Retrato de un librero de cabecera
Ahora son tiempos de rotaci¨®n de stocks, de rentabilidad por metro cuadrado, de pilas de libros estrat¨¦gicamente al lado de las cajas registradoras, de dependientes con el nombre colgando de una placa... Pero tampoco hace tanto, algunas librer¨ªas manejaban dobles facturas, una de las cuales conten¨ªa el listado de los libros prohibidos camuflados bajo t¨ªtulos de obras legales, con estanter¨ªas de doble fondo, y donde la gente se citaba para pasarse documentos y continuar as¨ª su vida pol¨ªtica clandestina mientras, antes o despu¨¦s, hab¨ªan sido asesorados de las lecturas a tomar para el esp¨ªritu por su librero de cabecera.
Algo de todo ese esp¨ªritu se respiraba ayer en la Librer¨ªa Laie de Barcelona en el particular homenaje a Pablo Bordonaba, fallecido el pasado 22 de enero y alma mater de una librer¨ªa enblem¨¢tica a finales de los a?os sesenta y principios de los setenta en la ciudad, la m¨ªtica Cinc d'Oros. Todo invitaba a la evocaci¨®n (si uno hac¨ªa cierta abstracci¨®n de la azul postmoderna realidad): la celebraci¨®n del acto en la buhardilla de arriba del local (en realidad, el restaurante-sala de actos); los veintea?eros y treinta?eros compradores-amigos-emboscados (de esa edad durante la Transici¨®n) como si de una presentaci¨®n cultural de la ¨¦poca fuera...
"Son los amigos de siempre, los que le siguieron cuando hac¨ªa de librero", explicaba entre abrazo, beso o saludo su esposa Elena Aizpitarte, acompa?ada de su hijo ??igo, un ni?o de apenas tres a?os en 1980, cuando Bordonaba abandon¨® la librer¨ªa que ayud¨® a fundar un 10 de marzo de 1969. Pero tiene clara la imagen: "un dinamismo sin igual, impregnado de laicismo y republicanismo, siempre comprometido, como demostr¨® cerrando la liber¨ªa cuando la muerte de Txiqui o la de Puig Antich".
S¨ª, lo de Bordonaba era un compromiso de origen gen¨¦tico, el de un hombre nacido en San Sebasti¨¢n un 14 de abril de 1933, que se exili¨® con sus padres en Francia hasta 1941, que pas¨® buena parte de su infancia en el orfanato de la Casa de Misericordia de San Sebasti¨¢n, como record¨® el escritor y periodista Juan Cruz citando la carta de la hija de un maestro que tuvo entonces Bordonaba. Un compromiso tal que le llev¨® a dejar sus estudios en la Sorbona para incorporarse a una lucha clandestina que le condujo a estar 13 meses en Carabanchel. Y al final, agobiado por un nacionalismo vasco que le tacha de marxista, un compromiso tambi¨¦n con una librer¨ªa que su cu?ado Jaume Farr¨¤s quer¨ªa abrir en Barcelona.
"La ciudad ten¨ªa a finales de los cincuenta y principios de los sesenta librer¨ªas aceptables, como la Mediterr¨¢nea, la Occidente, la Catal¨°nia, entonces Casa del Libro..., pero en los sesenta cambi¨® la cultura de Barcelona y el libro se convirti¨® en un arma pol¨ªtica: la Cinc d'Oros lo capt¨® y Pablo supo enlazar la librer¨ªa con su imagen de luchador", evoc¨® Francesc de Carreras, un "comprador compulsivo" en esa librer¨ªa, como le defini¨® su colega de parlamento Josep Maria Cadena. Cadena, un "comprador espor¨¢dico, m¨¢s de librer¨ªa de viejo", como se autodefini¨®, dijo que capt¨® "el aire de una librer¨ªa bien organizada, de libros bien seleccionados y no s¨®lo por los clandestinos...". Era la labor de "alguien que amaba los libros, que te los hac¨ªa amar y que te los prescrib¨ªa para hacerte crecer con ellos", dibuj¨®.
Fue un tiempo que los ochenta se llevaron por delante. "Pablo nunca tuvo nostalgia del pasado, sino espanto por el futuro del libro y de las librer¨ªas como la suya, de la decadencia del libro tal y como lo so?amos en su papel en la sociedad", evoc¨® Cruz, que en Barcelona present¨® el primer libro que escribi¨® justamente en la Cinc d'Oros.
Como si quisieran volver a ese sue?o, algunos del centenar de asistentes intervinieron al final del acto. Mar¨ªa, la hija que estaba en Londres, lo hizo por voz interpuesta de una amiga de la familia -"su vida fue una lucha continua, sin concesiones"-. Y lo ratific¨® un miembro de la Associaci¨® Catalana d'ex-Presos Pol¨ªtics, con la que Bordonaba colabor¨® hasta casi los ¨²ltimos d¨ªas de su vida coordinando su bolet¨ªn. O el antiguo vendedor representante, que acab¨® siendo cliente tan c¨®mplice que all¨ª supo -y celebr¨®- la muerte de Carrero Blanco.
Al final de la sala, Juan Mars¨¦ estaba discretamente presente en su doble condici¨®n de cliente y autor subversivo demandado. "Me lleg¨® a llevar libros prohibidos a casa, de Sartre o de Camus o de cualquiera, porque la lista de prohibidos entonces era infinita. Y me dec¨ªa: 'Estoy vendiendo libros tuyos de Si te dicen que ca¨ª bajo mostrador que no sabes bien'. Entonces la censura no me lo dejaba publicar... Era un t¨ªo cojonudo, de los que ya no quedan como ¨¦l; ni librer¨ªas como la suya... Bueno, quiz¨¢ alguna como ¨¦sta", comentaba a la salida. Cierto: aquello no era la Cinc d'Oros ni estaba Pablo Bordonaba, pero ambas cosas hubieran podido ser, ayer, perfectamente.
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