El 'mobbing' de las momias
El Gobierno egipcio acelera la demolici¨®n de Qurna (Luxor) y el traslado de sus 10.000 habitantes para despejar una gran zona arqueol¨®gica llena de tumbas y antig¨¹edades fara¨®nicas
En la orilla oeste de Tebas, una maldici¨®n parece haberse abatido sobre los viejos ladrones de tumbas. Sus casas de adobe se desmoronan una tras otra como fr¨¢giles castillos de naipes y sus recuerdos se disuelven en enormes nubes de polvo que enrojecen el gran ojo en el cielo de Egipto. Pasear entre este panorama de destrucci¨®n resulta escalofriante. "?Es usted periodista? ?Escriba que no queremos irnos!", clama entre las ruinas, en un ingl¨¦s macarr¨®nico, un anciano con arrugas profundas como uadis, humilde gallabeya -la cl¨¢sica t¨²nica de los campesinos egipcios-, y con todo el aspecto de guardar en su mesita de noche las joyas de la reina Isisnofret. El hombre prosigue con una letan¨ªa de juramentos en ¨¢rabe ante los que una cabra que deambula entre cascotes pone cara de circunstancia. Pero la opini¨®n del anciano no es compartida por un buen n¨²mero de sus paisanos. Algunos, especialmente los j¨®venes, est¨¢n contentos de mudarse a viviendas modernas. "Mi hermana adolescente tiene agua corriente por primera vez en su vida. ?No es eso bueno?", dice Hamdi, un chico guapo al que el Gobierno ha dado una casa nueva, lo que le permitir¨¢ casarse.
Ibrahim Hassan naci¨® en una tumba bajo su casa; consecuentemente se hizo egipt¨®logo
Los caser¨ªos crecieron en este arrabal de los vivos en las regiones de los muertos
Eran de Qurna los m¨¢s c¨¦lebres ladrones de sepulcros de Egipto, los Abd el Rasul
Las viviendas, aunque en general insalubres, resultan a menudo bellas e impresionantes
"Me ofrecen una casa nueva lejos de aqu¨ª, pero no me caben las cabras", afirma Ahmed
Con la demolici¨®n de las casas, las tumbas han salido a la luz. Se entra con precauci¨®n
"No somos m¨¢s ladrones que Belzoni o Howard Carter", clama Sayed Abd el Rasul
En la nueva Qurna las casas son modernas y tienen electricidad y agua corriente
Enormes camiones van y vienen ciegamente con los volquetes desbordantes de escombros y se cruzan en la carretera con los autocares repletos de turistas camino de Deir El Bahri y el Valle de los Reyes. A lo largo de tres kil¨®metros de colinas de la antigua y vasta necr¨®polis tebana, el frontal de toda la monta?a sagrada que dedicaron los egipcios de ¨¦poca fara¨®nica a cementerio de reyes y nobles, puede seguirse un rastro de moderna y dram¨¢tica destrucci¨®n. En esa franja de terreno hoy en parte devastada, a conveniente proximidad de las antiguas tumbas (para ir extrayendo sus riquezas) e incluso encima mismo de ellas, levant¨® sus casas desde hace m¨¢s de un siglo, de manera il¨ªcita, una peque?a comunidad rural de fellahin, de campesinos, que hoy, forzada al traslado y reasentamiento en viviendas modernas, se enfrenta a un complejo destino. Son unas 3.500 familias, unas 10.000 personas, obligadas a dar un giro radical a su existencia.
Los caser¨ªos y villorrios que fueron creciendo an¨¢rquicamente en esta especie de arrabal de los vivos en las regiones de los muertos, al otro lado del Nilo donde se encuentra la moderna ciudad de Luxor, reciben el nombre gen¨¦rico del distrito administrativo de Qurna, y sus habitantes el de qurnawis. Pero hablando con propiedad, hay varios sectores, denominados, de sur a norte -entre el acceso hacia el Valle de las Reinas y la ruta hacia el Valle de los Reyes-: Qurnet Mura'i, Sheik Abd El-Qurna, El Asasif, El Kokhah y Dra Abu El-Naga, hasta llegar a El Taref.
Las viviendas de los qurnawis, verdaderos okupas del terreno de la vieja necr¨®polis, est¨¢n hechas de adobe, a menudo, estucado, y, aunque en general insalubres, algunas resultan realmente bellas e impresionantes. Son espaciosas (el el¨¢stico concepto de familia egipcia puede incluir una veintena de miembros), tienen varios pisos, art¨ªsticos hornos y recipientes para grano de barro, y est¨¢n pintadas de bonitos colores y decoradas sus fachadas tradicionalmente con deliciosas escenas naif del Hajj, la peregrinaci¨®n a La Meca, del propietario. Esas casas han formado parte durante a?os del paisaje de la necr¨®polis tebana y no es poca la gente que opina que deber¨ªan preservarse, al menos las m¨¢s hermosas.
Los qurnawis empezaron utilizando las tumbas que horadan las colinas como viviendas, establos y lugares en los que guarecerse en tiempos turbulentos. Las tumbas han servido tambi¨¦n de paritorios. En una de ellas, bajo su casa, naci¨® en 1952 el egipt¨®logo Ibrahim Amer Hassan. Seguramente llegar al mundo en una tumba fara¨®nica debe predisponer mucho a la arqueolog¨ªa. "S¨ª", r¨ªe Hassan, "as¨ª es". El egipt¨®logo dice que no es excepcional que los qurnawis nazcan en las tumbas: "Piense que es un lugar muy resguardado, en los t¨®rridos veranos se est¨¢ fresco y en invierno caliente. Es un sitio ideal para dar a luz". La casa-con-tumba de la familia de Hassan es de las que siguen en pie. "Est¨¢ en Qurnet Mura'i y ah¨ª la destrucci¨®n va m¨¢s lenta, por cuestiones administrativas -la zona depende de dos comunidades, Qurna y Ba'irat-, y porque se est¨¢ esperando a que se construyan las casas nuevas, que para los pobladores de esta ¨¢rea estar¨¢n al sur". El doctor Hassan dice que la gente est¨¢ de acuerdo en irse y que a ¨¦l particularmente le parece que es bueno, para las personas y para la arqueolog¨ªa. "El ¨²nico problema es que se consigan realmente buenas casas", apunta. No obstante, Hassan no puede dejar de a?adir una nota de pena. "Es triste, claro, porque tienes v¨ªnculos emocionales muy fuertes con el lugar en el que naciste".
"Los vivos han triunfado sobre los muertos y los ¨¢rabes se han establecido en las b¨®vedas funerarias de los antiguos tebanos", escribi¨® un viajero sobre Qurna. Hoy las momias -las que queden- parecen estarse tomando revancha y triunfar, pues van a ser ellas las que al fin prevalezcan sobre sus sobrevenidos inquilinos, en una suerte de mobbing de ultratumba.
Los qurnawis construyeron casas delante y encima de las tumbas, cuyo contenido arqueol¨®gico utilizaron (y sin duda han seguido utilizando) de manera lib¨¦rrima -como si los ajuares funerarios fueran suyos, vamos-, pillaje que lleg¨® a su auge con el inter¨¦s occidental por las antig¨¹edades y la posibilidad de hacer negocio con ellas. No en balde eran qurnawis los m¨¢s c¨¦lebres ladrones de tumbas de Egipto, los Abd El Rassul, que disfrutaron una temporada del privilegio de pillar ellos solitos el gran escondrijo donde se amontonaban las momias de los m¨¢s grandes faraones del Imperio Nuevo. El comercio de antig¨¹edades verdaderas y falsas (un m¨¦todo tradicional para envejecer un objeto, seg¨²n la receta qurnawi, es hacerlo pasar a trav¨¦s del sistema digestivo de un pato) ha encontrado su natural prolongaci¨®n en tiempos modernos en la manufactura m¨¢s o menos artesanal de recuerdos para los turistas, especialmente con alabastro y papiro. Las casas cercanas a la carretera funcionan tambi¨¦n como caf¨¦s.
El pasado 2 de diciembre, el Gobierno egipcio comenz¨® la demolici¨®n de las casas. El proceso, justificado seg¨²n las autoridades por la necesidad de despejar el terreno arqueol¨®gico para su preservaci¨®n y excavaci¨®n -se calcula que hay centenares de tumbas sin documentar bajo los edificios: "Hay muchos tesoros escondidos ah¨ª", afirma el gran rais de las antig¨¹edades egipcias, Zahi Hawass-, se inici¨® de manera lenta y con cierto car¨¢cter incluso festivo. Una ceremonia con ni?as ataviadas de princesas fara¨®nicas sirvi¨® de entrem¨¦s al apetito de los bulldozers, que derribaron unas pocas viviendas vac¨ªas antes de detenerse en seguida como ah¨ªtos hipop¨®tamos de metal.
Pudo parecer entonces que, al igual que en ocasiones anteriores -a los correosos qurnawis se les ha tratado de expulsar varias veces-, la cosa no iba a ir a m¨¢s. Pero esta vez el lobo ha venido de verdad. Si los grupos de casas m¨¢s hacia el sur, los que encuentran primero los turistas despu¨¦s de pasar junto a los colosos de Memnon, est¨¢n relativamente intactos, la destrucci¨®n es tremenda en la zona m¨¢s al norte. En ese sector, la mayor¨ªa de las casas han sido demolidas ya y la poblaci¨®n trasladada. No ha habido resistencia violenta, aunque un vecino opuesto al cambio falleci¨® de un infarto durante una discusi¨®n con las autoridades. Estos d¨ªas continuaba su funeral en una jaima junto a su casa.
Permanece a¨²n, como una pantalla, una l¨ªnea de comercios de objetos de alabastro, donde se detienen tradicionalmente los tour operators. Pintados de blanco y con dibujos y r¨®tulos naif -Aton Factory, Pyramids, o MonaLiza for alabaster-, al visitante habitual de la necr¨®polis le parecer¨¢ que han proliferado. No es una falsa apreciaci¨®n: tras correr la voz de que las excavadoras respetaban de momento esos comercios se ve que algunos espabilados han camuflado sus casas pint¨¢ndolas como f¨¢bricas de alabastro. En todo caso, detr¨¢s de esa primera l¨ªnea, lo que hay es un reino devastado de escombros, paredes que se sostienen precariamente revelando la destruida intimidad de las habitaciones y restos de una vida extinguida. Un territorio acongojante en el que medran las cornejas. Aqu¨ª y all¨¢ se alza a¨²n una casa en pie. Unos ni?os corretean a lo lejos como jinns, diablillos. No hay nadie a la vista a quien entrevistar excepto un burro, extraordinariamente parecido a San Toy, el pollino de Howard Carter que muri¨® al morderle una cobra no muy lejos de aqu¨ª, en Medinet Habu. Afortunadamente, un joven muy serio, Ahmed, aparece como salido de la nada. "S¨®lo quedan cinco casas en este lugar, una la m¨ªa. No me voy. Me ofrecen una de las casas nuevas en El Taref
[a un par de kil¨®metros al este], pero son muy peque?as, no me caben las cabras". Un hombre maduro se une a la conversaci¨®n. "Venga a ver mi casa", dice y arrastra al visitante de la mano conduci¨¦ndole entre las ruinas como un Virgilio atezado hasta un alto edificio con el r¨®tulo Titi Arabi Factory. Dentro hay un vest¨ªbulo enorme con una decoraci¨®n francamente mejorable. Tras una puerta, un abigarrado grupo de ancianos fuman una sheesha, una pipa de agua. Mahmoud, el pater familias, extrae un libro de un caj¨®n y muestra la foto de su casa en una de las p¨¢ginas: es una gu¨ªa tur¨ªstica de Egipto. "?C¨®mo van a derruirla! ?Si es famosa!". Fuera, mientras los ni?os se r¨ªen del gorro del visitante, Mahmoud le espeta muy serio: "Hable con el gobernador, d¨ªgale que no nos muevan, ?llevamos aqu¨ª generaciones!".
Arrastrando los pies por una espesa capa de polvo y trepando entre las ruinas, este enviado especial al ¨¦xodo de Qurna lleg¨® luego hasta algunas de las tumbas de ¨¦poca fara¨®nica que se ocultaban bajo las casas y que ahora, con la demolici¨®n de estas, han salido a la luz. Tienen el aspecto de simples oquedades en la roca. Entra uno con la l¨®gica precauci¨®n en estos casos. El suelo est¨¢ alfombrado de deshechos, trozos de estera, jirones de ropa, latas, pl¨¢sticos, trozos de neum¨¢tico, ca?as. La tumba gira a la derecha y se adentra en la monta?a. En otra un poco m¨¢s arriba, la primera c¨¢mara ha sido pintada de azul claro y dotada de estantes.
Otra tumba m¨¢s, muy profunda, revel¨® un largo pasadizo al final. Surgi¨® de ¨¦l un peque?o y fam¨¦lico gato abandonado que maullaba lastimeramente. "No es extra?o que te resulten familiares, son tumbas de la 18 dinast¨ªa, con planta en T invertida, no muy diferentes de las que excavamos nosotros", explica luego Jos¨¦ Manuel Gal¨¢n, mudir, director de la excavaci¨®n de las tumbas de Djehuty y Hery, uno de los proyectos se?eros de la egiptolog¨ªa espa?ola. "Est¨¢n muy arrasadas y ennegrecidas, por lo que s¨¦, pero sin duda hay otras debajo y ¨¦sas pueden dar buenas sorpresas arqueol¨®gicas".
Las tumbas que excavan los espa?oles se encuentran en Dra Abu El-Naga, justo al lado del sector de casas m¨¢s destruido, as¨ª que han sido testigos privilegiados de las demoliciones. Adem¨¢s, buena parte de los trabajadores egipcios de la misi¨®n son qurnawis. "Mi casa estaba ah¨ª mismo; un d¨ªa, mientras trabajaba, me llamaron: '?corre, est¨¢n tirando tu casa!", explica uno de ellos, agitando la cabeza bajo el turbante, como si a¨²n no pudiera dar cr¨¦dito. "Aqu¨ª el derribo ha sido rapid¨ªsimo", confirma Gal¨¢n junto a un saco de pl¨¢stico de la tumba de Djehuty que parece de lo m¨¢s corriente hasta que uno lee la etiqueta: "Momias". ?l no est¨¢ a favor de la demolici¨®n. "Bastantes cosas hay para excavar y proteger ya", argumenta. Adem¨¢s ha visto llorar a varios ni?os afectados por el trance de ver derrumbarse sus casas. S¨ª lo est¨¢, a favor, el quisquilloso supervisor egipcio de la excavaci¨®n espa?ola, Osama: "Es una medida a favor de la arqueolog¨ªa y las antig¨¹edades. Y mire qu¨¦ bien queda", se?ala abarcando con la mano el pardo panorama de destrucci¨®n, satisfecho como Rams¨¦s II en Qadesh.
Gal¨¢n considera que la medida es m¨¢s pol¨ªtica que patrimonial, como lo probar¨ªa, dice, que el servicio de antig¨¹edades va a remolque del proceso y no a su frente. "El ¨¦xodo servir¨¢ para desmontar los clanes qurnawis y sus ancestrales lazos y estructuras tribales, como forma de conducir a los habitantes a una imparable modernizaci¨®n. Los egipcios no ven Qurna igual que los europeos. Para ellos no tiene ning¨²n romanticismo ni exotismo, les parece un sitio miserable, como para nosotros las chabolas del extrarradio de nuestras ciudades en las que se comercia con drogas. Acabar con esa, para ellos, mala imagen de Egipto es seguramente el prop¨®sito real de la movida".
Junto a la carretera, m¨¢s all¨¢ de donde se alinean una serie de impagables r¨¦plicas de los guardianes de la tumba de Tutankam¨®n, en el establecimiento King Horemheb for alabaster que pregona en un cartel "Benvenuti tuti" (sic), Hamdi no va a montar ning¨²n ?lamo. "En cuatro meses nos trasladamos y nos tiran. Qu¨¦ le vamos a hacer. A los turistas los llevar¨¢n igual al nuevo negocio".
Produce una extra?a sensaci¨®n encontrarse ante un Abd El Rasul de carne y hueso. Es Sayed, cuyo tatarabuelo hurg¨® como quien dice en los bolsillos de Rams¨¦s II. Sayed Abd El Rasul es el actual propietario del encantador hotelito Marsam, junto al templo de Merneptah, al otro lado de la carretera frente a Qurnet Mura'i, y estos d¨ªas, un hombre muy solicitado. "Es una destrucci¨®n hist¨®rica", explica sentado bajo una mimosa desde la que dos abejarucos verdes como esmeraldas se lanzan a cazar lib¨¦lulas. "Dec¨ªan que preservar¨ªan 80 casas intactas, luego que 60, ahora que 20. Veremos. Todo el proceso se lleva con secreto. Lo m¨¢s extra?o es que se est¨¢ haciendo sin control del servicio arqueol¨®gico, que es el que supuestamente encabeza la iniciativa. Est¨¢ claro que no es un tema cient¨ªfico. No hay un movimiento de resistencia sino s¨®lo alguna protesta aislada. Los que no se quieren mover no tienen ning¨²n poder. Sucede todo muy deprisa. La gente se est¨¢ marchando, pero no est¨¢ claro de qu¨¦ vivir¨¢n en las nuevas casas. En fin, hay que asumir que quer¨ªan destruir esta vida y lo van a conseguir". Sayed mastica con rencor el apelativo que se ha dado hist¨®ricamente a su pueblo de saqueadores de tumbas. "No m¨¢s que Belzoni o Howard Carter", zanja.
"Es una tragedia humana", a?ade la directora del Marsam, Natasha Baron, de origen checo. "Un cambio muy r¨¢pido que no creo que la gente pueda seguir. Qurna est¨¢ desapareciendo, no se procede a ning¨²n tipo de documentaci¨®n oficial de la comunidad, sus casas, su cultura. Tiene algo de genocidio cultural. Viv¨ª algo parecido en la Checoslovaquia comunista: el recelo a la memoria. Es cierto que para la nueva generaci¨®n qurnawi de los m¨®viles y la m¨²sica pop esa memoria no significa nada o muy poco".
El bullicioso grupo de ni?os que sale a recibir a los visitantes en la nueva Qurna, la principal urbanizaci¨®n construida (en la zona de El Taref) para realojar a las familias que viv¨ªan en la necr¨®polis tebana, parece darle la raz¨®n a Natasha. Algunos van vestidos de raperos, ostentan ruidosos tel¨¦fonos port¨¢tiles y cantan y bailan los hits del pop ¨¢rabe. Se celebra la fiesta del 15 cumplea?os de Mohamed, el simp¨¢tico joven que campa?a tras campa?a se ha encargado de servir el imprescindible t¨¦ en la excavaci¨®n de la tumba de Djehuty. Hoy ha invitado a sus amigos espa?oles. Su antigua y bonita casa estaba al lado del yacimiento, pero ya no es sino un mont¨®n de escombros.
Esto de la nueva Qurna no parece un lugar muy alegre. Lejos de la zona arqueol¨®gica y de los turistas, est¨¢ en un emplazamiento algo inh¨®spito, con calles sin asfaltar. Casas buenas (750 en total), de una sola planta (aunque por lo visto se pueden a?adir hasta tres), con un aire nubio y a la vez moderno. Est¨¢n inspiradas sin duda en el viejo proyecto de New Qurna del arquitecto Hassan Fathy.
El padre del anfitri¨®n, Mohamed Bolbol, ense?a con orgullo de nuevo propietario la casa, aunque confiesa estar algo triste por haber dejado el hogar familiar. Su hija Karima, de 17 a?os, tambi¨¦n siente nostalgia de aquella casa, todo y reconocer las ventajas de una vivienda moderna. Mucho m¨¢s euf¨®rico est¨¢ Hamdi, el hijo mayor, al que le han dado otra casa. "Hay quien se queja de que no tiene sitio para traer el burro y las cabras. Pero yo les digo que eso se ha terminado. Que mis hermanos peque?os ya no vivir¨¢n as¨ª. Y eso es bueno. ?Qui¨¦n querr¨ªa para sus hijos una vida como aquella?".
Algunos de los muebles antiguos han encontrado lugar en la casa nueva y resultan un poco chocantes. En una habitaci¨®n, la abuela, vestida completamente de negro, permanece sentada con las piernas cruzadas sobre un sill¨®n, callada y con la mirada perdida en el infinito.
Al d¨ªa siguiente, mientras la tarde cae sobre la monta?a tebana, un corto paseo desde el Marsam lleva hasta Qurnet Mura'i, el sector m¨¢s intacto de Qurna por el momento. Las casas se ven preciosas con la dulce luz del atardecer. Curro, uno de los egipt¨®logos de la misi¨®n espa?ola se agacha para recoger unas piedras, pues los perros de aqu¨ª, ¨¦mulos de Anubis, son famosos por su ferocidad. Al incorporarse, el joven se?ala con una exclamaci¨®n el firmamento, donde unas capas de cirros componen una asombrosa imagen de plumaje. "Los antiguos egipcios cre¨ªan que eran las alas de Horus, que abarcaban todo el cielo y les proteg¨ªan", dice como para s¨ª mismo. Nos quedamos admirando ensimismados el bello dise?o hasta que se disuelve con la agon¨ªa de la luz. Al bajar la mirada hacia las colinas las casas ya han desparecido en la oscuridad, devolviendo su reino a los muertos.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.