Dictado papal
A un mes de cumplirse el segundo aniversario de su pontificado, Benedicto XVI ha hecho p¨²blico un controvertido documento, Sacramentum Caritatis (El sacramento de la caridad), s¨ªntesis de las labores del ¨²ltimo s¨ªnodo de obispos de 2005, pero que lleva ante todo un claro marchamo de la l¨ªnea ortodoxa de Ratzinger. El Papa alem¨¢n llama a los pr¨ªncipes de la Iglesia cat¨®lica a la lucha ideol¨®gica y a recuperar el protagonismo perdido. La exhortaci¨®n coincide con la dura sanci¨®n que se apresta a comunicar la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe al jesuita salvadore?o, de origen espa?ol, Jon Sobrino, uno de los promotores de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, a quien se prohibir¨¢ impartir ense?anza en cualquier centro cat¨®lico y se impondr¨¢ la retirada del nihil obstat, el visto bueno eclesial, a todas sus obras debido a su visi¨®n humanista de Cristo. La sincron¨ªa puede ser accidental, pero ambas circunstancias muestran bien por d¨®nde respira hoy la jefatura vaticana.
Sostiene Ratzinger que la fuerza del catolicismo no radica en el di¨¢logo ni en la tolerancia, sino en la convicci¨®n, y que por tanto resultan "innegociables" cuestiones como la defensa de la vida humana, la familia, la indisolubilidad del matrimonio, el celibato sacerdotal, as¨ª como el repudio del aborto, el divorcio y las uniones entre homosexuales. ?tem m¨¢s, no caben medias tintas para el Papa: los pol¨ªticos cat¨®licos est¨¢n obligados a oponerse a las leyes que no se ajusten a esta doctrina religiosa. Ya se ha visto c¨®mo esta idea ha tenido influencia, antes de su plasmaci¨®n en el documento, en la actitud de pol¨ªticos conservadores durante los ¨²ltimos a?os en Espa?a.
Cabe preguntarse si estos r¨ªgidos fundamentos sintonizan con la realidad del mundo actual y si el cumplimiento de ellos permitir¨¢ sacar al catolicismo de la crisis que arrastra. Es un hecho que, desde la ¨®ptica vaticana, la separaci¨®n entre la conciencia privada y los asuntos p¨²blicos, propugnada por el Concilio Vaticano II, no ha dado los frutos previstos. Es l¨®gico, por consiguiente, que la m¨¢xima autoridad cat¨®lica busque certezas antes que dudas a fin de acrecentar su grey, pero es muy discutible que con intolerancias y prohibiciones recupere simpat¨ªas. Bueno ser¨ªa que la curia romana exhibiera menos oropeles; practicara, efectivamente, la caridad, y defendiera con m¨¢s ah¨ªnco a la otra Iglesia, es decir, a sus representantes que denuncian sobre el terreno las injusticias sociales o que explican la idea de un Cristo por encima de todo humano, como defiende el silenciado te¨®logo Sobrino.
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