Indurain: "Una retirada triste"
Con 10 a?os justos de intervalo dos grandes ciclistas cuyos caminos s¨®lo se cruzaron en el Tour del 96 han dicho adi¨®s pr¨¢cticamente de la misma manera, convocando a la prensa a un hotel para leer varios folios de despedida. Hasta ah¨ª las similitudes.
Miguel Indurain se fue del ciclismo voluntariamente, llevando la contraria a todo el mundo, tanto amor y no poder hacer nada contra la muerte, rodeado de millones de declaraciones de sentimiento. Jan Ullrich se va del ciclismo muy a su pesar, acosado, abandonado, despreciado por la sociedad y por el medio ciclista, m¨ªsero apestado que ha jugado con nuestros sentimientos, o as¨ª. Solo, sin equipo, sin licencia. Ni una sola declaraci¨®n espont¨¢nea de campeones, ex campeones, gentes variadas del ciclismo, para decirle que se le echar¨¢ de menos.
Tanto ha cambiado el ciclismo, tan diferente ha sido Ullrich -a quien cuando gan¨® su primer Tour, tan joven, 23 a?itos, se le auguraron media docena m¨¢s de victorias- de Indurain, capaz de empezar a ganar Tours a los 27 a?os y no parar hasta los 31.
Tanto ha cambiado la percepci¨®n social del dopaje, tan diferente es Alemania de Espa?a.
Antes de ganar Ullrich el Tour del 97, el ciclismo no exist¨ªa en los medios de comunicaci¨®n alemana. Ullrich, uno de los ¨²ltimos reto?os de la antigua RDA, de la dura disciplina sovi¨¦tica en la forja de campeones, pod¨ªa pasear an¨®nimamente por cualquier ciudad. Despu¨¦s fue el acabose.
Ullrich se convirti¨® en uno de los deportistas mejor pagados de Alemania. Dos cadenas de televisi¨®n p¨²blicas comenzaron a enviar anualmente decenas de personas al Tour para cubrir sus andanzas en directo. Decenas de periodistas, de medios, dedicaron todas sus energ¨ªas a seguirlo diariamente. Antes de que en Espa?a la grasa superflua de Ronaldo o Ronaldinho se convirtiera en asunto de portadas, los kilos de m¨¢s que Ullrich acumulaba inevitablemente cada a?o llenaron p¨¢ginas y horas de emisi¨®n televisiva invernal en Alemania. Al mismo nivel que las fiestas, la buena vida, la escasa predisposici¨®n al esfuerzo de los futbolistas, se hablaba en los mismos medios de las juergas de Ullrich, de sus problemas con el alcohol, de su positivo por ¨¦xtasis discotequero en una ¨¦poca en la que se recuperaba de una lesi¨®n de rodilla. Tan grandes fueron las expectativas puestas en Ullrich, un talento natural, un superdotado, como las decepciones que invariablemente cada verano llegaban desde el Tour.
Antes de deslizarse imparablemente por el tobog¨¢n de la Operaci¨®n Puerto hasta la nada, Ullrich ya hab¨ªa empezado a quedarse solo. El belga Walter Godefroot, el director del Telekom, que le llev¨® durante sus primeros a?os, se hart¨® de ¨¦l. Tambi¨¦n sus compa?eros de generaci¨®n Erik Zabel, Rolf Aldag. Ullrich se refugi¨® entonces en el cari?o paternal de Rudy Pevenage -Rudicio, en los papeles de Eufemiano Fuentes-, otro director belga, con quien uni¨® su destino hasta el final, hasta que la investigaci¨®n de la prensa, de los medios alemanes, con exquisita objetividad, con frialdad de cirujano, acab¨® confront¨¢ndolo con una verdad que siempre se ha negado a reconocer. No ha encontrado el perd¨®n de nadie. Tampoco se ha rebajado a solicitarlo.
"Ullrich me ha parecido un corredor que lo ha hecho todo por la fuerza. Nunca ha aprendido a correr bien colocado, ni a ir a rueda de sus compa?eros, ni a quitarse el aire...", lo define Indurain, solicitado por tel¨¦fono; "su forma de retirarse es un poco triste".
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