Territorio Alonso
Fernando Alonso ha empezado a marcar su territorio en la campa de Melbourne. Es una vez m¨¢s la ceremonia que distingue a los pilotos dominantes y consiste en bajar la visera, levantar la cabeza, sostener la mirada, frenar tarde, acelerar pronto y discutir al adversario cada cent¨ªmetro de pista.
Puede que su car¨¢cter se endureciese en los primeros duelos con el campe¨®n de campeones Michael Schumacher, un ganador fan¨¢tico que sudaba gasolina. En opini¨®n de los expertos, adem¨¢s de manejar el mejor coche, aquel alem¨¢n con esp¨ªritu italiano val¨ªa medio segundo m¨¢s que cualquiera. Despu¨¦s de ganar sus dos primeros t¨ªtulos mundiales lleg¨® a la factor¨ªa de Maranello, se enfund¨® el Ferrari como quien se pone una armadura y estableci¨® con ¨¦l una especie de simbiosis: en caso de duda, apuraba el motor; en caso de necesidad, afinaba el tacto. Tardamos muy poco en resignarnos a su poder¨ªo. Estaba claro que imponerse a aquella sociedad era un sue?o imposible.
Sin embargo, Fernando salv¨® las distancias en lo que parec¨ªa una relaci¨®n matem¨¢tica: mientras luchaba por los records de velocidad bat¨ªa los de precocidad. Fue, por ejemplo, el piloto m¨¢s joven de la historia en dar una vuelta r¨¢pida, en conseguir una pole position o en ganar un gran premio. Cuando Schumi quiso darse cuenta, aquel colegial que sudaba veneno apareci¨® en el retrovisor, se filtr¨® por una curva, le cerr¨® todas las salidas y le gan¨® el t¨ªtulo mundial. Con varios a?os de adelanto hab¨ªa metido al tigre en la gatera.
Hoy, Fernando es un exigente bicampe¨®n que desconf¨ªa de su propia sombra. Y, como entonces, sigue siendo un ganador impaciente movido por una doble necesidad: lo quiere todo y lo quiere ahora. Ya no compite tanto con el cuadro de aspirantes como con el de h¨¦roes. Forma parte del m¨¢s exquisito elenco de la F¨®rmula 1 y quiere un sitio destacado en la mitolog¨ªa de la prisa junto a Jim Clark, Jackie Stewart, Nelson Piquet, Emerson Fittipaldi, Ayrton Senna o Juan Manuel Fangio.
Tiene, sin embargo, un nuevo problema. Llevar el n¨²mero 1 significa afrontar una inversi¨®n de valores. Para Raikkonen, Massa, Kovalainen, Fisichella o Hamilton representa lo que Schumi fue siempre para ¨¦l. Es, en resumen, el tipo que custodia la fama.
Pero Fernando lo sabe. Por eso aprieta las tuercas al coche, a los proveedores y a los ingenieros, y por eso pasea por el circuito en busca de la ecuaci¨®n de la carrera. En esa lucha por la excelencia no admite pausas ni claudicaciones: compite en cada minuto del d¨ªa. Quiz¨¢ por eso se duerme enfadado y se despierta inquieto.
A cambio disfruta de una ventaja exclusiva. Sabe que sus rivales tienen un problema mucho mayor, y que el problema se llama, precisamente, Fernando.
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