Votos de pel¨ªcula
Cuenta Diego Gal¨¢n en este peri¨®dico que el otro d¨ªa vieron a Esperanza Aguirre merodeando por las colas de algunos cines de Madrid. Mi amigo F. tambi¨¦n la vio a las puertas de una de esas salas de la Gran V¨ªa en v¨ªas de reconversi¨®n, la vio y lo que vio le llen¨® de preocupaci¨®n y de extra?eza, preocupaci¨®n porque aquella se?ora que tanto se parec¨ªa a la presidenta de nuestra Comunidad, hasta el punto de que result¨® ser ella misma, andaba abordando a los que esperaban para sacar sus entradas como suelen hacer los pedig¨¹e?os vergonzantes que se hacen pasar por cin¨¦filos con el viejo truco de: "A ver si me podr¨ªa usted prestar cincuenta c¨¦ntimos que me faltan, que tengo mucho inter¨¦s en ver esta pel¨ªcula y me la quitan ma?ana...". Sin estar del todo convencido de que se tratara de ella misma en primera persona y de inc¨®gnito, F. observ¨® con inter¨¦s los movimientos de la posible sosias y se fij¨® en que, como tambi¨¦n hacen los pedig¨¹e?os expertos, no abordaba a todos los de la cola, sino solamente a las personas mayores de sesenta a?os, presuntamente m¨¢s proclives a este tipo de abordajes. Poco a poco sus sospechas se fueron confirmando, ten¨ªa que ser ella, como todos los madrile?os saben Esperanza Aguirre tiene problemas econ¨®micos para llegar a fin de mes, problemas que, probablemente, se habr¨ªan agudizado en la pasada cuesta de enero, con los excesos navide?os y las cuentas de vestuario y peluquer¨ªa, gastos ineludibles para afrontar con algo nuevo que ponerse la campa?a electoral de primavera, una estaci¨®n en la que nunca sabes qu¨¦ puedes llevar porque lo mismo hace fr¨ªo que calor, lluvia o ventolera.
Cuando la supuesta Esperanza abandon¨® aquella cola, el amigo F. la sigui¨® para verla entrar en el vest¨ªbulo de un cine cercano donde efectu¨® las mismas maniobras de aproximaci¨®n y contacto. A F. empezaba a extra?arle que las personas abordadas recibieran de tan buen grado y a veces con expresiones de j¨²bilo su acercamiento, incluso lleg¨® a o¨ªr unos aplausos; estaba claro que la hab¨ªan reconocido, pero aun as¨ª nadie suele recibir con aplausos las peticiones de dinero vengan de donde vengan. A lo mejor no hab¨ªa ido a pedir, sino a dar, a entregar el consuelo de su compa?¨ªa en carne viva a sus electores. No les ped¨ªa, m¨¢s bien, por sus ademanes, parec¨ªa que les estaba vendiendo algo, quiz¨¢s para comprarles el voto.
F. mir¨® su viejo reloj calendario y exclam¨®, d¨¢ndose una palmada en la despejada frente: "Ya caigo, hoy es martes" y los martes por una graciosa concesi¨®n que patrocinan la Comunidad y el Ayuntamiento y financian los distribuidores y exhibidores cinematogr¨¢ficos, los cines s¨®lo cuestan un euro de nada. De momento, la inversi¨®n de las instituciones, un mill¨®n de euros, se dedica sobre todo a la publicidad del invento y ya se sabe que la mejor publicidad es el boca a boca como lo hace Esperanza. Gallard¨®n es un estirado al que se le da peor el trato directo, de t¨² a t¨², con las masas y por eso no se le ve¨ªa por all¨ª, el campo estaba libre para la presidenta in extremis de la Comunidad de Madrid. F. record¨® que lo de los martes a un euro, se lo hab¨ªa contado su amiga L., interna en una residencia religiosa para la tercera edad: "Mira qu¨¦ bien", le dijo, "el martes pasado las monjitas nos llevaron al cine a ver una de Leonardo Di Carpio y s¨®lo nos cost¨® un euro porque el resto de la entrada lo pagaban do?a Esperanza y don Alberto. Y nos han dicho que si nos portamos bien y no armamos esc¨¢ndalo cuando salga el chico del Titanic, nos llevar¨¢n todas las semanas por lo menos hasta el mes de mayo". No s¨¦ si las elecciones caer¨¢n en martes y si los distribuidores y exhibidores soportar¨¢n hasta mayo si la Comunidad y el Ayuntamiento no se retratan con algo m¨¢s que con su publicidad electoralista. Si no llueve y las elecciones son en martes y cae cine y gusta la pel¨ªcula, L. y sus compa?eras de la residencia es muy posible que entiendan la sugerencia y voten por Espe y Alberto para seguir yendo al cine y de excursi¨®n.
Para que Esperanza no desgaste demasiado sus tacones en las colas y Alberto no pase verg¨¹enza promocionando p¨²blicamente la idea, sugiero que sienten en la taquilla a la presidenta y disfracen de acomodador al alcalde, un acomodador discreto que cuando las luces empiecen a apagarse susurre en la penumbra al o¨ªdo del espectador maduro sus promesas electorales.
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