Una hoja de ruta para salir de Irak
La guerra de Irak es una calamidad estrat¨¦gica y moral de dimensiones hist¨®ricas, comenzada a partir de hip¨®tesis falsas. Est¨¢ perjudicando la legitimidad de Estados Unidos en el mundo. Los da?os civiles colaterales y ciertos abusos est¨¢n ensuciando nuestro prestigio moral. Tuvo su origen en impulsos maniqueos y la soberbia imperial, y est¨¢ intensificando la inestabilidad regional.
Aun as¨ª, en el Gobierno de Bush, las grandes decisiones estrat¨¦gicas las sigue tomando un grupo muy reducido, cuyos miembros seguramente pueden contarse con los dedos de una mano. A excepci¨®n del nuevo secretario de Defensa, Robert M. Gates, son los mismos individuos que participaron desde el principio en esta aventura, que tomaron la decisi¨®n inicial de emprender una guerra en Irak y que utilizaron falsos pretextos para emprenderla. Es propio de la naturaleza humana que se muestren reacios a llevar a cabo unas acciones que supondr¨ªan un cambio total de pol¨ªtica.
Desde el punto de vista de los intereses nacionales estadounidenses, ¨¦ste es verdaderamente un mal presagio. Si Estados Unidos sigue enredado en una lucha sangrienta y prolongada en Irak, es muy probable que el destino final de esta pendiente sea un choque frontal con Ir¨¢n y gran parte del mundo isl¨¢mico.
He aqu¨ª, por ejemplo, una posible situaci¨®n de enfrentamiento militar con Ir¨¢n: Irak no cumple los requisitos establecidos por el Gobierno de Bush para avanzar hacia la estabilidad. Esto va seguido de las acusaciones de Estados Unidos sobre la responsabilidad de Ir¨¢n en el fracaso y, a continuaci¨®n, de alguna provocaci¨®n en Irak o alg¨²n acto terrorista en Estados Unidos de los que se acusa a los iran¨ªes, todo lo cual culmina en una acci¨®n militar estadounidense de car¨¢cter "defensivo" contra Ir¨¢n. Como consecuencia, Estados Unidos acaba solo y sumido en un lodazal cada vez m¨¢s amplio y profundo que se prolonga durante 20 a?os o m¨¢s y que se extiende poco a poco a Irak, Ir¨¢n, Afganist¨¢n y Pakist¨¢n.
De hecho, ya est¨¢ formul¨¢ndose una narraci¨®n hist¨®rica m¨ªtica para justificar la necesidad de esa guerra prolongada y su posible extensi¨®n. Despu¨¦s de haber utilizado como pretexto, al principio, las falsas alegaciones sobre armas de destrucci¨®n masiva en Irak, ahora se ha pasado a redefinir la guerra como la lucha ideol¨®gica decisiva de nuestra ¨¦poca, similar a los enfrentamientos del pasado con el nazismo y el estalinismo. En ese contexto, el extremismo islamista y Al Qaeda equivalen a la amenaza que constituyeron la Alemania nazi y luego la Rusia sovi¨¦tica, y el 11-S equivale al ataque contra Pearl Harbor que precipit¨® la entrada de Estados Unidos en la II Guerra Mundial.
Ahora bien, esta narraci¨®n simplista y demag¨®gica se olvida de que la amenaza nazi se apoyaba en el poder militar del Estado industrial m¨¢s avanzado de Europa y que el estalinismo no s¨®lo fue capaz de movilizar los recursos de una Uni¨®n Sovi¨¦tica victoriosa y dotada de gran poder militar sino que ten¨ªa seguidores en todo el mundo gracias a la doctrina marxista.
La mayor¨ªa de los musulmanes, en cambio, no ha adoptado el fundamentalismo isl¨¢mico. Al Qaeda es una aberraci¨®n fundamentalista aislada. Los iraqu¨ªes, en general, no luchan en defensa de una ideolog¨ªa islamista, sino en contra de la ocupaci¨®n estadounidense, que ha destruido el Estado iraqu¨ª. En cuanto a Ir¨¢n, aunque tiene cada vez m¨¢s influencia en la regi¨®n, no es una amenaza mundial; es un pa¨ªs pol¨ªticamente dividido y econ¨®mica y militarmente d¨¦bil. Decir que Estados Unidos tiene que dar respuesta militar a una gran amenaza isl¨¢mica cuyo epicentro se encuentra en Ir¨¢n es facilitar una profec¨ªa autocumplida.
Ning¨²n otro pa¨ªs comparte las fantas¨ªas maniqueas que con tanta pasi¨®n expresa el Gobierno de Bush. Y las consecuencias son, aunque sea triste decirlo, un aislamiento pol¨ªtico creciente y un antagonismo popular cada vez m¨¢s extendido contra Estados Unidos.
Nuestros intereses internacionales exigen que emprendamos un cambio de rumbo significativo. Necesitamos una estrategia para terminar la ocupaci¨®n de Irak y construir un di¨¢logo regional de seguridad. Ambas cosas necesitan tiempo y un compromiso genuino de Estados Unidos. El proceso hasta lograr estos objetivos debe incluir cuatro pasos.
En primer lugar, Estados Unidos debe reafirmar de forma expl¨ªcita y categ¨®rica su compromiso de salir de Irak en un plazo de tiempo razonablemente corto. En estos momentos, la ocupaci¨®n estadounidense -pese a que la mayor¨ªa de los iraqu¨ªes la rechaza- sirve de paraguas para la intransigencia interna. Nadie, ni dentro ni fuera del Gobierno iraqu¨ª, siente que haya verdaderos incentivos para negociar mientras Estados Unidos mantenga la situaci¨®n m¨¢s o menos a flote.
Hace falta una declaraci¨®n p¨²blica en la que Estados Unidos asegure que tiene intenci¨®n de salir para acallar los temores de una nueva hegemon¨ªa imperial norteamericana en Oriente Pr¨®ximo. Con raz¨®n o sin ella, muchos opinan que ¨¦se es el motivo fundamental de la intervenci¨®n de Estados Unidos en una regi¨®n que, hasta hace poco, estaba sujeta a la dominaci¨®n colonial. Es preciso refutar esa idea. Si el presidente no quiere hacerlo, tal vezpodr¨ªa encargarse el Congreso, mediante la aprobaci¨®n de una resoluci¨®n conjunta.
Segundo, Estados Unidos debe anunciar que ha entablado negociaciones con los dirigentes iraqu¨ªes para fijar un plazo en el que deber¨ªa estar completada la retirada de sus tropas. Un buen objetivo ser¨ªa el de m¨¢s o menos un a?o, pero la fecha debe fijarse de acuerdo con los iraqu¨ªes y anunciarse como decisi¨®n conjunta. Mientras tanto, Estados Unidos debe evitar la escalada militar, incluido el "aumento" de tropas que, en el mejor de los casos, s¨®lo puede tener una ventaja t¨¢ctica pasajera.
La celebraci¨®n de conversaciones serias con pol¨ªticos iraqu¨ªes es la ¨²nica forma de poder identificar a aut¨¦nticos l¨ªderes seguros de s¨ª mismos y con la capacidad necesaria para gobernar sin la protecci¨®n militar estadounidense. La triste realidad es que el r¨¦gimen iraqu¨ª actual, que, seg¨²n Bush, es representativo de su pueblo, queda bien definido por su emplazamiento f¨ªsico: la fortaleza de 10 kil¨®metros cuadrados que posee Estados Unidos en el interior de Bagdad, protegida por un muro de 4,5 metros de espesor en algunos puntos y vigilada por tropas estadounidenses, y popularmente conocida como Zona Verde. S¨®lo los l¨ªderes iraqu¨ªes capaces de ejercer el poder fuera de los l¨ªmites de la Zona Verde podr¨¢n llegar a obtener un acuerdo aut¨¦nticamente iraqu¨ª.
En tercer lugar, Estados Unidos debe animar a los dirigentes iraqu¨ªes a que inviten a todos sus vecinos -y tal vez a otros pa¨ªses musulmanes como Egipto, Marruecos, Argelia y Pakist¨¢n- a discutir la mejor manera de favorecer la estabilidad en Irak en conjunci¨®n con la retirada militar norteamericana, y a participar, llegado el momento, en una conferencia sobre la estabilidad de la regi¨®n.
Es imposible entablar un debate serio sobre seguridad regional con Irak ni con sus vecinos mientras ¨¦stos vean a Estados Unidos como un ocupante de duraci¨®n indefinida. Los vecinos de Irak no tienen miedo a ning¨²n verdadero estallido en el pa¨ªs porque estamos nosotros all¨ª, por lo que la volatilidad de la situaci¨®n se desarrolla a nuestra costa y no les obliga a ellos a tomar ninguna decisi¨®n fundamental.
Por el contrario, un acuerdo sobre la fecha de salida obligar¨ªa a todos los gobiernos que rodean Irak a preguntarse: "?C¨®mo afrontamos el problema de la estabilidad en Irak? ?Queremos verdaderamente tener una guerra regional entre nosotros?". Por ejemplo, ?valdr¨ªa la pena correr el riesgo de una guerra que tal vez podr¨ªa enfrentar a los saud¨ªes y los jordanos contra los iran¨ªes, con los sirios en medio? Casi todos los reg¨ªmenes de la regi¨®n saben que una guerra as¨ª podr¨ªa extenderse y acabar por destruirlos.
Por eso es deseable que se haga un esfuerzo para involucrar a los pa¨ªses vecinos; ¨¦stos podr¨ªan ayudar a evitar una escalada de la guerra civil en Irak que, entre otras cosas, tambi¨¦n representa una amenaza cada vez mayor para su propia estabilidad. Pero eso s¨®lo ser¨¢ posible cuando Estados Unidos est¨¦ en pleno proceso de irse del pa¨ªs. El anuncio de nuestra voluntad de marcharnos y de convocar una conferencia para debatir los pasos siguientes ser¨ªa un factor muy poderoso a la hora de iniciar el cambio.
En cuarto lugar, Estados Unidos debe activar un esfuerzo cre¨ªble y en¨¦rgico para lograr, por fin, un acuerdo de paz entre israel¨ªes y palestinos. La historia demuestra que ellos no van a conseguirlo nunca por s¨ª solos. Sin dicho acuerdo, a largo plazo, las pasiones nacionalistas y fundamentalistas en la regi¨®n condenar¨¢n al fracaso a cualquier r¨¦gimen ¨¢rabe al que se considere partidario de la hegemon¨ªa regional de EE UU.
Tras la II Guerra Mundial, Estados Unidos logr¨® imponer la defensa de la democracia en Europa porque consigui¨® establecer una estrategia pol¨ªtica de largo alcance, consistente en unir a sus amigos y dividir a sus enemigos. Previno con seriedad las agresiones sin iniciar hostilidades y sin dejar, en ning¨²n momento, de explorar la posibilidad de negociar acuerdos.
En Oriente Pr¨®ximo, hoy, est¨¢ a prueba el liderazgo mundial de Estados Unidos. Necesitamos urgentemente ese mismo tipo de estrategia prudente, que incluya un compromiso pol¨ªtico aut¨¦nticamente constructivo.
Zbigniew Brzezinski fue asesor de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter desde 1977 hasta 1981.
Traducci¨®n de M.L.Rodr¨ªguez Tapia.
? Los Angeles Times, 2007.
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