Bush no lee a Ballard
"Ten¨ªa lugar una revoluci¨®n tan peque?a y humilde que casi nadie se hab¨ªa dado cuenta de su existencia". James Graham Ballard, el magn¨ªfico escritor ingl¨¦s de ciencia-ficci¨®n, comenzaba as¨ª su Millenium People. Algunas p¨¢ginas despu¨¦s, esa "humilde" revoluci¨®n se hab¨ªa salido de sus carriles y Londres se ve¨ªa sacudido por la violencia de unas clases medias que, tras haber sido protagonistas de la historia desde la Revoluci¨®n Francesa, acababan de descubrir que la globalizaci¨®n las hab¨ªa proletarizado y no estaban dispuestas a admitirlo. A la postre, esa clase media empobrecida cultural y econ¨®micamente, agobiada por la competencia, la inutilidad de los t¨ªtulos acad¨¦micos y la amenaza de la prejubilaci¨®n se rebela y la estatua de Peter Pan de Kensington Gardens salta por los aires junto al mito de que la clase media es pac¨ªfica.
Las clases medias transformar¨¢n Latinoam¨¦rica, una tarea en la que han fracasado las ¨¦lites nacionales y los revolucionarios profesionales
Quienes desde hace mucho tiempo han firmemente decidido que en Latinoam¨¦rica s¨®lo viven pobres paup¨¦rrimos y ricos ub¨¦rrimos pensar¨¢n que Ballard est¨¢ m¨¢s all¨¢ de toda ayuda psicol¨®gica. Para quienes viven en el mundo del blanco y del negro -o el de Bush contra Ch¨¢vez, lo que es equivalente- las cartas del cambio social en Latinoam¨¦rica est¨¢n ya repartidas: los pobres a engancharse en las sucesivas revoluciones prebendarias que salpican la historia del continente y los ricos a combatirlas. Y entre ambos polos, la nada. O algo peor: los intelectuales "comprometidos" frente a los "aislados en su torre de marfil". ?nase a ese panorama el conjunto habitual de lugares comunes -pobreza, desigualdad, volatilidad econ¨®mica, populismo y ausencia de clases medias- y se tendr¨¢ la receta que ha permitido a m¨¢s de uno pasearse por el continente y parecer que se lo sab¨ªa todo. Y si algo fallaba, bastaba con mencionar las otras palabras talism¨¢n: pol¨ªticas neoliberales, reformas y educaci¨®n.
Con el m¨¢ximo respeto a la terrible tragedia que suponen la pobreza y la inequidad de la regi¨®n, hay que se?alar algo estad¨ªsticamente obvio: que m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n de Am¨¦rica Latina -en algunos pa¨ªses hasta el 75% o m¨¢s- est¨¢n por encima de la l¨ªnea de la pobreza. Y lo que es todav¨ªa mejor: que tras el crecimiento con estabilidad de los ¨²ltimos cinco a?os, ese porcentaje est¨¢ aumentando de forma sostenida. Llam¨¦mosles como queramos pero esos hogares son clases medias emergentes cuya existencia cada vez va a resultar m¨¢s dif¨ªcil ocultar. Al fin y al cabo son m¨¢s de 50 millones de familias -lo que equivale a algo m¨¢s de 200 millones de personas- que en Chile, Brasil, M¨¦xico, Colombia, Per¨² y otros pa¨ªses est¨¢n consiguiendo niveles de renta y exhibiendo patrones culturales, de comportamiento y de consumo que no son los de sus conciudadanos m¨¢s pobres.
Resulta extraordinario que la academia, las instituciones multilaterales y el discurso pol¨ªtico predominante haya decidido que ese 50% del continente no merece su atenci¨®n. Busquen y comprobar¨¢n que frente a la rica literatura sobre pobreza y desigualdad pr¨¢cticamente no existen estudios que traten de medir el fen¨®meno de las clases medias emergentes. Y ello pese a que es dif¨ªcil caminar por una ciudad latinoamericana sin tropezarse con malls comerciales en barrios perif¨¦ricos que son catedrales del cambio social, o sorprenderse con pautas culturales que nada tienen que ver con los patrones atribuidos a los excluidos. O que los peri¨®dicos est¨¦n llenos de historias de ¨¦xito de empresas grandes, medianas y peque?as que est¨¢n creando valor vendiendo a los nuevos, m¨¢s ricos, m¨¢s sofisticados y, sobre todo, m¨¢s numerosos consumidores latinoamericanos.
El cambio no es tan s¨®lo un tema de consumo o de "indeseable consumismo". Las clases medias son imparables motores de la transformaci¨®n pol¨ªtica, cultural y social. Lo han demostrado en Estados Unidos, en Europa y, por supuesto, en Espa?a. Es verdad que, a cambio de esta contribuci¨®n a la democracia, tenemos, entre otras cosas, estatuas horrorosas en los parques y la telebasura. Pero si creemos a Gallard cuando, en su particular metamorfosis, dejan de ser capullos tambi¨¦n se ocupan de limpiar el ¨¢rea.
Y las clases medias latinoamericanas no van a ser menos. Transformar¨¢n el continente, una tarea en la que hasta la fecha es justo decir que han fracasado tantos las ¨¦lites nacionales como los revolucionarios profesionales. Y en ambos casos no ser¨¢ porque no han tenido tiempo para intentarlo. M¨¢s de 200 a?os de ensayos defectuosos deber¨ªan ser suficientes. Ahora es el turno de los otros. De la mayor¨ªa. ?Tiembla Peter Pan!
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