Ni?os que no son inocentes
En un estilo llano y directo, Agota Kristof narra en La analfabeta su infancia en un internado, su exilio y su duro aprendizaje del franc¨¦s. Entre tanto, en la trilog¨ªa Claus y Lucas relata las peripecias de dos hermanos gemelos en medio de una guerra a la que sucede un r¨¦gimen totalitario.
Agota Kristof tiene 21 a?os cuando cruza la frontera austriaca. Su marido lleva al ni?o, de unos poco meses; ella lleva dos bolsas, una con los pa?ales y el material para el beb¨¦, otra con diccionarios. Refugiada en un pueblo de la Suiza franc¨®fona, mientras trabaja en una f¨¢brica, aprende a hablar en otra lengua y a escribirla. El sonido r¨ªtmico de las m¨¢quinas le sirve para componer poemas. El resultado, a?os m¨¢s tarde, es una obra redonda, una novela corta que es a un tiempo un tratado de ¨¦tica, una lecci¨®n de antropolog¨ªa y un diario de supervivencia. Sobre el tel¨®n de fondo de su propia vida en un pueblo fronterizo de Hungr¨ªa durante la ocupaci¨®n sovi¨¦tica, la autora ha sabido tejer un impresionante lienzo en el que la ficci¨®n da cuenta, mejor que cualquier descripci¨®n real, de un mundo socialmente desintegrado.
Cuando, en 1995, El gran cuaderno, primero de los tres libros que ahora aparecen editados conjuntamente, apareci¨® publicado por primera vez en castellano por la editorial Seix Barral, no necesit¨® del mecanismo propagand¨ªstico. Era una de esas pocas obras que, incluso hoy, pueden difundirse mediante el boca a boca.
La parquedad en el manejo de su nueva lengua le procur¨® a la autora las pautas del estilo que necesitaba: frases breves, precisas, y verbos en presente es lo que requer¨ªa la voz protagonista, la de un "nos", un yo plural, una unidad fragmentada o, mejor, una disociaci¨®n unitaria que se escribe en el cuaderno dando cuenta tanto de sus movimientos como del aprendizaje que lleva a cabo.
El gran cuaderno es un tratado
de ¨¦tica, s¨ª, pero no al uso. Agota Kristof acaba de un plumazo con la idea convencional de la infancia inocente. El ni?o es sin duda inocente, pero ?en qu¨¦ consiste, en realidad, esa inocencia? Suele confundirse el t¨¦rmino con uno de los dos polos de la moralidad: entre el bien y el mal, la inocencia se entiende como carencia de maldad; la inocencia es pureza y la pureza es el bien. Pero no es as¨ª; la inocencia es ese estado que se sit¨²a m¨¢s all¨¢ del bien y del mal porque es anterior a toda moral.
Para los gemelos que, por los avatares de la guerra, vienen a parar a la casa de la abuela, a quien la gente del pueblo llama la Bruja, aqu¨¦l es un cuaderno de bit¨¢cora, un diario de supervivencia. Anotar es un ejercicio que se autoimponen. Anotan con objetividad y precisi¨®n: estiman correcta la redacci¨®n cuando han eliminado todas las palabras que determinen una apreciaci¨®n subjetiva. De esta manera, el relato va a la par con la educaci¨®n de su esp¨ªritu. ?sta es la finalidad de los ejercicios con los que se adiestran: de inmovilidad, de ceguera, de ayuno, de crueldad, de mendicidad, o de "endurecimiento del esp¨ªritu" (mirarse a los ojos y decirse ciertas palabras hasta que ¨¦stas pierdan su significado, lo mismo con los insultos que con las palabras "antiguas", las que hay que olvidar, palabras amorosas que ya nadie les dice; al perder significado se aten¨²a el dolor que conllevan). Ejercicios, en su mayor parte, de indiferencia, la ¨²nica sabidur¨ªa que en circunstancias l¨ªmite permite sobrevivir. La compasi¨®n, de la que demuestran no carecer, ser¨¢ administrada seg¨²n sus propias normas, con asombrosa claridad pr¨¢ctica, demostrando no s¨®lo que es la intenci¨®n y no la naturaleza de los actos lo que determina su valor moral, sino tambi¨¦n que la indiferencia desarticula el sistema de valores sin el cual la moralidad carece de sentido.
Los dos libros siguientes, que en esta ¨²ltima edici¨®n vienen a formar tr¨ªptico con el primero, elaboran en el tiempo una interesante biograf¨ªa de la dif¨ªcil disociaci¨®n de aquella primera persona del plural. Sin embargo, explicando, a?adiendo, le restan al primero de los libros algo de su rotundidad po¨¦tica. En este mismo orden de cosas, es de lamentar, en la portada de esta edici¨®n, el recurso a la fotograf¨ªa: la imagen figurativa le hurta a la obra gran parte de su poder de universalizaci¨®n; el texto literario se limita cuando se concreta. Y ¨¦ste hubiese merecido permanecer en la ambig¨¹edad de un pueblo nevado; en ese infinito.
Agota Kristof. La analfabeta. Traducci¨®n de Juli Peradejord. Obelisco. Barcelona, 2006. 78 p¨¢ginas. 6 euros.
Claus y Lucas.
Traducci¨®n de Ana Herrera y Roser Berdagu¨¦. El Aleph. Barcelona, 2006. 444 p¨¢ginas. 21 euros.
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