Los tres errores del artista Calatrava
Considera el autor que el arquitecto se ha equivocado al trasladar a los tribunales el caso de la alteraci¨®n de su puente en Bilbao.
En tiempos de globalizaci¨®n mercantil y de espect¨¢culo universal, sostenidos en unos medios de comunicaci¨®n con enorme poder para la creaci¨®n y manipulaci¨®n de las im¨¢genes, conviene cuidar ciertos aspectos elementales para no caer ni en el rid¨ªculo ni en una impertinente extemporaneidad. Mientras que el debate arquitect¨®nico culturalmente m¨¢s empe?ado trata acerca de la "desmaterializaci¨®n" de la propia obra, como signo propio de los tiempos actuales, vemos, no sin extra?eza, c¨®mo desde posiciones atrincheradas en la artisticidad se cifra en "tres millones de euros" la indemnizaci¨®n por la supuesta afrenta a unos imprecisos "derechos morales" del arquitecto Santiago Calatrava, por haberse anclado un pasadizo nuevo (en su opini¨®n, de manera desafortunada) al descansillo de una pasarela anterior sobre la r¨ªa bilba¨ªna.
La sociedad actual no reclama una cultura arquitect¨®nica de altas miras
La afrenta objeto de valoraci¨®n monetaria ser¨ªa la perpetrada por el Ayuntamientode Bilbao, en contubernio con dos empresas de construcci¨®n. En ning¨²n caso se inculpa a los responsables profesionales arquitectos (Arata Izosaki e I?aki Aurrekoetxea) para sustanciar la querella en t¨¦rminos culturales, urban¨ªsticos, compositivos, constructivos, de dise?o...; en definitiva, arquitect¨®nicos. ?Nos veremos en los tribunales!, es la decisi¨®n del artista valenciano, en abierto encontronazo con el alcalde de los bilba¨ªnos (primer error).
La manera de exigir el pago ha sido, pues, a trav¨¦s de los juzgados (segundo error). Ser¨¢n unos jueces, en general poco expertos en el manejo de los principios de la arquitectura (si es que a¨²n existen), quienes deber¨¢n resolver en base a unas leyes que se antojan, en el mejor de los casos, dif¨ªciles y de dudosa aplicaci¨®n. Para ello, habr¨¢ que aplicar a la arquitectura analog¨ªas con disciplinas no coincidentes; concretamente, aqu¨¦llas que le acercan al arte en general y, en particular, a la escultura como disciplina a la que, quiz¨¢, se puede aproximar en algunos supuestos.
La afrenta se ha escenificado -pues de eso se trata en tiempos de globalidad y espect¨¢culo-, a trav¨¦s de un intermediario (tercer error). Esta persona interpuesta no ha dudado lanzar a los vientos medi¨¢ticos el enojo del artista, que ha renunciado a defender su postura directamente, como debe de corresponder a las cosas sublimes del arte y la cultura. El doctor honoris causa por algunas universidades, en vez de proclamar su raz¨®n en los c¨ªrculos del saber, opta por env¨ªar al aparato jur¨ªdico de la empresa a dar la cara y presentar denuncia judicial. Algo muy grave est¨¢ fallando en todo este procedimiento, a medio camino entre la excelencia universitaria y la sordidez de los juzgados.
Con estas premisas, conviene, quiz¨¢s, plantear algunas cuestiones acerca de la arquitectura: sobre su dimensi¨®n urbana, civil y colectiva, y, especialmente, sobre la pertinencia o no de recurrir a un m¨¦todo incriminatorio y judicial para evaluar las cuestiones de cultura que conforman la ciudad.
Dec¨ªan hace pocos a?os Rafael Moneo y Frank Gerhy que sus obras (Kursaal y Museo Guggenheim), una vez acabadas, ya no les pertenecen, sino que son de los otros, de los ciudadanos todos. Pensemos que la cualidad de las obras de arquitectura no est¨¢ tanto en su propia capacidad medi¨¢tica y fotog¨¦nica del momento inaugural como en su capacidad de perdurar con valores positivos de figuraci¨®n y presencia, creando los lugares de identificaci¨®n ciudadana y memoria cultural.
Grandes arquitectos sufren al ver desnaturalizadas y mutiladas sus obras (recu¨¦rdese la Plaza de la Trinidad donostiarra) y grandes jirones de cultura se han ido en las continuas y desafortunadas transformaciones de otras (v¨¦ase el Club N¨¢utico, asimismo en San Sebasti¨¢n). No podemos olvidar la continua degradaci¨®n de tantas escuelas, universidades, templos, viviendas y otros edificios valiosos, v¨ªctimas de un apetito utilitario y exageradamente voraz. Pero, seamos realistas, no es la sociedad actual la que reclama una cultura arquitect¨®nica de altas miras que, adem¨¢s de la necesaria e innegable utilidad cotidiana de la obra, construida desde el talento y el afecto, la mantenga, reinterprete, mejore y acreciente su propia belleza, su l¨®gica y artisticidad.
Tras la ca¨ªda de las academias, signo preclaro de la Ilustraci¨®n, no ha alcanzado a sustituirles ninguna otra instituci¨®n. Su suced¨¢neo es, precisamente, el abuso medi¨¢tico, el mismo que ha creado las estrellas del firmamento de la arquitectura, esa escasa docena de luminarias en el universo global que apenas tiene tiempo para estar en su taller o estudio. Figuras cuya propia habilidad para el oficio y el dise?o se queda peque?a frente a la experiencia infinitamente mayor para el marketing y la publicidad.
Para defenderse de tanta contaminaci¨®n, hoy la arquitectura precisa de novedosas instituciones libres en las que, al margen de intereses m¨¢s o menos gremiales y competitivos, y alejadas de los intercambios de favores y otras cuantas depravaciones m¨¢s, se establezcan l¨ªneas cr¨ªticas de valor conceptual, utilitario y social.
Necesitamos urgentemente de una aut¨¦ntica cr¨ªtica de la arquitectura. Como m¨ªnimo, en la l¨ªnea del FAD (Fomento de las Artes Decorativas) catal¨¢n, pues, aunque tambi¨¦n ¨¦ste sea manifiestamente mejorable, no es correcto que el universo formal de la ciudad est¨¦ s¨®lo en manos de las secciones de comunicaci¨®n de las grandes firmas de la arquitectura y de los media que multiplican tanta mercanc¨ªa averiada de una manera exponencial.
Si el esp¨ªritu de Montesquieu (contrapesar y equilibrar los poderes) resulta hoy m¨¢s necesario que nunca en todos los ¨®rdenes de la vida social, tambi¨¦n lo es en arquitectura. Conviene con urgencia una clarificaci¨®n sobre los contenidos de la propia disciplina, sobre las condiciones en las que se producen los grandes acontecimientos urbanos (recu¨¦rdese la esquizofrenia del reciente concurso para Gazprom City en la San Petersburgo de Putin, tan bien glosado por el profesor Argullol en este diario el 15.12.06). Necesitamos salir del puro papanatismo consumista y, como m¨ªnimo afianzar los principios de Vitruvio de "firmitas, utilitas y venustas" y, a poder ser, la zeitgeist alemana (esp¨ªritu de los tiempos), desde un pensamiento limpio. De otra manera, y encontr¨¢ndonos en los tribunales, seguro que nos va a ir muy mal.
I?aki Galarraga Aldanondo es arquitecto y profesor titular de Urbanismo de la UPV-EHU.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.