El poder saud¨ª en la crisis de Oriente Pr¨®ximo
"Hermanos, reyes, presidentes y emires ¨¢rabes: los tiempos no nos son favorables". As¨ª de pat¨¦tico se pronunciaba en 1982 Yasir Arafat, ante una veintena de dirigentes en la cumbre de Fez. La OLP acababa de ser expulsada militarmente de Beirut por el ej¨¦rcito invasor israel¨ª y el l¨ªder palestino iniciaba la larga y pragm¨¢tica marcha pol¨ªtico-diplom¨¢tica que habr¨ªa de culminar en los acuerdos de Oslo una d¨¦cada m¨¢s tarde.
Gobernaba Reagan, los ¨¢rabes segu¨ªan tan divididos como de costumbre, hab¨ªa un antisionista Frente de Rechazo (Argelia, Siria, Yemen del Sur, OLP), Egipto hab¨ªa sido expulsado de la Liga ?rabe por hacer la paz con Israel (una paz "fr¨ªa" que se prolonga hasta hoy) y el histri¨®nico Gaddafi, mientras que los dem¨¢s se re¨²nen en Fez, visita Polonia y Checoslovaquia, donde su petr¨®leo es deseado y ¨¦l adulado. Se trata del sui g¨¦neris jefe de la Yamarihiya ¨¢rabe y socialista que unos meses antes -en pleno asedio israel¨ª a Beirut- recomendaba a la resistencia palestina que "se suicide con honor".
En ese c¨®nclave marroqu¨ª de 1982 se impusieron la moderaci¨®n y la realpolitik. El rey saud¨ª Fahd, reci¨¦n asumido el trono, y el rais Arafat se sincronizaron para lanzar una estrategia de paz aceptable para Europa e incluso para Washington, basada en el plan que, un a?o antes, el entonces pr¨ªncipe heredero Fahd hab¨ªa presentado. Precisamente dos a?os antes Europa hab¨ªa proclamado la hist¨®rica Declaraci¨®n de Venecia (13-6-80) en la que por vez primera manifest¨® que el problema palestino no es simplemente uno de refugiados y que ha de encontrarse una soluci¨®n justa mediante la cual el pueblo palestino ejerza plenamente su derecho a la autodeterminaci¨®n. Los Nueve afirman que los asentamientos israel¨ªes en la Palestina ocupada son ilegales seg¨²n el Derecho Internacional y advierten que no tolerar¨¢n ninguna iniciativa unilateral que persiga el cambio de estatus de Jerusal¨¦n. No exig¨ªa a¨²n la creaci¨®n de un Estado palestino, pero abr¨ªa la v¨ªa.
El Plan Reagan (1-9-82), publicado una semana antes de la cumbre ¨¢rabe de Fez, asume la idea de Venecia de que la cuesti¨®n palestina es algo m¨¢s que una de refugiados, pero no reconoce las fronteras de 1967, es ambiguo sobre Jerusal¨¦n y preconiza una asociaci¨®n de Gaza y Cisjordania con Jordania.
En este marco se mueven los saud¨ªes en los a?os ochenta. De ellos se dijo que "contemporizan cuando surgen temas controvertidos y ante las crisis les entra el p¨¢nico. Conscientes de sus limitaciones y vulnerabilidad, los saud¨ªes act¨²an con precauci¨®n en pol¨ªtica exterior. No son l¨ªderes. Como mucho, son creadores de consenso" (William Quandt, 1981).
Es verdad que en esta descripci¨®n hay vicios, pero tambi¨¦n virtudes. ?Acaso no lo son moverse con cautela y crear consensos? Por cierto, en lo interior el r¨¦gimen saud¨ª no es precisamente virtuoso. La intolerancia pol¨ªtica, social y religiosa es obvia y la situaci¨®n de la mujer, que es esencialmente no-persona, lamentable. Trato ¨²nicamente de valorar el papel de Riad como sujeto de relaciones internacionales en Oriente Medio que -en un crescendo de tres d¨¦cadas- le ha llevado a tener una posici¨®n clave en relaci¨®n a Ir¨¢n, Palestina, Irak y otras zonas calientes.
Ya en 1975 Riad se mueve activamente y crea consensos. El pr¨ªncipe heredero Fahd consolida las relaciones con el Irak baasista, tradicionalmente hostil a la Casa de Saud, y en ese mismo a?o propicia y obtiene un acuerdo sirio-iraqu¨ª sobre las aguas del ?ufrates. Y tambi¨¦n en 1975, Jaled, reci¨¦n coronado monarca, lleva a cabo un discreto pero -en el contexto saud¨ª- audaz movimiento. Dice estar preparado para reconocer a Israel su derecho a existir en las fronteras anteriores a 1967 a cambio de su retirada de los territorios ocupados y el establecimiento de un Estado palestino en los mismos.
Dos a?os m¨¢s tarde, el presidente egipcio Sadat da el arriesgado e hist¨®rico paso de plantarse en Jerusal¨¦n -queriendo "hacer de la esperanza un c¨®digo de conducta"- para defender ante el Parlamento jud¨ªo la necesidad de firmar una paz justa. En septiembre de 1978 se celebrar¨ªa la cumbre de Camp David (Carter, Sadat y el premier israel¨ª Begin) que conducir¨ªa al tratado de paz israelo-egipcio. La reacci¨®n de la mayor¨ªa de los Estados ¨¢rabes es feroz. Riad se indigna, pero -haciendo gala de la paciencia casi eterna que proporciona el desierto- se opone inicialmente a reducir a Egipto al ostracismo. No rompe con ¨¦l y convence a Irak para que tampoco lo haga. Hasta el ¨²ltimo momento Fahd intenta lograr de Sadat que presente los acuerdos de Camp David a losministros de Exteriores ¨¢rabes e isl¨¢micos para que analicen si pueden ser base de un compromiso aceptable. Sadat y Carter se niegan. S¨®lo cuando meses m¨¢s tarde Cairo y Tel Aviv firman su tratado de paz, Riad y la Liga rompen con el primero y lo expulsan de su seno. En el fondo, lo que Arabia Saud¨ª rechaza y condena es la decisi¨®n egipcia de actuar unilateralmente.
La estrategia de Sadat conducir¨ªa ¨²nicamente a recuperar el Sina¨ª, pero Israel se negar¨ªa a avanzar en la soluci¨®n del conflicto israelo-palestino. Habr¨ªa de transcurrir m¨¢s de una d¨¦cada para que se abrieran paso los acuerdos de paz de Oslo (1993), madurados en la conferencia de Madrid (1991). Tras el asesinato del primer ministro israel¨ª Rabin, en 1995, el proceso de paz sufre diversas vicisitudes hasta que se estanca. Egipto -que hab¨ªa mediado con el laico Fatah- no puede hacerlo con el isl¨¢mico Ham¨¢s y es entonces cuando Riad decide salir nuevamente a la palestra. Sus dos anteriores intervenciones diplom¨¢ticas de importancia hab¨ªan creado una impronta. En 1990 logr¨® reunir en Taif a las partes en conflicto y poner fin a la larga y fratricida guerra del L¨ªbano. Y en 2002 propicia la fundamental Declaraci¨®n de Beirut, en la que se ofrece a Israel el fin del conflicto, establecer relaciones diplom¨¢ticas y concluir un tratado de paz, a cambio de la aceptaci¨®n por Tel Aviv de un Estado palestino en Cisjordania y Gaza con Jerusal¨¦n Este como capital. La Liga pide a Israel que declare -como los Estados ¨¢rabes- que una paz justa es tambi¨¦n para ¨¦l una opci¨®n estrat¨¦gica.
En 2007 el panorama de la regi¨®n es catastr¨®fico. Israel no tiene inter¨¦s en lograr una paz justa en Palestina y Estados Unidos y la Uni¨®n Europea llevan seis a?os sin proponer iniciativa sustancial de paz alguna y la descomposici¨®n interna de la sociedad palestina -a causa, entre otros factores, del boicoteo occidental a Ham¨¢s, llegado al Gobierno limpia y democr¨¢ticamente- es creciente.
Hay de nuevo peligro de guerra civil en L¨ªbano. El caos en Irak que la invasi¨®n norteamericana ha producido es inconmensurable (en 2005, Riad hab¨ªa propuesto, infructuosamente, al presidente provisional iraqu¨ª sustituir las tropas de la coalici¨®n invasora por tropas ¨¢rabo-isl¨¢micas) y la actividad iran¨ª en la zona es manifiesta. A estos efectos, Egipto est¨¢ pr¨¢cticamente fuera de juego. Arabia Saud¨ª -legitimada por su condici¨®n de custodia de los santos lugares del islam y apoyada por su potencia financiera- convoca al presidente Abbas y al primer ministro Haniya y fuerza un pacto de pacificaci¨®n intrapalestino. Paralelamente, y alarmada por una posible retirada de Irak ante la victoria parlamentaria de los dem¨®cratas norteamericanos, lo que puede llevar al aumento de la influencia del chi¨ª Ir¨¢n en el mayoritariamente chi¨ª Irak, redobla su actividad diplom¨¢tica.
Teher¨¢n tiene intereses y presencia indirecta en Irak, L¨ªbano y Palestina, pero no puede ignorar al "Vaticano" del islam sun¨ª, Riad, porque s¨®lo el 10% de todos los musulmanes del mundo son chi¨ªes y, adem¨¢s, afirma desear, como Riad, la seguridad y estabilidad en el Golfo ar¨¢bigo-p¨¦rsico. ?C¨®mo, si no, exportar¨ªan todo su petr¨®leo? Y en esas estamos. Arabia quiere influir y, si es posible, disuadir, a Ir¨¢n de determinadas acciones. No confrontarlo. Se opone a otra agresi¨®n norteamericana. Est¨¢ haciendo lo que Washington y Bruselas deber¨ªan hacer: reconocer el papel de Ir¨¢n, pero oblig¨¢ndole a integrarse en el sistema de relaciones internacionales de la regi¨®n. De momento, Riad ya ha logrado el sost¨¦n iran¨ª al acuerdo Abbas-Haniya y lo busca en el compromiso chi¨ª-sun¨ª liban¨¦s. Por cierto, la diplomacia saud¨ª acaba de obtener el reconocimiento (24-2-07) del ministro galo de Exteriores, que ha declarado: "Francia estar¨¢ dispuesta a cooperar con el nuevo Gobierno palestino de unidad nacional, siempre que se constituya en base a los acuerdos de La Meca". Como es sabido, dichos acuerdos no mencionan a Israel, pero garantizan el respeto a lo convenido entre ¨¦ste y los palestinos, lo que supone un reconocimiento indirecto del Estado jud¨ªo por parte de Ham¨¢s.
Toca ahora a Tel Aviv mover ficha y la Uni¨®n Europea deber¨ªa decidirse de una vez por todas a actuar, no s¨®lo declarar. Hay una nueva oportunidad en ciernes. El 23 de marzo se re¨²ne en Arabia Saud¨ª la cumbre de la Liga ?rabe y, al parecer, Riad tiene la intenci¨®n de relanzar su propuesta de Beirut 2002: el mutuo reconocimiento israelo-¨¢rabo y la conclusi¨®n de un tratado de paz en base a las premisas indicadas. ?Otra oportunidad desechada?
Emilio Men¨¦ndez del Valle es embajador de Espa?a y eurodiputado socialista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.