Navarra y la violencia
Si Arnaldo Otegi fuera el l¨ªder de un movimiento civil con autoridad sobre ETA, a la vista de sus declaraciones a La Vanguardia dir¨ªamos que el proceso de fin de la violencia en Euskadi puede pasar por momentos dif¨ªciles pero es irreversible -"no tiene alternativa"-, que la izquierda abertzale se va preparando para un futuro en el marco de la legalidad democr¨¢tica -"de un tablero de la confrontaci¨®n a un tablero de la seducci¨®n"- y que Batasuna es consciente de los l¨ªmites del proceso -"el Estado no tiene que pagar ning¨²n precio pol¨ªtico a ETA, ni tampoco a nosotros"-. Pero demasiadas veces hemos asistido al mismo rito: Otegi propone y ETA dispone. Demasiadas veces los gestos significativos de incorporaci¨®n a las reglas del juego por parte de Batasuna -"el proyecto independentista necesita la adhesi¨®n de la mayor¨ªa"- han sido inmediatamente desautorizados por la autoridad militar.
Por tanto, prudencia. Y, en este sentido, sorprende la prisa del presidente del Gobierno en salir inmediatamente a aplaudir a Otegi. El presidente no puede transmitir la sensaci¨®n de que est¨¢ pegado al transistor a la espera de cualquier signo de validaci¨®n del proceso por parte de la izquierda abertzale. Zapatero no puede poner en evidencia su ansiedad corriendo al quite de unos gestos que son por definici¨®n equ¨ªvocos.
Sin embargo, una de las virtudes del mensaje de Otegi es que deja muy claros los puntos clave del proceso: Navarra y la violencia. Dos cuestiones para que ETA pueda, de alguna manera, justificar su miserable historia. Vayamos por partes. Despu¨¦s de afirmar que el Estado no tiene que pagar precio pol¨ªtico, Otegi deja claro que el punto central de todo el proceso es Navarra. O si se quiere decir al rev¨¦s: "El espacio a cuatro territorios", utilizando la expresi¨®n del propio Otegi. Otegi sabe que la Comunidad Foral de Navarra puede rechazar la fusi¨®n con los tres territorios vascos y sabe perfectamente que un Parlamento a cuatro ser¨ªa mucho menos soberanista que el Parlamento vasco actual. Y, a pesar de ello, la cuesti¨®n de Navarra es para ¨¦l la prioridad absoluta, la clave del desenlace del proceso. ?A qu¨¦ pueden aspirar ETA y Batasuna? Simplemente, a que se ponga sobre la mesa. A lo sumo a que un d¨ªa se vote en refer¨¦ndum si Navarra quiere incorporarse a la comunidad vasca. Un refer¨¦ndum en que todo el mundo sabe que la respuesta ser¨¢ "no".
?Por qu¨¦ entonces tanta insistencia en este punto? Por una cuesti¨®n simb¨®lica: ETA necesita, para justificar su historia, demostrar que ha hecho cambiar algo. Y este algo ser¨ªa poner la cuesti¨®n de Navarra sobre la mesa. Es simplemente escenificar por unos d¨ªas el mapa de Euskal Herria. Despu¨¦s el refer¨¦ndum dir¨ªa: "No". Y quedar¨ªa el mapa. Una referencia simb¨®lica. Los nacionalistas son as¨ª. Es el ¨²nico fil¨®n que les queda a los etarras para disimular su fracaso. ?Es esto un precio pol¨ªtico? ?Es una concesi¨®n excesiva a cambio del fin de la violencia?
La segunda cuesti¨®n es la de la violencia. Una vez m¨¢s Arnaldo Otegi acude a los circunloquios para evitar la condena de la violencia: "?Por qu¨¦ no condenamos la violencia?", se autopregunta. Y no responde. Sin embargo, a?ade: "Hay una cosa que hay que aclarar. La ley de Partidos no exige la condena de la violencia. Es m¨¢s, dice que la no condena de atentados no es suficiente para ilegalizar un partido". Otegi no condena la violencia porque la autoridad militar competente no se lo perdonar¨ªa. Por una raz¨®n muy sencilla: ETA y la violencia son la misma cosa. La fuerza de ETA es la intimidaci¨®n, la capacidad de activar el operativo de la violencia.
Condenar la violencia equivale a negar a ETA. Y este es un paso que Otegi nunca podr¨¢ permitirse. Este nuevo rechazo a condenar la violencia de un modo expl¨ªcito confirma que Otegi y Batasuna no tienen la menor intenci¨®n de salirse de la sombra de ETA. Lo cual puede parecernos mal, pero es seguramente, al mismo tiempo, una condici¨®n necesaria para llevar a ETA hasta su propio final.
La resistencia de Otegi a condenar la violencia plantea una cuesti¨®n. ?Es necesaria esta condena para que el proceso de fin de la violencia sea posible? Lo que es necesario es el cese de la violencia, no la condena de la violencia. Y el matiz no es menor. Condenar la violencia es negar a ETA su raz¨®n de ser, que es lo que los abertzales tienen prohibido. Es deconstruirla autom¨¢ticamente, para decirlo a lo cursi. Dejar la violencia es una decisi¨®n de ETA. Es ella misma la que decide renunciar a su propia naturaleza y desaparecer, porque sin violencia ETA desaparece autom¨¢ticamente. Y ¨¦sta es la decisi¨®n realmente importante.
La obsesi¨®n en conseguir la condena de la violencia -es decir, de ETA- por parte de la izquierda abertzale no debe convertirse en algo m¨¢s importante que el cese de la violencia, que es el objetivo del proceso. Y hay determinados discursos, especialmente desde la derecha, que parecen m¨¢s interesados en la condena de la violencia que en su final. Naturalmente, las declaraciones de Otegi no pueden leerse fuera de su contexto. Y el contexto es la inminencia de las elecciones municipales en las que Batasuna se juega parte de su futuro. La ruptura de la tregua ha dejado a Batasuna sin pista en la que aterrizar para incorporarse a la campa?a electoral. Y Otegi est¨¢ tratando de construirla a marchas forzadas.
Si Otegi y Batasuna no pueden condenar la violencia de ETA, porque equivale a despedirla antes de que ella haya dicho su ¨²ltima palabra, hay una sola manera de que la pista est¨¦ despejada y Otegi y los suyos puedan entrar en la carrera: que ETA anuncie que el atentado de la T-4 fue el ¨²ltimo de su historia. O sea que las declaraciones de Otegi resumen la apor¨¦tica situaci¨®n en la que se encuentra Batasuna: si condena la violencia, ETA le desautorizar¨¢ a bombazos, y si no lo hace, necesita que ETA d¨¦ por terminada la violencia, cosa que parece imposible con la premura de tiempos que marca el calendario. Y, al mismo tiempo, seguir esperando la decisi¨®n de ETA confirma la principal raz¨®n de la ilegalizaci¨®n de Batasuna: su vinculaci¨®n con la organizaci¨®n terrorista.
Otegi ha roto alg¨²n tab¨² y ha acercado el discurso abertzale al marco institucional. Pero falta todav¨ªa alg¨²n paso m¨¢s para que la izquierda abertzale se pueda incorporar a las elecciones. Y estos pasos, en parte, dependen de la voluntad de ETA de la que Otegi, al negarse a condenar la violencia, sigue siendo deudor.
Es positivo, sin embargo, que Otegi dibuje un escenario de futuro con un partido abertzale luchando por la independencia por la v¨ªa de la seducci¨®n democr¨¢tica y no de la confrontaci¨®n violenta, al modo, por ejemplo, de Esquerra Republicana en Catalu?a. ?ste es el punto de llegada del proceso en el que est¨¢ de acuerdo una amplia mayor¨ªa de ciudadanos. A Otegi corresponde conseguir que ETA d¨¦ el ¨²nico paso que falta para que esto sea posible. A cada cual sus responsabilidades.
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