Gente de bien
1. Decido darme una vuelta por el paseo de Sant Joan, tan ligado a mis a?os de infancia, y all¨ª me encuentro casualmente, paseando tambi¨¦n, a J¨¦r?me Darrieux, ex director del Palais de Tokio de Par¨ªs, comisario de arte que anda siempre por ah¨ª con ojos de iluminado. Conversamos a la altura de la fuente de la Caperucita Roja, en el lado de poniente del tercer bulevar. El comisario me sorprende de pronto sac¨¢ndose del bolsillo una lista de seres imaginarios por los que dice sentir una cierta debilidad. Entre los muchos nombres retengo unos cuantos:
Pierre Menard, que reescribi¨® el Quijote y, al parecer, es pariente m¨ªo.
Outil O'Toole, buen aforista ("he conocido la felicidad, pero no es lo que me ha hecho m¨¢s feliz") y alter-ego literario del escultor sueco Erik Dietman, el autor de una exposici¨®n que vi en Par¨ªs hace d¨¦cadas, Veinte a?os de sudor, que no ser¨ªa mala idea volver a montar para los medi¨¢ticos 80 a?os de Garc¨ªa M¨¢rquez.
F¨¦licien Marboeuf, considerado "el m¨¢s grande de entre los escritores que no han escrito nunca nada", autor de una serie de magn¨ªficas novelas no escritas y ciudadano de honor de Glooscap, lugar situado en alg¨²n punto de la costa de Canad¨¢. Alain Bublex, que es el creador de esa ciudad, lleva m¨¢s de una d¨¦cada trazando incesantemente mapas de distintas ¨¦pocas de Glooscap, fotografiando o dise?ando sus improbables edificios y coleccionando tarjetas postales de los mejores rincones de ese lugar inventado. No me extra?ar¨ªa que pronto comenzaran a aparecer ofertas de viajes a Glooscap. Y si no, al tiempo.
2. All¨ª mismo, en lo alto del paseo, J¨¦r?me Darrieux me informa de que, justo en los suburbios de la utop¨ªa moderna de Glooscap, ha comenzado a renacer la antigua y retr¨®grada utop¨ªa del se?or Aaron Rosenblum, de la que hablaba ya J. Rodolfo Wilcock en La sinagoga de los iconoclastas.
Hay que decir que, cronol¨®gicamente, la utop¨ªa de Rosenblum no fue afortunada: el libro que deb¨ªa hacerla famosa, Back to happiness or on to hell (Atr¨¢s hacia la felicidad o adelante hacia el infierno), apareci¨® en 1940, precisamente -dice Wilcock- cuando el mundo pensante estaba mayoritariamente entregado a defenderse de otro plan, no menos utopista, el nazi. De hecho, Rosenblum confiaba en el apoyo de Hitler, ya que ambos persegu¨ªan el mismo objetivo: la felicidad de la gente de bien.
Rosenblum hab¨ªa comenzado por preguntarse cu¨¢l hab¨ªa sido el periodo m¨¢s feliz de la historia mundial y, consider¨¢ndose ingl¨¦s y como tal depositario de una tradici¨®n perfectamente definida, hab¨ªa decidido que el periodo mejor hab¨ªa sido el del reino de Isabel, bajo la sabia conducci¨®n de lord Burghley, pues entre otras cosas, hab¨ªa producido a Shakespeare y, adem¨¢s, en aquel periodo Inglaterra hab¨ªa descubierto Am¨¦rica.
As¨ª que el plan de Atr¨¢s hacia la felicidad era el siguiente: devolver el mundo a 1580. Abolir el carb¨®n, las m¨¢quinas, los motores, la luz el¨¦ctrica, el ma¨ªz, el petr¨®leo, el cinemat¨®grafo, las carreteras asfaltadas, los peri¨®dicos, Estados Unidos, los aviones, el voto, el gas, los papagayos, las motocicletas, los Derechos del Hombre, los tomates, los buques de vapor, la industria sider¨²rgica, la industria farmac¨¦utica, Newton y la gravitaci¨®n, los pavos, la cirug¨ªa, los trenes, el aluminio, los museos, las anilinas, el celuloide, B¨¦lgica, la dinamita, los fines de semana, la ense?anza obligatoria, los puentes de hierro, el tranv¨ªa, la artiller¨ªa ligera, los desinfectantes, el ¨¢cido b¨®rico, el caf¨¦.
De conocerlo, ese plan central de la utop¨ªa de Rosenblum ser¨ªa seguramente del agrado de Rajoy y compa?¨ªa, pues parece acoplarse con sus ansias de ir hacia atr¨¢s, hacia ese poder que fue antigua felicidad suya, en realidad ¨²nicamente suya y de la "gente de bien" (tambi¨¦n tan suya).
3. Y no s¨¦. A veces, s¨®lo alcanzo la felicidad cuando observo a la gente de bien de ahora. Seguramente para m¨ª, la felicidad sea eso: la sensaci¨®n agradable que nace de contemplar la miseria moral ajena.
4. Es evidente que hay quien tiende hacia la Edad Media y quien lo hace hacia el Imperio Romano, otros al Estado de la Gente de Bien y hay quien incluso es partidario del retorno al Mono. El esp¨ªritu de Rosenblum, rancia herencia de nuestro pasado, sigue recorriendo Espa?a.
5. Decido no separarme de Darrieux hasta que me explique qu¨¦ est¨¢ mirando con tanta fijaci¨®n desde lo alto del paseo de Sant Joan. Me cuenta finalmente que mira el rascacielos de Gas Natural que, hace ya tres a?os, impide que desde lo alto del paseo pueda verse el mar como se hab¨ªa visto siempre hasta que lo taparon con ese edificio desafortunado y nada ut¨®pico. Le hablo entonces de los empleados que trabajan en las oficinas de ese rascacielos y que acaban de verse afectados por una lipoatrofia semicircular, enfermedad causada por la electricidad est¨¢tica y la falta de humedad. Darrieux, con sus ojos m¨¢s iluminados que nunca, me asegura entonces que, aunque sabe de personas que lo sospechan, no cree que exista una maldici¨®n evidente del paseo de Sant Joan contra ese edificio. Y menos a¨²n cree que los Rosenblum y toda su gente de bien, los que conspiran en los suburbios de Glooscap, puedan arreglar ese atentado a la belleza y la p¨¦rdida del mar. Los Rosenblum son toda esa gente de bien que nos llevaron a la guerra de Irak por nuestro propio bien. Los Rosenblum, concluye, no han arreglado nunca nada, ni en la Edad Media.
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