Mand¨ªbula de cristal
El periodismo encaja mal las cr¨ªticas. Tiene, como algunos buenos boxeadores, la mand¨ªbula de cristal. Y por eso se protege. Los que tanto opinan, analizan, matizan, critican, reprueban, alaban y juzgan a los dem¨¢s lo hacen, a veces, con faltas de ortograf¨ªa. Y llegan los lectores, apasionados o no, y preguntan: ?qu¨¦ explicaci¨®n tiene que este problema no se haya resuelto o, al menos, paliado cuando viene siendo criticado desde hace a?os, Defensor del Lector tras Defensor del Lector? ?C¨®mo es posible tanta incuria, tanta dejadez y tanto descuido, tanta indiferencia, en suma?
Digo esto porque me lo escriben los lectores, porque la queja m¨¢s reiterada que se recibe en el Defensor del Lector sigue siendo la relativa a la cantidad de errores, erratas o faltas de ortograf¨ªa que aparecen en el diario. La relaci¨®n de lectores que en estos meses han hecho llegar sus quejas ser¨ªa larga, y los ejemplos, muy variados. Confieso que es un tema inc¨®modo para cualquier periodista que admita que el idioma es nuestra principal herramienta de trabajo. Y lo malo es que el problema se acepta con una cierta, aunque inc¨®moda, resignaci¨®n. Como si fuera inevitable. Algo as¨ª como los accidentes de tr¨¢fico.
Recojo arbitrariamente algunos nombres de lectores que han hecho llegar sus quejas: Francisco Javier ?lvarez Garc¨ªa, con m¨¢s de quince a?os de correspondencia con distintos defensores del lector; Fernando Corbal¨¢n, profesor de matem¨¢ticas y divulgador, que escribi¨® sobre los errores que aparecen en gr¨¢ficos, estad¨ªsticas y porcentajes. Una relaci¨®n, en fin, descuidada con las cifras y los n¨²meros.
El tono de las cr¨ªticas no siempre es mesurado, pero tal vez la carta de Ricardo G¨¦nova resume el esp¨ªritu de la mayor¨ªa: "El motivo de mi correo es transmitirle mi malestar ante las continuas faltas de ortograf¨ªa que se cometen en EL PA?S desde hace alg¨²n tiempo. Creo recordar que hace un tiempo esto no ocurr¨ªa, pero tengo que decir que ¨²ltimamente se hace complicado leer un art¨ªculo sin encontrarse, adem¨¢s de con numerosos errores tipogr¨¢ficos, con inconcebibles faltas de ortograf¨ªa".
"Creo que este tipo de errores son inaceptables y le restan calidad al diario. Adem¨¢s, creo que con los correctores ling¨¹¨ªsticos de que disponen las aplicaciones inform¨¢ticas actuales son f¨¢cilmente subsanables, lo que no exime a los redactores de la obligaci¨®n de tener un mayor conocimiento de la ortograf¨ªa de nuestra lengua y, por lo tanto, de no cometer estos errores".
El problema de los errores y las erratas es obviamente mayor en las primeras ediciones. En las siguientes se van corrigiendo. Y son los lectores de esas ediciones -Europa y Nacional- los que m¨¢s quejas presentan.
Pero la pregunta que formulan los lectores sigue sin ser respondida. ?Es ¨¦ste un problema que no tiene soluci¨®n? ?Qu¨¦ medidas se toman para paliar el problema?
El Defensor ha hecho una peque?a encuesta entre redactores, editores y correctores en busca de respuestas y lo que ha encontrado b¨¢sicamente han sido explicaciones o, sencillamente, excusas. Pero tambi¨¦n alguna sospecha y una duda. ?Est¨¢ descendiendo el nivel de formaci¨®n de los periodistas, pese a haberse elevado a rango universitario los estudios de periodismo? ?Podemos los periodistas, los peri¨®dicos, prescindir de los correctores?
La primera y obvia explicaci¨®n y, posiblemente, ¨²nica excusa para este problema es la urgencia. Se escribe deprisa, al l¨ªmite del cierre de la edici¨®n. Los nuevos sistemas inform¨¢ticos permiten al periodista apurar al m¨¢ximo los plazos de entrega de sus textos. Esta costumbre, no siempre justificada y que a veces lo ¨²nico que esconde es una deficiente organizaci¨®n del trabajo, propicia que se escriba con m¨¢s erratas y errores.
Los nuevos sistemas inform¨¢ticos cuentan con correctores ling¨¹¨ªsticos y cualquier redactor puede, en pocos minutos, someter su texto a prueba. Pero, evidentemente, ning¨²n sistema autom¨¢tico garantiza la limpieza del texto. Corrige los errores de bulto, ofrece alternativas, pero exige un poco de atenci¨®n. Jam¨¢s distinguir¨¢ entre "sabia", "savia" y "sab¨ªa" y deber¨¢ ser el periodista el que tome la decisi¨®n.
?Podemos los periodistas vivir sin correctores profesionales, esa red de seguridad que cada d¨ªa se hace menos tupida, ese gremio que parece condenado a la extinci¨®n?
La respuesta empresarial es que los periodistas deben ser correctores, que es inaceptable que un profesional cualificado pida auxilio para que alguien limpie su trabajo u oculte sus carencias.
Este Defensor tiene dudas. La existencia de una secci¨®n de correcci¨®n no exime a los redactores de la obligaci¨®n de tener un mayor y mejor conocimiento del idioma; no puede ser ni excusa ni coartada para la negligencia profesional que supone escribir con faltas. Los periodistas debemos asumir nuestras obligaciones y aceptar que se nos exijan responsabilidades. Lo que est¨¢ en juego es la calidad del periodismo, la calidad del diario, una condici¨®n esencial para competir con otros medios, no s¨®lo escritos. Los correctores han sido y son una garant¨ªa de que el talento que puedan contener las p¨¢ginas del diario no se vea empa?ado por erratas y errores. Los que tenemos que corregir el problema somos los periodistas y la ¨²nica soluci¨®n, en mi opini¨®n, es la disciplina que en este pa¨ªs siempre se ha tomado m¨¢s como un castigo que como una virtud.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es), o telefonear al n¨²mero 91 337 78 36.
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