Carriles de aceleraci¨®n
El IVAM propone una lectura m¨²ltiple de la velocidad en relaci¨®n con la historia del arte del siglo XX y el actual a trav¨¦s de tres exposiciones tituladas gen¨¦ricamente Speed. Comisariadas por Dan Cameron, Francisco Calvo Serraller y Marga Paz, evocan el movimiento natural, el maquinista y el tecnol¨®gico, as¨ª como las alteraciones de la percepci¨®n que ellos producen.
La velocidad, la aceleraci¨®n y la simultaneidad tienden a ser preocupantes cuando dejan de ser controladas por el ser humano
Un train roule / la vie s'¨¦coule", escrib¨ªa Apollinaire en Alcools (1920). La velocidad del ferrocarril se le aparec¨ªa claramente como una met¨¢fora de la caducidad de la existencia. Con un matiz importante: que el tren, como es bien notorio, sigue siempre una v¨ªa f¨¦rrea conducente a alguna parte, mientras que la vida fluye sin llegar nunca, salvo raras excepciones, a ninguna estaci¨®n en la que uno pueda bajarse sin m¨¢s, dichoso de haber llegado a ella. En cualquier caso, al tiempo que Apollinaire daba cuenta de esa conciencia en forma de poes¨ªa sublimadora de una p¨¦rdida irreparable, otros muchos artistas de la vanguardia contempor¨¢nea confrontaban experiencias an¨¢logas, siempre determinadas por la esencial irresistibilidad del nuevo mundo t¨¦cnico, en unos t¨¦rminos bastante dispares. A veces, sobre todo a comienzos del siglo XX, de un sesgo ingenuamente celebratorio, pero no mucho m¨¢s tarde en una direcci¨®n algo m¨¢s ir¨®nica y, finalmente, un tanto esc¨¦ptica.
La experiencia de la velocidad, en donde confluyen de hecho la vivencia del tiempo y la del espacio, puede presentarse en nuestros d¨ªas como una instancia bastante fecunda desde la que revisar, en un sentido oportunamente transversal, algo de lo que ha sido el arte del siglo XX y de lo que sigue siendo todav¨ªa, mientras dure. De ello tratan las tres exposiciones -Speed I, Speed II y Speed III- que ahora se inauguran en el IVAM en el contexto de la celebraci¨®n de sus primeros 18 a?os de existencia, esto es, de su "mayor¨ªa de edad".
Atendiendo al orden cronol¨®gico de la obra seleccionada, tal vez lo mejor ser¨¢ comenzar por el examen de Speed II. Comisariada por Marga Paz, la muestra se ocupa de la vinculaci¨®n del arte moderno con el triunfo de la m¨¢quina y con sus efectos para la transformaci¨®n de nuestra percepci¨®n del mundo, la cual, como bien indica Sim¨®n March¨¢n Fiz en el iluminador texto de que se acompa?a la introducci¨®n de la comisaria, pasa en el siglo XX de "concentrada, est¨¢tica y centr¨ªpeta" a "cinem¨¢tica, din¨¢mica y centr¨ªfuga". Aqu¨ª, por tanto, ya no se trata s¨®lo de ver pasar un tren, un autom¨®vil o un avi¨®n a toda velocidad, sino m¨¢s bien de viajar en ellos y constatar c¨®mo todas las cosas pasan deprisa y la realidad visible se convierte en un fen¨®meno fugaz que hay que aprender a asimilar.
En este marco se entiende el protagonismo de los futuristas italianos, en cuanto que fueron los que con mayor ¨¦nfasis y abierto entusiasmo asumieron los v¨ªnculos del nuevo mundo tecnol¨®gico con la velocidad. Por eso, y m¨¢s all¨¢ de algunas cronofotograf¨ªas introductorias del viejo Marey, encontramos obras de Balla y una considerablemente amplia representaci¨®n de trabajos -escritos, manifiestos, material gr¨¢fico, procedentes de la colecci¨®n de Jos¨¦ Mar¨ªa Lafuente- de Carr¨¤, Boccioni, Buzzi, Cangiullo, Casavola, Folgore, Govoni, Lucini, Mazza, Marinetti, Russolo y Sant'Elia, entre otros. De alguna manera, esta abundancia de discurso podr¨ªa hacer sospechar de una eventual debilidad pl¨¢stica. En realidad, puede que gentes como Rodchenko, El Lissitzky, Tatlin, Klucis o Stepanova, tambi¨¦n presentes en la exposici¨®n, se mostraran en su momento algo m¨¢s potentes, y hasta mejor relacionados con los nuevos caminos de la t¨¦cnica, al menos en la medida en que la ponderaban desde el punto de vista de la comprensible ingenuidad del pobre, desde una perspectiva hist¨®rica y pol¨ªtica tan distinta de aquella confusa suficiencia con que los futuristas se empleaban.
Speed II se completa con im¨¢genes de constructivistas con obra en el IVAM (Pevsner, Gabo, Moholy-Nagy, Torres-Garc¨ªa), y tambi¨¦n con obras de Picabia, tan ir¨®nicamente sensible a los poderes pl¨¢sticos de la m¨¢quina, y de Tinguely, de quien se ofrece una peque?a pieza de 1959 como recordatorio de sus grandes trastos autodestructivos. Hay tambi¨¦n referencias a los medios de transporte, entre los que destacan, junto a obras de Lyonel Feninger (barcos), Rafael Barradas (estaci¨®n), William H. Bradley (bicicletas), un avi¨®n reposando en un aeropuerto (Lufthansa Cargo, L.A., 1988-1989) de los suizos Fischli & Weiss (tambi¨¦n representados por Der Lauf der Dinge, El curso de las cosas, su c¨¦lebre pel¨ªcula siempre tan grata de ver). Menos obvia es la raz¨®n de la presencia de fotograf¨ªas de Robert Frank o de los Becher, o de las piezas de Richard Hamilton o Matta-Clark que tambi¨¦n forman parte de la colecci¨®n del IVAM, y que, al menos en principio, podr¨ªan ser vistas como una suerte de contrapunto.
Speed I, comisariada por Francisco Calvo Serraller, lleva como subt¨ªtulo Festina lente. Se trata de un lema cl¨¢sico: "Apres¨²rate despacio". Hace alusi¨®n a un asunto que el responsable de la muestra pone de relieve en su presentaci¨®n y que bien merece ser resaltado. A saber: que el arte no progresa (?hacia d¨®nde?), sino que s¨®lo cambia. En efecto, eso que llamamos arte s¨®lo seguir¨¢ teniendo alg¨²n sentido en la medida en que responda a la necesidad de una experiencia humana que no se da del mismo modo en todo momento ni en todas partes, pero que no podr¨¢ ser aniquilada por el tiempo mientras el ser humano siga siendo tal. Por eso se habla aqu¨ª de una experiencia de un orden no s¨®lo hist¨®rico, sino antropol¨®gico. Puesto que el movimiento y la quietud, la velocidad y la lentitud tienen que ver tambi¨¦n con esas necesidades intemporales que el arte sabe confrontar o ense?arnos a hacerlo.
Esta muestra se centra en el arte de la segunda d¨¦cada del siglo pasado, y busca en ¨¦l las huellas de la experiencia de la velocidad (del tiempo) como inexorables residuos del mundo natural anterior a la revoluci¨®n industrial. Se divide en funci¨®n de tres par¨¢metros. Por un lado, el de aquellos que se han remitido a la naturaleza (al cuerpo, en su caso) como fuente de acci¨®n, y han desplegado su trabajo cediendo espacio al gesto o a la materia. En este marco se entiende la inclusi¨®n de obras de Franz Kline, Asjer Jorn o Karel Appel -entre tantos otros posibles-, Dubuffet -el primitivista-, y los espa?oles Millares, Saura o T¨¤pies. No falta la referencia m¨¢s reciente a la naturaleza como espacio perdido y, por ello, desesperadamente buscado: las elocuentes espirales de Robert Smithson, las piedras de Richard Long, las met¨¢foras de Giovanni Anselmo, Eva Lootz o Cristina Iglesias, o las verdes im¨¢genes reivindicativas de Federico Guzm¨¢n.
En este mismo contexto se incluyen cosas menos f¨¢cilmente clasificables, en parte vinculadas a la cuesti¨®n de c¨®mo representar el universo natural, tal como se presenta al ser humano. De Thierry de Cordier tenemos un paisaje nocturno, de Ross Bleckner, una gran pintura neobarroca. Y una obra de Richard Serra, de 1969, y otra de James Lee Byars (una esfera colmada de rosas vivas), y otras de Miquel Barcel¨® y de Ana Mendieta, de tan opuesto destino. Las cuales nos hacen reflexionar sobre lo que hay de relativo en la velocidad, en el tiempo y, por ende, en la vida en general.
Speed III, comisariada por Dan
Cameron, se encarga de presentar el asunto en funci¨®n de los par¨¢metros en los que -se supone- nos las apa?amos en el presente m¨¢s cercano. Los artistas seleccionados por Cameron remiten a la velocidad desde el punto de vista del mundo dominado por la simultaneidad propiciada por las nuevas tecnolog¨ªas electr¨®nicas, digitales. Tal vez una mirada superficial nos conducir¨ªa al mero arte en la red, donde no hay propiamente ni espacio ni tiempo, ni velocidad ni aceleraci¨®n, salvo en t¨¦rminos virtuales. Pero una mirada un tanto m¨¢s reflexiva nos puede llevar a lo que aqu¨ª tenemos. Cory Arcangel se r¨ªe de los videojuegos, ralentizando un Tetris, por ejemplo, hasta la desesperaci¨®n; por su parte, Willie Doherty y Guy Hundere nos ilustran sobre los peligros de la fascinaci¨®n suicida en la carretera; R. Luke DuBois y Jim Campbell nos hacen ver -en forma de im¨¢genes sintom¨¢ticamente borrosas- la convergencia entre la velocidad excesiva y la quietud; Kimsooja se planta como una estatua en medio del tr¨¢fago peatonal de una acera en una gran ciudad (tiene m¨¦rito); Tehching Tsieh -pobre de ¨¦l-, y no mucho despu¨¦s de pasarse un a?o entero a la intemperie (literalmente), ha decidido pasarse otro fichando cada hora, para as¨ª mostrarnos de manera irrefutable lo terrible que puede ser pasarse todo un a?o fichando cada hora, sin dormir ni vivir humanamente.
Estas tres exposiciones pueden resultar enormemente ¨²tiles para hacernos reflexionar no s¨®lo sobre la velocidad, sino sobre la forma en que el arte contempor¨¢neo confronta el tiempo y su inexorable paso. La velocidad, la aceleraci¨®n y la simultaneidad tienden a ser preocupantes cuando dejan de ser controladas por el ser humano. Tampoco el arte va a conseguirlo, ni falta que le hace.
SPEED I, II y III. IVAM. Guillem de Castro, 118. Valencia. Hasta el 17 de junio y el 8 julio (Speed III).
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