Siete colinas bajo el asfalto
La pavimentaci¨®n de Madrid oculta un relieve signado por tres r¨ªos, torrentes, arroyos y escarpaduras muy pronunciadas
Si quit¨¢ramos de la superficie de Madrid sus edificios nos llevar¨ªamos m¨¢s de una sorpresa: el relieve de la ciudad se encarama sobre siete colinas. Tal semejanza romana no la conoc¨ªa casi nadie, salvo el ge¨®grafo y acad¨¦mico Antonio L¨®pez G¨®mez, recientemente fallecido, y los ciclistas que la sufren cuando pierden el resuello al cruzar varios enclaves madrile?os.
Ah¨ª est¨¢n: en San Andr¨¦s, donde se alza la plaza de igual nombre; en San Cayetano, en lo alto de Lavapi¨¦s; en el Palacio Real, donde se ubicaba la antigua almudayna ¨¢rabe; otra culmina Las Vistillas, separada de la anterior por la calle-r¨ªo de Segovia; San Sebasti¨¢n se llama la que remata la calle de Atocha; San Ildefonso, la Corredera Alta, y la llamada de Santa B¨¢rbara, al cabo de la calle de San Bernardo.
En el desnivel entre la plaza de Castilla y el r¨ªo cabe un edificio como la Torre de Madrid
Los siete altos, como los ha denominado el urbanista y ge¨®grafo Manuel Ter¨¢n, demuestran que pese a la supuesta uniformidad que la pavimentaci¨®n impone, Madrid posee un rico y muy variado relieve. No hay m¨¢s que acercarse al Arco de Cuchilleros, bajo la plaza Mayor, para percatarse de la envergadura de alguno de los muchos taludes que zanjan Madrid: ¨¦se, en particular, mide 18 metros, siete pisos. Cada barrio tiene el suyo.
Bajo las calles de Segovia, Arenal, o la cuesta de San Vicente discurren torrentes caudalosos que declinan precipitadamente hacia el Manzanares. Es en la ribera de este r¨ªo donde mejor se comprueba el desnivel de cotas de Madrid. Desde all¨ª hasta la base del Palacio Real o de la catedral de la Almudena, median 60 metros. Forma parte de la altiva cornisa que ci?e Madrid por Poniente y que circunda la ciudad desde El Pardo hasta Legazpi. Este peto sobre el Manzanares, a cuyo abrigo vivi¨® una de las faunas prehist¨®ricas m¨¢s ricas de Europa -con ejemplares de mamuts apodados por la comunidad cient¨ªfica mundial Matritensis-, fue el que confiri¨® a la ciudad su condici¨®n defensiva y su elecci¨®n por los ¨¢rabes como atalaya para controlar el r¨ªo y los pasos de cruce de la sierra del Guadarrama. Estas escarpaduras castigan a paseantes y ciclistas, pero tambi¨¦n amenizan su transitar.
Madrid ocupa una suerte de espinazo doble entre el r¨ªo, al oeste, y dos arroyos confluyentes: el del Abro?igal, al extremo este, por donde discurre hoy la M-30, y el de la Fuente Castellana, que, desde la plaza de Castelar y de norte a sur, taja Madrid en dos mitades. Las aguas de este ¨²ltimo, al confluir bajo Cibeles con las de dos torrenteras que bajan de Gran V¨ªa y de la Puerta de Alcal¨¢, respectivamente, generan inestabilidad tect¨®nica y electromagn¨¦tica en el subsuelo. Algunos cient¨ªficos han visto en este hecho la explicaci¨®n de las rarezas subterr¨¢neas -psicofon¨ªas incluidas- registradas en el cercano palacio de Linares. Sus aguas integran el sistema de seguridad del Banco de Espa?a, cuyos s¨®tanos anegar¨ªan, en el remoto -pero no imposible- caso de dispararse todas las alarmas en torno a su c¨¢mara acorazada, situada a unas siete plantas bajo la cota de Alcal¨¢. Por cierto, Alcal¨¢ arriba, el Retiro en O'Donnell es una de las cotas m¨¢s altas de la ciudad.
El arroyo de la Castellana desciende por los paseos de Recoletos y el Prado hasta tributar sus aguas al Manzanares, a 570 metros de altitud frente a los 700 de Fuencarral. Pocos imaginan que en el desnivel entre la plaza de Castilla y la depuradora de La China, junto al r¨ªo, cabe el edificio de la Torre de Madrid, con 130 metros de altura, que mira a Pe?alara, con sus 2.430 metros, el pico m¨¢s alto de la regi¨®n. Y muy pocos saben que la mayor profundidad regional es la mina Tolsa, perforada a 1.430 metros en el ¨¢rea de Vic¨¢lvaro. Sorpresas madrile?as.
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