Las ni?as ("se nos olvidan mucho ellas, v¨ªctimas ocultas, doblemente maltratadas", apunta la Coalici¨®n) no corren mejor suerte: son usadas como esclavas sexuales. "No more horror, no more raping, no more terror (No m¨¢s horror, ni violaciones, ni terror)": ah¨ª est¨¢, el pozo sin fondo con el que Sasko escribe canciones.
El encuentro entre el triunfito Bisbal y el rapero soldado tiene lugar en una bo?te de Freetown, ciudad pegada al mar, fundada por esclavos liberados en el XVIII. Justo ahora, en enero, hace siete a?os que los rebeldes la atacaron en una operaci¨®n de nombre bien gr¨¢fico: Nada con Vida. Y as¨ª qued¨®. Hoy y aqu¨ª, Bisbal descubre lo que de verdad esconden las palabras usadas en uno de sus temas, Torre de Babel: "Somos fichas de ajedrez en un juego de poder, es necesario aprender a vivir en armon¨ªa, porque mientras unos mueren de hambre otros derrochan?". Y queda impresionado: "Dios m¨ªo, la tengo que grabar en ingl¨¦s, para que todo el mundo se d¨¦ cuenta".
Un extracto de Diamantes sangrientos, de Greg Campbell (el libro en el que se basa el reciente filme interpretado por Leonardo DiCaprio sobre la relaci¨®n entre la guerra y los diamantes que Sierra Leona posee en su zona oriental), sirve para centrar el paisaje de esta ex colonia brit¨¢nica: "El RUF no era el ¨²nico grupo armado? Tanto los soldados del Gobierno como las fuerzas de pacificaci¨®n de ?frica Occidental (ECOMOG) luchaban por mantener al RUF alejado del control de las minas de diamantes. Un cuarto grupo -la tribu de los kamajor- ven¨ªa a a?adirse a este ba?o de sangre". Hacerse con el control de las minas ha sido el fuelle de las guerras en la regi¨®n. Seg¨²n algunas ONG, ha costado m¨¢s de tres millones de vidas en Angola, Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Liberia?
-?Y se han abierto a ti los ni?os? ?Te lo cuentan todo? ?Lo que hicieron?, pregunta en un momento el cantante de Almer¨ªa.
-Cuando vamos a la playa me cuentan batallitas. Y es secreto. No puedo traicionarles. La clave es que hablen. El que no habla, lo tiene mal. Es mayor ese problema en las ni?as. Son inestables. La familia no las protege, las desprecia muchas veces.
-?Hab¨ªa mucha prostituci¨®n?
-?Que si hab¨ªa? Durante la guerra, esclavas, y despu¨¦s, con 17.000 soldados de la ONU y 500 ONG, imagina, ?un mercado amplio! Ya iremos a la guarder¨ªa en Madina, all¨ª hay muchos hijos de violadas.
-?Tienen depresiones los muchachos?
-Momentos bajos s¨ª, y a¨²n pesadillas. Hay que intentar que no asuman un complejo de culpa, que entiendan que fueron obligados. Necesitan reafirmar esa idea. S¨ª presentan s¨ªntomas de frustraci¨®n cuando no consiguen lo que quieren, cuando algo les sale mal; puede traducirse en comportamientos violentos, ante un fracaso escolar o no encontrar trabajo, por ejemplo.
Peque?o susto en el hotel del aeropuerto: no hay habitaciones. El presidente del pa¨ªs, Kabbah, ha ocupado un ala entera. A dormir en la casa de acogida de los javerianos en Lunghi? Precioso lugar sobre la playa, vegetaci¨®n tropical, cayucos varados en la arena: "Desde aqu¨ª escuch¨¢bamos, pum, pum: los nigerianos del ECOMOG fusilaban a los rebeldes en 1998". Todos convertidos en asesinos de todos, la eterna canci¨®n de ?frica. "?Hay armas a¨²n en las casas?", pregunta Bisbal. "La ONU recogi¨® mucho. Pero no sali¨® todo". "?Y qu¨¦ ideal de vida tienen los chicos?", sigue. El misionero le mira en silencio: "Un trabajo, una casa?".
En su ¨²ltima visita a Espa?a le comentaron a Chema que el cantante se hab¨ªa interesado por su tarea: "Yo quiero ver aquello', me pidi¨® David cuando nos vimos. Le expliqu¨¦ que ya no se ven chavales con fusiles, que ahora el da?o es otro, es interno, est¨¢ en la falta de oportunidades?". Y mientras lo cuenta se?ala a Alpha. "Es mi sombra: taxista, recadero, tiene sueldo, casa? ?Ves sus cicatrices bajo los ojos? Los diamantes se cambiaban por armas y coca¨ªna. Se la inyectaban para que fueran m¨¢s fieros y no se vinieran abajo al atacar". "Pobres. ?Qu¨¦ vida!", dice Elena. "?Son conscientes de c¨®mo se vive fuera?", pregunta David. "Imitan lo que ven, las marcas, la vestimenta de los raperos, tienen una visi¨®n distorsionada de lo que hay al otro lado, creen que all¨ª, por ejemplo, el Gobierno te da un sueldo sin trabajar". Ella apunta: "?Sabes que mi profesora de dise?o en Miami no sab¨ªa qu¨¦ era eso de ni?os soldado? '?Pero de d¨®nde lo sacas?', me dec¨ªa, '?si es una pel¨ªcula!".
Alpha se sienta junto a Bisbal en la mesa durante la cena mientras ¨¦ste explica el da?o que hace la prensa rosa, la cacer¨ªa a la que se somete a los famosos en Espa?a: "Yo nunca entro en ese juego". El sierraleon¨¦s le mira extasiado, como pregunt¨¢ndose qu¨¦ tipo de persecuci¨®n ser¨¢ esa, cuando la conocida aqu¨ª es sin¨®nimo, como m¨ªnimo, de huida por piernas.
"Ha sido un fin de a?o muy solidario el ¨²ltimo", a?ade luego Bisbal. Se ha convertido en miembro de la reci¨¦n creada Fundaci¨®n ALAS en Latinoam¨¦rica, una iniciativa alentada por Shakira en la que participan Alejandro Sanz, Juanes? "Se trata de usar m¨²sica y fama para ayudar a los necesitados". Y surge el tema. ?Es verdadera la solidaridad de los famosos, o negocio? ?Y sirve? "La presentadora Oprah Winfrey abri¨® una escuela aqu¨ª. Yo nunca habr¨ªa sabido de este lugar si no es por ella. O lo de Angelina y Brad Pitt en Camboya, claro que sirve", opina Elena. Su novio asiente. Conclusi¨®n del presidente de la Fundaci¨®n El Compromiso tambi¨¦n presente: "?Sab¨¦is lo que dec¨ªa la madre Teresa? '?T¨² qu¨¦ eres? ?Banquero? ?Cantante? Seas lo que seas, usa tu trabajo para ayudar a otros". "He tra¨ªdo zapatillas de deporte para los muchachos", anuncia entonces Bisbal. Bien. En Madina, en la selva, donde se ubica una de las misiones javerianas, podr¨¢ jugar un partido con rebeldes, soldados y v¨ªctimas, todos juntos.
Madina, al noreste, unos 3.500 habitantes, 20% de cat¨®licos (el 3% en el resto del pa¨ªs), pegadita a Guinea Conakry, tal como evidencian los veh¨ªculos, a reventar de carga. Es la zona de Tonko Limba, anta?o del RUF. Cinco horas de trayecto desde Lunghi, entre el calor que todo lo empasta, el polvo del camino que cubre la ropa de naranja sangre y el traqueteo agotador del coche por los baches infinitos (el asfalto aqu¨ª es casi un desconocido), a trav¨¦s de aldeas, puentes, paisajes de color y dimensi¨®n prodigiosos. Cuando llueve por este mundo, llueve con todas las letras. Y su rastro queda marcado en el suelo, igual que el sol marca la piel de los residentes convirti¨¦ndola en pergamino.
Y en Madina se celebra el partido. Dos equipos. Dos entrenadores. Sidi, ex coronel del RUF, liberiano. "De los que m¨¢s chavales secuestr¨®", susurra Chema. Ahora, vendedor y casado con una sierraleonesa. El contrario, Konko, ex del ej¨¦rcito, pintor, casado con liberiana. Anta?o enemigos, como muchos jugadores que ahora corren en chanclas tras el bal¨®n. El n¨²mero 20, Sahr Sandy, al que llamaban Comandante Mosquito, quien llevaba una unidad de ni?os; o el 3, Alimamy Samara, 17 a?os, ex guardaespaldas de Sidi, ahora estudiante; o Ibrahim, el 8; John Papa, el 10; Daffay, el 9: todos v¨ªctimas de los rebeldes. Entre el p¨²blico, alguna chica: Efe, ex esclava, dos hijos, uno fruto de violaci¨®n.
Bisbal se despoja de golpe de la camiseta en una gran momento rosa. Los europeos sufren con el discurrir del partido: "Es que no le pasan ni un solo bal¨®n?". Bisbal no decae, corre de un lado a otro, se empe?a? Pero nada. Son potent¨ªsimos. No se f¨ªan del blanco. De pronto, el ¨¢rbitro pita penalti. "Dejadle a ¨¦l", se oye gritar a Chema. Bisbal se coloca, chuta y marca. Empate. "Es buena terapia, muy buena".
Esta noche misma que usted lee, alguno de los javerianos abrir¨¢ la nave de cemento y uralita frente a la misi¨®n, encender¨¢ la tele para ver un partido o una pel¨ªcula y ni?os y j¨®venes acudir¨¢n a verla. Hoy toca Todo por ustedes, el DVD con los directos de Bisbal. El lugar rebosa de curiosos. David y Elena, seguidos por un s¨¦quito de chiquillos que ella lleva en brazos sin miramientos, se sientan en primera fila. Avanzada la proyecci¨®n, Chema dice: "?Veis al que canta? Pues est¨¢ aqu¨ª". El almeriense se levanta, da uno de sus giros. Pero uno de los cr¨ªos, incr¨¦dulo, dice: "Si no es el mismo?". "Es que me he cortao el pelo, chiquillo". M¨¢s de dos horas dura la cinta. Y all¨ª siguen, pegados a la silla.
?ngeles tatuados es el t¨ªtulo de un documental que la Fundaci¨®n El Compromiso grab¨® con la colaboraci¨®n del bailar¨ªn Nacho Duato. La proyectan tras la cena en las salas coloristas de la misi¨®n, entre muebles tallados por Gbessay Turay, otro ex ni?o soldado, hoy carpintero, las im¨¢genes de San Francisco Javier en la pared y las medicinas del enfermero Bruno almacenadas por los pasillos. "Se emiti¨® en TVE en 2001 y a¨²n llega dinero an¨®nimo a esa cuenta". Escenas de combate en la capital, de mutilaciones y mutilados, del psiqui¨¢trico de Sidy: un ni?o subido a un camastro que mira siempre al exterior, de d¨ªa y de noche; nadie sabe de ¨¦l, nadie lo reclama. Ah¨ª se cuenta la historia de Justice, al que su madre no reconoce al regresar; la de Sonny Cole, que la ONG ha conseguido que estudie en Londres; la de Filare, que secuestr¨® a siete monjas y luego se top¨® con una en Saint Michael, y ¨¦sta le trat¨® de tal modo que cuando ¨¦l tuvo una hija, le pidi¨® permiso para ponerle su nombre, Adriana.
De regreso a Freetown, al cruzar un puente, parada para contemplar las vistas. Unos cr¨ªos pescan con un hilo de muchos metros que dejan caer al vac¨ªo. Llevan all¨ª, dicen, toda la ma?ana. Entre risas, Bisbal anuncia: "Soy mago, har¨¦ que piquen". Y pesca un hermoso ejemplar. Los presentes se entusiasman. Pero los coches de los otros europeos tardan en llegar. Cruzan camionetas renqueantes, autobuses atestados, todoterrenos lujosos? Cada color de matr¨ªcula, un estamento: veh¨ªculo oficial, verde; ONG, azul? Bisbal suelta: "Este momento ya lo viv¨ª. Yo ya he estado aqu¨ª antes".
Entramos en la capital por las colinas de Hill Station donde funcionarios, corruptos locales y blancos de distinta condici¨®n se construyen mansiones. Muchos de los chicos se han quedado a vivir aqu¨ª, como Gbessay o Abu Mansaray, el ex general, que tiene unos ojos que podr¨ªan mover monta?as. Aqu¨ª, la casa de una pareja de ex soldados (Shiaka y Kadi) es el coraz¨®n del programa de los javerianos: "Acogen ni?os sin familia, y all¨ª acuden todos cuando tienen problemas o quieren hablar". En Freetown, sin red general de suministro el¨¦ctrico, sin agua corriente o alcantarillado, lo b¨¢sico es un lujo. La mayor¨ªa de su mill¨®n y medio de habitantes se hacina en barrios de chabolas como el de Kroo Town, un desguace de seres humanos. Otros deambulan por Saka Stevens Stree, el centro, bajo el famoso ¨¢rbol centenario (cotton tree) repleto de murci¨¦lagos a la luz del d¨ªa. A Bisbal se le ve feliz. Puede ir en un pick up al descubierto, nadie le conoce? "Tengo la m¨²sica, y a la persona que quiero, y un disco ¨²ltimo con mucho de m¨ª?".
Sasko termina su rap. El espa?ol tambi¨¦n quiere cantar. Primero, el Ave Mar¨ªa, a rega?adientes; luego, Torre de Babel. Sonidos reggaeton, flamenco, ¨¢rabes? Y lo interpreta como ante un estadio entero, aunque s¨®lo est¨¦n los "muchachos", los camareros, otros clientes? A la estrella nacida de la televisi¨®n le rebosan las ganas. Pu?etazos, patadas, giros? Entregado. "Se puede respirar tanta desolaci¨®n de l¨¢grimas al viento?", canta. "C¨®mo pega la letra con todo esto", susurra Chema. "Tanki (gracias)", resuena a¨²n la voz en krio de Sasko mientras Bisbal y Elena Tablada desaparecen en la sala vip del aeropuerto.
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