Expectativas frustradas
La participaci¨®n en el refer¨¦ndum para el Estatuto de Andaluc¨ªa ha sido muy baja; poco m¨¢s del 36% de los ciudadanos hemos acudido a las urnas. Esta realidad abstencionista ha llevado a los grupos pol¨ªticos y, especialmente, a las dos formaciones mayoritarias a responsabilizarse rec¨ªprocamente de la escasa asistencia; tambi¨¦n de la sinceridad de la llamada al s¨ª, en el caso del Partido Popular. El grupo socialista dice que esta llamada no ha sido sincera, por lo que muchos de estos votantes se han inclinado por el no.
Es verdad que, dado el consenso al que llegaron PSOE y PP a favor de la reforma estatutaria, la participaci¨®n ser¨ªa muy superior, tal como anunciaban los sondeos. Tambi¨¦n que, dada la llamada de Javier Arenas al s¨ª, ¨¦ste ser¨ªa el posicionamiento de los simpatizantes de este grupo pol¨ªtico. Unas expectativas que no han refrendado las urnas y que, a tenor de algunas declaraciones de algunos l¨ªderes pol¨ªticos, pueden ayudar a buscar causas de la abstenci¨®n.
Una de ellas es que la propuesta de reforma surge como una decisi¨®n del presidente de la Junta. Responsable, por la propia representaci¨®n que ostenta y gobierno que ejerce, de las necesidades de Andaluc¨ªa, y de los cambios que van a operar a corto y a medio plazo en comunidades del mismo nivel que Andaluc¨ªa, por proponer la reforma como una de las bases necesarias para la segunda modernizaci¨®n. Necesidad e inter¨¦s que no son compartidos por el PP. Las declaraciones de Javier Arenas apuntan en este sentido. Frases como "la reforma no era necesaria, pues no exist¨ªa demanda social" o "s¨ª a la reforma y no a Chaves", reflejan que, por mucho que el PP pidiera el s¨ª, su mensaje no era otro sino el de que la reforma no era necesaria y que su ¨¦xito se anudaba al presidente. Y as¨ª es muy dif¨ªcil movilizar su electorado. El s¨ª para una reforma innecesaria no es una posici¨®n que se armonice con el efecto llamada a las urnas. Menos a¨²n cuando el PP practica, tanto a nivel del Estado como auton¨®mico, una pol¨ªtica de enfrentamiento.
No es que entre Gobierno y oposici¨®n no puedan existir discrepancias. Tienen que existir. Lo normal, en los Estados democr¨¢ticos, es que existan y que sus distintas posiciones terminen favoreciendo a la sociedad. Lo que no es normal es que se sobrepase el nivel l¨®gico de discrepancias; que se radicalice la oposici¨®n buscando aniquilar al adversario y resulte indiferente el deterioro de las instituciones que son la base ¨²ltima del sistema democr¨¢tico. Lo vemos a diario en las cuestiones de Estado. Lo hemos visto durante la campa?a electoral, en el que se han sucedido mensajes sobre terrorismo y se han descalificado a l¨ªderes pol¨ªticos que apoyaban la reforma.
En ¨¦stas y con estas circunstancias, la consecuencia es la razonable por l¨®gica: que un sector del electorado del PP pudiera no admitir, ni considerara cre¨ªble ni de inter¨¦s, el consenso que alcanzaron PP y PSOE en orden a la reforma. Un consenso posiblemente tan sincero como interesado por parte de Javier Arenas, pero que precis¨® adem¨¢s la autorizaci¨®n del presidente nacional del PP por la oposici¨®n de una parte de sus dirigentes que apostaban s¨®lo por la radicalizaci¨®n. Es razonable, pues, que planteado el refer¨¦ndum en t¨¦rminos de excepcionalidad a la forma de hacer pol¨ªtica por la oposici¨®n, haya influido tanto en la llamada a las urnas, como lo revela el hecho de que en zonas sensibles a los posicionamientos del PP se haya generado la mayor abstenci¨®n, como en el elevado n¨²mero de votos contrarios a la posici¨®n oficial del PP en estas mismas zonas.
Al margen de las responsabilidades de cada grupo pol¨ªtico, hay alg¨²n signo de satisfacci¨®n. El hecho que, en esta Espa?a tan suya de algunos, los dirigentes del PP andaluz hayan sido capaces de romper una oposici¨®n de crispaci¨®n para sustituirla por el consenso y la concertaci¨®n. Un consenso, pese a dificultades internas de partido, que hace que se abran otras expectativas: las de pensar que hay una sola sociedad, sin miedo a que prosperen las posiciones de algunos que quieren dividirla en dos mediante la radicalizaci¨®n.
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